Miguel Ortega, sevillano de Los Palacios, Lámpara Minera 2010 y la voz privilegiada de la cantante multiestilos malagueña Diana Navarro abrieron las galas dobles el viernes 3 de agosto en el auditorio del modernista Antiguo Mercado de La Unión.
Miguel Ortega y su guitarrista habitual Manuel Herrera. Una pareja que se entiende, que sabe muy bien lo que significa mantener referencias del flamenco más histórico, cuando el cante y la guitarra eran sus únicos lenguajes, cuando el cantaor se hacía el compás y de compás sabe mucho Miguel Ortega.
La voz fina y profunda de Miguel, con su añadido de gotitas de aguardiente la redondean como voz flamenca muy personal. Se ve que disfruta con el cante adelante, la máxima responsabilidad para un cantaor. Entra en escena recordando una noche de 2010, con la Minera que cantó tras recibir la Lámpara Minera. “He vuelto como fui”, dice a modo de saludo lleno de respeto al público. Y en esa Minera emplea a fondo todos sus recursos vocales, que no son pocos.
La verdad es que esta noche cantaor y guitarrista se vuelcan. Siguen por Tarantos, otro de los cantes de la región. Y cuando un sonoro picado de la guitarra anuncia unas Alegrías sabemos que nos aguarda una lección de cante y toque durante todo el recital. Ambos son maestros de la afinación, de la melodía, de la polivalencia.
Siguen por una extensa ronda de Soleares, con la que recorren todos los puntos de Sevilla a Cádiz, pasando ¡cómo no! por el triángulo más flamenco de España. Y como colofón al capítulo sorprende con una Soleá apolá de las que marcan esencias.
Un recorrido por Tangos que incluyen a Badajoz. Miguel Ortega, además de una lección de cante, da otra, magistral, de conocimiento de todos los palillos de los palos del flamenco. Sigue en esa línea cuando ataca por la Seguiriya de Manuel Torre, marcada por un compás a golpe de pie a dúo de cantaor y guitarrista. Se gustan, disfrutan con sus entradas y salidas. Parece que la noche alcanza su zénit, pero aún queda mucho por escuchar y sentir, y eso que ha llegado el punto de sentir el corazón en la mano. Ensimismamiento de la sala, invadida de un respeto lleno de silencio, hasta el momento en que estalla el aplauso final.
Por Tientos, Cantiñas y hasta una Romera ensambladas, cante tras cante, con un tocaor que construye con sentido cada ritmo, haciendo del acompañamiento un arte imprescindible. Vamos llegando al final de la primera gala, que sigue con repertorio clásico, ahora por Bulerías, en las que no faltan las lentas lebrijanas, las rítmicas y ágiles del jerezano barrio de Santiago ni las bulerías al golpe de la Plazuela.
En la despedida no podían faltar los Fandangos de Huelva, recordando a ratos la manera de Paco Toronjo, alosnero racial, el maestro de maestros en el cante más representativo de esta provincia. Un recital diseñado para la Catedral del Cante.
El recital de Diana Navarro
La otra cara de la moneda. Del flamenco más clásico a la heterodoxia pura. Diana Navarro posee una voz prodigiosa que ella gestiona con solvencia. Afina, se hace sutil, se desgarra, derrocha potencia, hace lo que quiere y lo hace bien.
Esta noche en la Catedral del Cante de La Unión presenta canciones de su último trabajo discográfico por ahora, Resiliencias que ya lleva navegando un par de años, que ya es música muy conocida, muy representada por muchas esquinas de este mundo.
Diana es de las artistas que gusta de comunicarse con su público y se agradece. Ella sabe que la comunicación directa con el público es parte importante de la profesión. Y de Resiliencias ofrece un amplio ramillete de canciones acompañada de un quinteto de músicos: Guitarra eléctrica, contrabajo, batería, teclado y flauta.
Canciones como Yo me voy a querer, Los niños no, una canción que emociona, un alegato en defensa de los derechos de los niños. Hay que decir que las letras de las doce canciones de este álbum son de Diana Navarro y hay que añadir que son poemas de gran calidad y sentimiento, que muestran a una Diana polifacética. Muchas canciones en las que cuenta historias propias, desnuda su alma, algo así como una terapia para remontar alguna crisis, como en Desnuda vengo aquí. Toca todas las emociones humanas, así como en El perdón, Haz conmigo lo que quieras, Eres tú. Pero con la que hace época es con Olivia Ovidia, una canción para el absoluto lucimiento de las capacidades y belleza de su voz. Incluye canciones de otros álbums anteriores. Brindo por ti, (de “24 Rosas”)
En la segunda parte de su concierto hace un retorno al flamenco, eso sí, a un flamenco “a lo Diana Navarro”, porque es tan personal y original que lo hace imposible de clasificar de otra forma. Ella y su voz magnífica al servicio del cante. Aquí está acompañada por un guitarrista, Juan Antonio Suárez y a las palmas y coro por Antonio Campos.
Y en honor a la tierra y al recuerdo de que una vez pensó presentarse a concurso en el Cante de las Minas pero al final no lo hizo, se arranca por Minera y Taranta. Luego van sucediéndose la Campanera, un homenaje A Caracol y Valderrama, la Farruca del Tran, por bulerías y por fandangos y para rematar la faena su canción posiblemente más de culto, quizá la retrató en alguna ocasión de su vida porque aparece en más de un álbum. La desgarradora Sola cantada por granaína, que casi hace llorar de emociones y posibles identificaciones…
Diana sabía que así debía terminar su concierto para dejar memoria de él.
