Las artralgias son procesos indefinidos sin diagnóstico alguno que engloban algunas enfermedades reumáticas que pueden ir desde una virosis hasta una enfermedad producida por el colágeno.
La artrosis es un proceso degenerativo del cartílago articular y afecta con bastante frecuencia a las articulaciones interfalángicas distales produciendo los llamados nódulos de Heberden y también produce alteraciones sinoviales y del hueso subcondral.
Esta enfermedad que no es solo una, sino un grupo heterogéneo de patologías con distinta etiología, se llama también osteoartrosis u osteoartritis, ya que puede afectar a todas las articulaciones de la economía, incluyendo las vertebrales.
A partir de los 40 años es bastante frecuente que se vean las primeras manifestaciones, dado que es la patología más común. Con la edad, a partir de los 65 años, se ve en un 80 por ciento de los casos afectación en la columna cervical en muchos pacientes, y otros signos de la edad en las articulaciones.
El origen de esta enfermedad sigue siendo desconocido, pero se asocia a trastornos metabólicos y endocrinos, que producen el deterioro del cartílago por varias mutaciones genéticas que predisponen a padecer artrosis.
Las manifestaciones clínicas son: dolor articular, limitación de los movimientos, crujidos y derrame sinovial en los dedos de las manos, deformidad, mala alienación articular, inestabilidad, y rigidez, entre otros. En otras articulaciones, como las rodillas, manos y caderas, la expresión clínica es muy variable y afecta en el momento de la evolución.
Aunque el curso suele ser lento y progresivo, con frecuencia los pacientes sufren exacerbaciones dolorosas desencadenadas por traumatismos, sobrecarga, complicaciones periarticulares o bloqueos por degeneración meniscal o cuerpos libres articulares. También puede haber brotes inflamatorios, con derrame sinovial, a veces importante, como consecuencia directa de la enfermedad o de otra patología asociada (meniscopatías, artritis microcristalinas, osteonecrosis, etc…).
El síntoma fundamental es el dolor crónico de características mecánicas que empeora con la actividad, especialmente al inicio de la misma, y mejora con el reposo. El dolor característico de la artrosis es diurno, aparece al iniciar los movimientos, después mejora y reaparece con el ejercicio intenso. En fases tardías, el dolor aparece cada vez más precozmente y es de mayor intensidad, hasta que finalmente se hace de reposo y nocturno, en cuyo caso cabe plantear tratamiento quirúrgico dado que la destrucción articular suele ser ya extensa.
Dado que los cartílagos no tienen terminaciones sensitivas, el dolor que cursa el paciente se debe a la inflamación de las estructuras periarticulares, al aumento de la presión intraósea, a la alteración perióstica, a la sinovitis o a la contractura muscular que produce el mismo.
La progresión de la artrosis es muy variable y habitualmente suele evolucionar de forma lenta, alternando periodos de mayor y menor sintomatología clínica. Las articulaciones sometidas a una mayor sobrecarga mecánica, tales como la cadera o las rodillas, suelen evolucionar de forma más rápida, presentando en consecuencia un peor pronóstico.
Las condiciones climatológicas, la alimentación, la obesidad y otras enfermedades crónicas pueden acentuar los síntomas de la artrosis, si bien, se pueden atenuar con fármacos prescritos para reducir el dolor agudo.
