Violación y violencia sexual constante en Somalia

Las mujeres y las niñas que viven en campos provisionales para personas desplazadas en Somalia corren un gran riesgo de sufrir violaciones y otras formas de violencia sexual, ha manifestado Amnistía Internacional tras una visita de investigación al país.

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Muchas vujeres víctimas de violación no denuncian a la policía por miedo a sentirse estigmatizadas. © Amnesty International

 

Los investigadores de la organización hablaron con decenas de mujeres y niñas que se sentían expuestas a sufrir violencia sexual. Algunas, incluida una niña de sólo 13 años, habían sido violadas hacía poco. La mayoría de las víctimas contaban que no habían denunciado la agresión en la policía por temor a ser estigmatizadas y por falta de confianza en la capacidad o voluntad de las autoridades para investigar lo sucedido.

“Las mujeres y las niñas, obligadas ya a huir de sus hogares debido al conflicto armado y la sequía, se enfrentan ahora al trauma adicional de vivir bajo amenaza de agresión sexual”, ha señalado Donatella Rovera, asesora general de Amnistía Internacional sobre situaciones de crisis.

“Muchas de las mujeres con que hablamos viven en refugios fabricados con trapos y plásticos, que no ofrecen ninguna seguridad en absoluto. En el contexto de desgobierno existente en general en el país y de falta de seguridad de estos campos, no es de extrañar que se cometan tan terribles abusos.”

Una niña de 14 años que vivía en un campo de personas desplazadas en Mogadiscio había sido violada en su refugio y estaba recuperándose de un ataque de epilepsia a finales de agosto.

Contó a Amnistía Internacional:

“Me desperté y vi que un hombre estaba desnudándome. Quise gritar, pero me agarró por la garganta y no pude. Mi prima, de cuatro años, se despertó, y [el hombre] le dijo que se callara. Hizo lo que le interesaba y se marchó.”

La abuela de la niña dijo a Amnistía Internacional que los vecinos que se habían despertado a oír gritar habían visto a un hombre de unos 30 años, que llevaba un kikoi (taparrabos tradicional) y un bakor (tipo de bastón), salir del refugio y marcharse corriendo.

Otra mujer, madre de cinco hijos, explicó a Amnistía Internacional que había conseguido rechazar a un hombre armado que había entrado en su refugio para violarla a principios de agosto. En el forcejeo había sufrido heridas de bala en las dos manos. Estaba embarazada de tres meses en el momento de la agresión y perdió el bebé debido a ella.

Aunque los habitantes del campo fueron a denunciar el intento de violación a la policía, ésta no investigó nada.

Las investigaciones, procesamientos y sentencias condenatorias por violación y otras formas de violencia sexual son raras en Somalia, así que las supervivientes tienen poco incentivo para presentar denuncia en la policía. Algunas mujeres ha sido objeto de nuevos abusos y estigmatización por haber intentado denunciar la agresión.

En Somalia, las prácticas de la policía agravan a menudo el estigma que comporta la violencia sexual para las supervivientes, que pueden ser sometidas a indiscretas preguntas sin ninguna sensibilidad. Hay pocas mujeres policía para ocuparse de los casos de agresión sexual, pese a lo frecuentes que son.

Según la ONU, en 2012 se produjeron en Somalia al menos 1.700 casos de violación en asentamientos para personas internamente desplazadas, y al menos el 70 por ciento de ellos fueron obra de hombres armados, vestidos con uniformes del gobierno. De acuerdo con la información publicada, casi un tercio de las supervivientes eran menores de 18 años.

“La falta de capacidad y voluntad de las autoridades somalíes para investigar estos delitos y poner a los responsables a disposición judicial deja a las supervivientes de violencia sexual aún más aisladas y contribuye a propagar un clima de impunidad en el que los agresores saben que no tiene pagar por sus delitos”, ha añadido Donatella Rovera.

“Deben tomarse medidas concretas para garantizar justicia a las víctimas y transmitir de manera enérgica e inequívoca el mensaje de que la violencia sexual no puede tolerarse ni se va a tolerar.”

Dos decenios de conflicto y sequía periódica han obligado a centenares de miles de somalíes a abandonar sus hogares y acudir a caóticos campos para personas desplazadas internamente, donde viven hacinados, sin ninguna seguridad y en condiciones espantosas desde el punto de vista humanitario. Aunque han mejorado las condiciones de seguridad, en Somalia hay todavía más de un millón de personas desplazadas internamente.

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