Günter Grass se despide de ustedes

Se publica “De la finitud”, el libro póstumo del Nobel alemán

Cuenta Günter Grass en este libro, “La finitud” (Alfagurara), con el que se despide de la literatura y de la vida, que cuando su esposa y él advirtieron los primeros avisos de la cercanía de la muerte, llamaron a Adomait, su carpintero de siempre, el que hizo las estanterías para los libros y los trabajos de madera de la casa, para encargarle que construyese las dos cajas que iban a servirles de ataúd.

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Xulio Formoso: Gunter Gras

Le dieron instrucciones sobre las medidas y la forma, “sin ese estrechamiento hacia los pies”, y también encargaron el material, abedul y pino. Cuando se las llevaron a casa las guardaron en el sótano hasta que les llegase la hora, aunque no resistieron la tentación de probarlas, y un día se metieron en ellas para ver si eran todo lo confortables que parecían.

Cuando volvieron a guardarlas en su sitio, su mujer le dijo a Grass que lamentaba no haberle hecho una fotografía: “Parecías tan contento…”. Una noche, mientras veían la televisión, unos ladrones entraron en el sótano de la casa y, sin que se dieran cuenta, se llevaron las dos cajas. Günter Grass y su esposa, perplejos, nunca se explicaron para qué las podían querer.

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Alfaguara, portada de Finitud, de Günter Grass

“De la finitud” es un título que explica en sí mismo su contenido. Günter Grass escribe en textos breves, poemas sencillos y dibujos a lápiz, los pensamientos que invaden a una persona que vive los últimos años de su existencia. Lo hace con la sensación de quien se agarra a la última rama antes de precipitarse a un abismo y desde allí lanza una última mirada a todo lo que amó en la vida, a su familia, a sus amigos, a los libros, a los sabores (almendras tostadas por Navidad), a las ciudades y a los paisajes que recorrió tantas veces…

Lo hace con nostalgia pero también con humor, ese humor característico que el escritor mostró en tantos pasajes de sus obras y que aquí aplica sobre sí mismo, en un autorretrato en el que muestra sin pudor el último diente que le queda. Hay en estas páginas referencias a la actualidad (el drama de los inmigrantes, la guerra de Siria, Grecia, la Mamá Merkel), a los libros que escribió, al sexo (“Adiós a la carne”) y reflexiones sobre la muerte y sobre la vida (“¿es nuestra vida sólo un sueño?”), sobre el origen de la humanidad y el destino, sobre Dios y la religión: “No podía recordar cuándo exactamente empezó a derretirse mi fe de niño como un helado de vainilla”.

“De la finitud” es un largo poema en verso y prosa poética, con ilustraciones de naturalezas muertas, realmente muertas, en el que Günter Grass se va despidiendo de la vida. Es una despedida sin dramatismo ni arrepentimiento, exenta de ajustes de cuentas y de agradecimientos fuera de lugar, escrita “con dolor otoñal”, en el invierno de una vida plena de experiencias. El único agradecimiento es el que dedica a su máquina de escribir Olivetti, a la que llama su amante (“hizo muchos hijos con ella/que son mayores desde hace mucho”), su compañera de tantas horas y de tantos años, hasta en vacaciones, para la que ya no encuentra cintas de repuesto para seguir escribiendo. Un día, ¡sorpresa!, llegó a su casa un paquete lleno de esas cintas para la Olivetti, un paquete que un grupo de estudiantes de un instituto de España le envió después de conocer su dificultad para encontrarlas en el mercado: “calculo que me bastarán hasta el final”.

Un día de verano, a la vuelta de un viaje a Polonia, Günter Grass y su mujer se encontraron en el sótano de su casa con las cajas que un día habían sido robadas y que ahora estaban de vuelta. Había en su interior, reposando sobre un papel de seda, dos ratones muertos “de una delicada belleza”, que Günter Grass dibujó de inmediato. El dibujo es uno de los que ilustran este bello libro, el último regalo de Günter Grass a sus lectores.

Un talento renacentista

Además de novelista, poeta, ensayista y autor de teatro, Grass era también pintor, dibujante, grabador y escultor, una formación adquirida en las Academias de Bellas Artes de Düsseldorf y Berlín. En “Pelando la cebolla” Günter Grass contó su vida a la manera de ir regresando hacia atrás en el tiempo, partiendo desde el año 2006, hasta sus recuerdos más alejados, a la manera de cómo se van desgajando las capas sucesivas de una cebolla.

Cuando murió, en 2015, Günter Grass era el escritor más conocido de la literatura contemporánea alemana, continuador de la tradición literaria de Thomas Mann y Alfred Döblin y creador de la novela emblemática de la posguerra mundial, “El tambor de hojalata”, que escribió en París en 1959. En esta obra muestra el ascenso del nazismo desde la perspectiva de un niño que se niega a crecer, un personaje que bien podría ser su ‘alter ego’, trasunto de un pícaro marginal y antipático que busca el protagonismo en una sociedad obsesionada por el afán de reivindicar la patria perdida.

Grass era también un excelente memorialista, actividad a la que dedicó no pocos de sus libros (“Mi siglo”, “Cinco decenios”, “Pelando la cebolla”). Además, en buena parte de sus novelas, como en la trilogía de Danzig (que inicia con “El tambor de hojalata” y continúa con “El gato y el ratón” y “Años de perro”), introduce también recuerdos de su vida. Había nacido en 1927 en la ciudad de Danzig (la actual Gdansk), cuando aún pertenecía a Alemania, en el seno de una familia de creencias religiosas diversas (su padre profesaba el protestantismo frente al catolicismo de su madre, de origen polaco), en un ambiente multicultural donde convivían alemanes, polacos y judíos, testigos, entre la euforia y el espanto, del ascenso del nacionalsocialismo.

Alistado en la Waffen SS (su padre era un convencido militante nazi), durante la guerra estuvo destinado en un destacamento de tanques y fue hecho prisionero por los americanos. La revelación que hizo en “Pelando la cebolla” de haber sido un entusiasta de las juventudes hitlerianas en su adolescencia provocó un gran escándalo y hubo quienes le reprocharon haber ocultado este episodio de su pasado. Sus experiencias como testigo del ascenso del nazismo le sirvieron también para desarrollar una literatura en la que mezcla el análisis político con la crítica social a la pequeña burguesía, de donde provenía y en la que sitúa la génesis del nacionalsocialismo.

Después de la guerra, consciente del sinsentido de la barbarie nazi, Günter Grass se convirtió en uno de los críticos más incisivos de la tragedia en la que Hitler sumió a Alemania durante un largo periodo de su historia. Pero también fue duro contra el régimen de la Alemania del Este (“una cárcel de 18 millones de personas”), aunque sin fomentar el anticomunismo, como hicieron algunos de sus coetáneos. En 1955 se unió al Grupo 47, formado por escritores jóvenes cercanos a la ideología del partido socialdemócrata alemán, y simpatizantes con el comunismo: Ingeborg Bachmann, Martin Walser, Hans Magnus Enzensberger, Hans Werner Richter y Alfred Andersch. En los años sesenta y setenta apoyó a Willy Brandt en su carrera hacia la cancillería alemana. A esa etapa pertenecen sus obras más politizadas: “Anestesia local” (en la que incluye reflexiones sobre el Mayo del 68) y “Diario de un caracol” (sobre la campaña electoral de Willy Brandt). Sus siguientes novelas, de tono apocalíptico, “El rodaballo” y “La ratesa”, serán más literarias.

Otro de los posicionamientos políticos que provocaron también fuertes polémicas fue el de su crítica al proceso de unificación alemana tal como se llevó a cabo, que trató en su novela “Es cuento largo”. Y también sus críticas al gobierno israelí por los métodos de su enfrentamiento a los palestinos. Entre sus últimas obras destaca “A paso de cangrejo”, sobre el sufrimiento de la población civil durante la guerra, donde narra a través del naufragio del buque de pasajeros “Wilhelm Gustloff”, torpedeado en 1945 por un submarino ruso, un episodio silenciado durante años. A él alude también en “De la finitud”, en un texto que titula “Última esperanza”, a través de la metáfora de un crucero en el Mediterráneo.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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