Siempre he considerado indispensable que muchos comunicadores sociales (diaristas y locutores) se preocupen por escribir bien y hablar de la mejor manera, pues esa es su herramienta básica de trabajo. Es justo reconocer que existe un marcado interés por disipar las dudas y adquirir soltura en la redacción de textos y en la expresión oral, lo cual es plausible, pues solo así podrán tener el éxito deseado.
De nada les valdría alardear de su supuesta larga experiencia, si frecuentemente incurren en las mismas faltas de ortografía elemental y en el uso de palabras y expresiones viciadas.
Hay quienes se preocupan por mejorar, lo cual es satisfactorio desde todo punto de vista; pero hay otros que, por diversas razones, se mantienen estancados. Quizás no han valorado la importancia de su rol ante la sociedad. No es necesario que un diarista o locutor pretenda ser un erudito en su oficio, sino que entienda que su función es la de un educador a distancia, y para tal propósito, es fundamental que de manera constante se preocupe por mejorar. Basta con que ponga en práctica los conocimientos adquiridos en las diferentes etapas de la educación formal.
Eso le permitirá marcar la diferencia, siempre que lo haga convencido de que su misión es educar, entretener e informar. Nadie está exento de incurrir en errores; pero tampoco, nadie deberá escudarse en excusas absurdas para justificar sus faltas, con «¡No, es que estaba apurado y por eso escribí ‘kasa’; pero tú me entendiste», o aquellos que les atribuyen la culpa a la escasez de tiempo y al teléfono. Dicho sea de paso: el teléfono no corrige; solo marca las palabras que su procesador desconoce, o porque simple y llanamente están mal escritas.
El tema de hoy lo he abordado en diversas oportunidades, siempre con el deseo de arrojar luces en función de que las dudas puedan ser erradicadas; pero aún quedan resabios. Está relacionado con la narración y el comentario deportivo. He dicho y lo sostengo, que en ese ámbito hay excelentes profesionales cuyo desempeño es una cátedra del buen decir y de grandes conocimientos; pero hay otros que lamentablemente siguen tropezando con la misma piedra.
Hago esta distinción con la finalidad y el deseo de que no se me malinterprete, como ocurrió hace ya varios años, cuando dije que a la par de aquellos que se distinguen por su gran calidad profesional, hay muchos disparateros. Un grupo se sintió aludido (quizás los disparateros), y algunos pretendieron declararme persona non grata; solo que no encontraron el apoyo que les hacía falta, además de que no tenían un argumento sólido.
Se ha puesto de moda la costumbre de decir, por ejemplo, que «el Portuguesa FC le ganó a Estudiantes de Mérida por la mínima diferencia», lo cual se ha hecho común en el vocabulario y la escritura, aun en la de aquellos a los que sería impensable tacharles una falta similar; pero por lo extendido que está el daño, han sido arrastrados por la fuerza de la costumbre.
Es una frase incorrecta, pues no solo la mínima diferencia se da entre 0 y 1; también la hay entre 2 y 3; 3 y 4; 9 y 10; 12 y 13, etc. Algunos podrán decir que se trata de una innovación, para demostrar que en el ámbito deportivo son muy creativos, lo cual en mi opinión no es cierto, con las contadas excepciones a las que siempre aludo.
La mejor forma de demostrar creatividad, es llamar las cosas su nombre, utilizar un lenguaje sencillo en constante enriquecimiento; no utilizar frases copiadas; tampoco pretender usurpar la función de las personas encargadas de conducir las acciones de las competencias, como los árbitros, por ejemplo.
Hay narradores y comentaristas que, lejos de narrar o comentar, se enfrascan en «dictar» cátedra de lenguaje y de reglamento, y en muchas ocasiones quedan muy mal parados, pues ni narran, ni comentan ni menos aun exhiben conocimientos de las reglas establecidas según la disciplina. De eso también he hablado cuando me he referido a la narración y al comentario deportivo, y ha causado comezón en algunos que se creen los nones pluses ultras; pero son todo lo contrario.
En resumen, la expresión adecuada para indicar que una competencia de fútbol, de beisbol o de cualquier disciplina cuyo triunfo se defina por un punto, es la «mínima anotación». ¡No hay más!