Dos piezas magistrales del estallido social, pero los violentos, reconocibles en el vídeo de Robles, quedan anónimos en la foto de Morenatti
“¡Joder!, ¡Mi cámara, mi cámara!…” La escena dramática recuerda demasiado a los peores y más temibles tiempos de la represión franquista, desgraciadamente. Son los últimos segundos de los cerca de nueve minutos de grabación de vídeo de las cargas policiales en la manifestación del 25 de septiembre pasado en Madrid que ahora le han valido a su autor, Juan Ramón Robles, el Premio Ortega y Gasset en la categoría de Periodismo Digital.
En la misma línea de imágenes de escenarios de incidentes tras protestas en la calle se encuadra también el Premio de Periodismo Gráfico, que el jurado de los Ortega y Gasset otorga a Emilio Morenatti por su foto que muestra a la dependienta de un comercio aterrorizada tras los cristales rotos del establecimiento en los altercados que hubo en Barcelona durante la huelga general del pasado 29 de marzo.
Sobre el trabajo de Robles el jurado opina que es «la mejor imagen del estallido social del pasado mes de septiembre”, para añadir algo que ya está generando debate entre los profesionales: “(…) demuestra cómo las cámaras de los ciudadanos llegan a veces donde no pueden los medios audiovisuales”.
En el caso de Morenatti cabe señalar que este es el segundo premio que obtiene con dos imágenes de la misma secuencia. En los World Press Photo de este año, otra instantánea de Mireia Arnau, la dependienta, ésta llorando, con los ojos cerrados y tapándose la boca con la cara, se valió con un tercer premio en la categoría Temas contemporáneos.
World Press Photo 2012
Ante la fotografía de Morenatti el jurado se rinde al destacar que produce “emoción. “Uno siente el miedo de la dependienta”, destaca el jurado, para apostillar que “es la otra cara de los incidentes, la que sufre la ira de los violentos.
Una de cal y una de arena
Excepción hecha del género de fotografía de imagen fija o animada, a la vista está que los Premios Ortega y Gasset de Periodismo Digital y Periodismo Gráfico vienen a galardonar dos piezas similares en cuanto a temática, datos de oficio, factura técnica y resultado -impacto visual-. Pero más allá de la estética visual de la violencia, por desgarradora que ésta sea, está el “asunto” de la lectura última de la imagen.
Los sufridores, los violentados, son los mismos en ambos casos: el pueblo, pero los violentos solo son visibles en el vídeo de Juan Carlos Robles, en el que las cargas de los agentes en el interior de la estación de Atocha en Madrid el 25-S muestran en toda su crudeza la brutalidad de la represión policial. En la foto de Morenatti, los autores de los impactos en los cristales pueden ser manifestantes violentos, lo mismo que disparos de pelotas de goma de los policías… o impactos asestados a la cristalera por infiltrados.
La foto no lo dice. Cuando se le hace decir a una imagen en el pie de foto algo que la propia foto no dice, ahí estamos de lleno en el territorio resbaladizo de más que dudosa ética que es la manipulación de la imagen.
Dicho de otra manera, tan cierto es que una imagen vale más que mil palabras como que hay que medir con una objetividad a prueba del más severo examen deontológico las quince palabras que se redactan en el pie de foto. Con los meros datos de localización de la imagen es suficiente. A partir de ahí, los sentimientos, la interpretación política, ideológica, etcétera de la lectura de la foto pertenece a la antesala de las opiniones personales o corporativas.
En el sacrosanto territorio de la información solo cabe, máxime en la redacción del pie foto, atenerse estrictamente a responder a las preguntas de la noticia que hagan al caso. Que en la foto de Morenatti son simplemente ‘cuándo’ y ‘dónde’. El ‘cómo’ ya lo cuenta la foto y el ‘¿por qué?’ pertenece a editorialistas y columnistas. El ‘quién” que interesa tiene única y exclusivamente dos respuestas: el autor, Emilio Morenatti, y la chica que vemos en la foto, Mireia Arnau. Punto final.