El presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Malikgulyyewic Berdymukhamedov, de 63 años, quien a su llegada a la presidencia en 2006 adoptó el apodo de «Arkadag» (protector), islamistá y autócrata que ha continuado con el culto a la personalidad copiado de Corea del Norte que instauró su antecesor, inauguró el pasado 10 de noviembre una estatua gigante de seis metros de altura, forrada con panes de oro, de un alabai, una raza de perros muy apreciada en esta república de Asia Central que formó parte de la URSS y que, a pesar de su independencia, sigue manteniendo una obediencia ciega a Rusia, según información del canal público británico BBC.
Colocada en pleno centro de la capital turkmena, Achgabat, la estatura se complementa con una pantalla LED en el pedestal que emite en bucle imágenes de esta raza canina de pastores asiáticos, una debilidad del presidente turkmeno que en 2019 elevó al alabai a la categoría de símbolo nacional y regaló un ejemplar al presidente ruso, Vladimir Putin.
La BBC ha destacado en su información que el lujo de la estatua contrasta con la pobreza del país que ocupa el lugar 108 en la clasificación por el índice de desarrollo humano de 2019, y según Transparency International el lugar 161 en una escala de corrupción de 180 países. Para la ONG Human Rights Watch, «Turkmenistán sigue siendo uno de los países más represivos del mundo, y presenta un balance desastroso de los derechos humanos».
El objetivo de la estatua es homenajear a un animal que lleva cuatro mil años acompañando a los nómadas de la región y servir para reforzar el sentimiento de orgullo nacional, un honor que comparte con el caballo de la raza Akhal-teke.
Gurbanguly Malikgulyyewic Berdimuhamedow, hijo de un oficial ruso retirado en 1982 con el grado de teniente coronel de policía, y nieto de un maestro que luchó en la Primera Guerra Mundial, fallecido en el seísmo que arrasó la capital turkmena en octubre de 1946, es doctor en medicina y ha ejercido como dentista.
Fue nombrado presidente interino en diciembre de 2006, a la muerte de su antecesor Nyazov, y aunque la Constitución del país no permitía que quien ocupara ese cargo pudiera presentarse como candidato a la presidencia, propició una modificación constitucional y se presentó por el Partido Democrático de Turkmenistán, el único hasta 2012, sucesor al romperse la URSS del Partido Comunista de la República Socialista Soviética de Turkmenistán, nacionalista teñido de socialismo y defensor de una «neutralidad permanente». En 2012, Gurbanguly Berdimuhamedow fue reelegido con el 97,14 por ciento de los sufragios, y en febrero de 2017 mejoró su record alcanzando el 98 por ciento.
Los analistas internacionales califican el régimen de Turkmenistán de dictadura «con proyectos faraónicos», como un supuesto «Palacio de la felicidad» inaugurado para celebrar los veinte años de independencia, o la estatua de veintiún metros de altura, inaugurada en 2015 en el centro de Achgabat, de su antecesor Saparmurat Niazov, quien inauguró el culto a la personalidad que hoy rige en el país y se hizo construir en oro su propia estatua, giratoria para que siempre estuviera de cara al sol.