La historia de América del Sur (o América Latina) se presenta, desde 1492 hasta hoy, como una sucesión de hechos que han determinado la evolución de sus estructuras socioeconómicas y culturales.
Algunas de estas estructuras, como la cultura, la población y el territorio, se han mantenido indestructibles a pesar de los procesos de exterminio, de evangelización y de expolio. La unidad del destino, la lucha contra la injusticia y la emancipación de los pueblos han conducido al final a la ruptura con el pasado colonial sin llegar a erradicar totalmente los factores de desigualdades sociales y regionales.
Rasgos de discontinuidad
La rebelión contra la presencia del colonizador español y la voluntad de acabar con las desigualdades y la segregación fueron los principales logros de la lucha de los pueblos de América del Sur.
Durante su presencia, los españoles se apresuraron a borrar los aspectos de las culturas autóctonas recurriendo a todos los medios para aniquilar la religión, la ciencia, las artes, la escritura y la arquitectura locales.
Podemos afirmar que la independencia intervino para marcar la ruptura con el colonialismo, mientras la instauración de un sistema democrático contribuyó al desmantelamiento de las estructuras medievales basadas en la sumisión, el señorío y el expolio de los recursos naturales por una minoría.
La independencia
La independencia, que conlleva consigo en principio los valores democráticos, la justicia social y la ruptura con la servidumbre, constituye un hecho excepcional en la historia de América del Sur.
Así se acaban tres siglos de presencia de los europeos que se preocupaban únicamente en expoliar de manera desmesurada las riquezas naturales y el capital físico de los pueblos sometidos. Esta nueva situación promovió la emancipación de los pueblos del subcontinente americano que tomaron las riendas de sus destinos para acabar con el poderío de los latifundistas, el impuesto señorial y la abolición de la mita.
El impulso unificador de la lucha condujo al nacimiento de una nueva conciencia nacional y de la originalidad de la identidad cultural de América Latina. Los intentos de unificación de los pueblos autóctonos demostró más tarde la cristalización de las nuevas ideas políticas que predicaban la creación de una generación de dirigentes nacionalistas distintos de los que avasallaban la zona.
La herencia envenenada
Las discrepancias en el terreno político traducían las diferencias de posturas en el ámbito conceptual en cuanto a la manera de gestionar el peso de la herencia colonial.
La preocupación de los líderes políticos e intelectuales era la abolición del sistema colonial heredado en el afán de sustituirlo por unas estructuras económicas modernas y la generalización de la educación, la cultura y el respeto de la libertad de expresión.
Si en Brasil, la transición a la independencia se desarrolló sin graves conflictos, la situación de los pueblos que eran bajo el dominio español, fue distinta. El régimen colonial no había ni educado la población ni organizado políticamente el territorio. Al acceder a la independencia, nacieron fuerzas políticas desorganizadas que se quedaban atrapadas en la espiral de la anarquía, del populismo, de las guerras civiles y del totalitarismo.