Un informe reclama estrategias urgentes para reducir las cifras mundiales de consumo de antibióticos que se prevé van en aumento. Los datos apuntan a que en 2030 podría alcanzar hasta un 200 % en países desarrollados.
España posee la tasa de uso per cápita más alta de cualquier país de ingresos altos, y la tercera más alta en general. Esto supone que hay un excesivo autoconsumo y la previsión no se nada halagüeña cuando se necesiten de verdad. Si la resistencia a los antibióticos es una amenaza para la salud pública mundial, la investigación que da cuenta de estos resultados nos conduce a pensar en la tendencia durante los años venideros.
Además, por tipo de medicamento, en 2015 España mantuvo, al igual que Reino Unido e Irlanda, una de las tasas más altas de consumo de polimixina, utilizado para el tratamiento de las infecciones urinarias, septicemia o bacteremia, producidas por gérmenes sensibles cuando otros antibióticos son inefectivos o están contraindicados. Por otro lado, el consumo de clases de antibióticos nuevos y de último recurso, como linezolid, carbapenémicos y colistina, aumentó significativamente en casi todos los países.
“Debemos actuar de manera integral para preservar la efectividad de los antibióticos”, concluye Laxminarayan. “Eso incluye soluciones que reducen el consumo, como vacunas o mejoras de infraestructura, particularmente en países de ingresos bajos y medianos”
Investigadores del Centro para la dinámica de enfermedades, economía y político (CDDEP, por sus siglas anglosajonas), cuya sede está en Washington, confirma que la media estándar para el consumo de antibióticos aumentó un 65 %, de 21 000 a 34 800 millones de dosis diarias definidas (DDD). Esto, a su vez, proporciona la tasa de consumo de antibióticos, que se incrementó un 39 %, de 11.3 a 15.7 DDD por habitantes y día.
Cuando la resistencia a los antibióticos emerge en un lugar, se propaga rápidamente a otras partes del mundo”, confirma Ramanan Laxminarayan, director del CDDEP y autor principal del estudio. “De ahí que el informe incida en la necesidad de una vigilancia mundial coherente de la resistencia y las políticas para reducir su uso innecesario”.
Es necesario por tanto promover e incrementar el acceso a países de bajos ingresos, cuyas tasas de enfermedad son más altas y donde existen muertes por enfermedades infecciosas que no han sido tratadas con antibióticos.