Costa Rica alberga esta semana la Vª Reunión de Estados Partes a la Convención sobre las municiones de racimo (ver texto completo) adoptada en el marco de las Naciones Unidas en el año 2008. Se trata de bombas o municiones cuyos efectos son particularmente devastadores para las poblaciones civiles, al contar con un dispositivo que se activa para liberar subcargas explosivas en un radio mayor, sin discriminar a poblaciones civiles de objetivos militares.
La Convención las define de la siguiente manera: «Por munición en racimo se entiende una munición convencional que ha sido diseñada para dispersar o liberar submuniciones explosivas, cada una de ellas de un peso inferior a 20 kilogramos, y que incluye estas submuniciones explosivas«. El uso de este tipo de municiones en los conflictos armados, sean estos internacionales o internos, explica la enorme cantidad de civiles que mueren o son gravemente heridos durante operaciones militares que incluyan bombardeos masivos. Las subcargas que no explotaron suelen a menudo permanecer meses y años después del conflicto en los suelos, provocando muertes y heridas profundas en las poblaciones rurales cuando son activadas: muchas veces, ello ocurre por la acción de niños jugando o de campesinos labrando la tierra.
El artículo 1 de esta convención fija el objetivo principal para los Estados que aceptan ser parte de ella, al estipular que: «1. Cada Estado Parte se compromete a nunca, y bajo ninguna circunstancia: a) Emplear municiones en racimo; b) Desarrollar, producir, adquirir de un modo u otro, almacenar, conservar o transferir a nadie, directa o indirectamente, municiones en racimo; c) Ayudar, alentar o inducir a nadie a participar en una actividad prohibida a un Estado Parte según lo establecido en la presente Convención. 2. El apartado primero de este Artículo se aplica, mutatis mutandis, a bombetas explosivas que están específicamente diseñadas para ser dispersadas o liberadas de dispositivos emisores fijados a aeronaves. 3. La presente Convención no se aplica a las minas«.
Para tener una idea del uso que puede hacer un Estado de este tipo de municiones, en el año 2006 un alto responsable militar de Israel reconoció públicamente que Israel lanzó más de un millón municiones de racimo en el sur del Líbano (ver nota de Haaretz del 12/09/2006), equivalente a unas 1800 bombas. Unos años antes, (2003), las operaciones militares de Estados Unidos y de Reino Unido en Irak significaron el lanzamiento de unas 1276 bombas con municiones de racimo (1206 por parte de EEUU, 70 por parte de Reino Unido): se lee en efecto en un informe del Senado francés (ver informe) que: «Human Rights Watch, citant les chiffres fournis par la coalition, indique que les forces aériennes américaines auraient utilisé 1 206 bombes d’aviation à sous-munitions et les forces aériennes britanniques 70, ce qui porterait à un peu plus de 200 000 le nombre total de sous-munitions dispersées par voie aérienne. Ces frappes visaient des objectifs militaires tels que des forces blindées, des sites de lancement de missiles ou des positions d’artillerie«.
Irlanda, Noruega, Sierra Leone y el Vaticano fueron los primeros en ratificar de manera simultánea este instrumento, el 3 de diciembre del 2008. A la fecha, 84 Estados son parte a esta Convención (ver listado oficial): por parte de América Latina figuran Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay. España, cuya industria armamentista durante muchos años produjo gran cantidad de municiones de este tipo (ver nota de El Pais) decidió ratificar la Convención en junio del año 2009.
Por parte de los Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, únicamente Francia y Reino Unido son parte a esta convención. A la fecha, la lista de los Estados partes no incluye a los principales productores de este tipo de municiones, a saber China, Corea del Sur, Egipto, Estados Unidos, India, Israel y Rusia (ver nota).
Se lee que para el Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica, «Debemos seguir censurando a quienes fabrican estas armas, las producen, las distribuyen y presumen de ver aumentando sus ingresos a raíz de la venta de este armamento de altísimos costos humanitarios» (ver nota de prensa).
Una interesante iniciativa de una ONG en los Paises Bajos dio a conocer recientemente la lista de entidades privadas que financian directa o indirectamente a las empresas productoras de municiones de racimo en el mundo, formando parte de lo que denomina el «Hall Shame»(ver informe completo titulado «Worldwide investments in Cluster Munitions. A shared responsibility» disponible al final de este enlace).
Las bombas de racimo surgieron bélicamente para aniquilar a tropas bien resguardadas y atrincheradas en tierra, o para aniquilaciones masivas de tropas de infantería. Con tal sistema, se desprenden muchas bombitas que explotan por todos lados, anulando en gran medida la protección de trincheras, hondonadas, cuerpo a tierra, etc. De la literatura, me percato que desde la Guerra Civil de los EE.UU. (s. XIX) que en concepto militar, se ataca a la población civil para aniquilar al enemigo u obligarlo a capitular (el general Shermann hizo polvo a ciudades del sur, quemó haciendas, plantaciones, etc.). Si la guerra civil de EE.UU. hubiera sido únicamente de soldado a soldado, el resultado pudo ser otro.
En la primera Guerra Mundial, lo característico fue lo estático. Miles de soldados atrincherados mirándose cara a cara frente a otros, enemigos, igual de atrincherados un poco más allá. Cada cierto rato se atacaban y aniquilaban en una «tierra de nadie»; esa si que fue una guerra de mortandad de soldados. Franco, bombardeo poblacion civil en zonas republicanas, en la Guerra Civil Española. En la Segunda Guerra Mundial, los civiles del enemigo fueron gran objetivo de Alemania y de todos (los aliados hicieron una fogata con Dresden, con bombas incendiarias); y la «guinda de la torta», EE.UU. derrotó a Japón con ¡dos bombas atómicas lanzadas encima de dos ciudades! En la Guerra de Vietnam, el tío Sam descargaba y descargaba bombas sobre ciudades del Vietnam del Norte y otros puntos.
Así que es directa la conclusión. Cuando hoy hablamos de guerra, salvo puntualmente, no es el soldado el que tiene más riesgo de morir o salir herido: es la población civil indefensa, la cual numéricamente aportara más bajas.
Como dijo irónicamente Stalin respecto a la guerra mundial, de que la vida de una persona es muy dolorosa, pero cuando son miles es un dato estadístico.
¡Terrible! pero…cierto.
La crueldad y sufrimiento de la población civil es, en la actualidad, el factor quizás más desequilibrador de la balanza para ganar una guerra.
Y los ejércitos, sean azules, rojos, blancos, grises, son iguales. Sus técnicas son las mismas.
Muerte arracimada pudiéramos llamarla. Se trata de una bomba de alto porcentaje de error tanto en la dirección como en la capacidad de explosión por lo que frecuentemente causa estragos en objetivos no militares o permanece activa enterrada o en la superficie y explota tiempo después al ser movida. Las normas – como la Convención sobre bombas de racimo – no son suficientes para enfrentar el ansia de dominación de países que desean apoderarse de fuentes económicas del mundo e inician, propician o financian el dolor ajeno. Tener una ley no basta para evitar aquello que se quiere prohibir.