Se llama Catherine Connolly, tiene 68 años y acaba de ser elegida presidenta de la República de Irlanda con el 63 por ciento de los votos. Será la tercera mujer en asumir la presidencia de su país.
Candidata independiente, no partidista ni partidaria, aunque apoyada por los partidos de la izquierda, pareció ser una candidata marginal cuando a principios del verano declaró su aspiración presidencial.
Su única rival de facto ha sido Heather Humphreys, de 65 años, candidata del partido Fianna Gael, conservador, uno de los partidos tradicionales de Irlanda.
Humphreys pertenece a una familia presbiteriana con tradición protestante y orangista, pero se declara también republicana irlandesa. Ha obtenido un 29,5 por ciento de las papeletas de voto, menos de la mitad que la vencedora de la elección.
Un tercer candidato, Jim Gavin, considerado centrista, del Fianna Fáil, ha obtenido un siete por ciento de papeletas a su favor, a pesar de que anunció su retirada el 5 de octubre tras la publicación de un escándalo relacionado con una deuda privada. Gavin se retiró de la campaña, pero por motivos legales sus papeletas no fueron retiradas del proceso electoral. De ahí surge ese 7 por ciento a su favor, aunque ya estuviera ausente del tramo final de la campaña y de la carrera presidencial.
Hay que citar la baja participación en las urnas (un 46 por ciento) y un elevado número de votos voluntariamente nulos que expresan desencanto político y protesta por la escasez de candidaturas en esta ocasión.
Se considera a Catherine Connolly una política independiente, aunque con puntos de vista claramente de izquierdas. “Seré una voz por la paz, que se apoyará en nuestra posición [tradicional] a favor de la neutralidad, una voz integrada contra la amenaza existencial que representa el cambio climático”, ha declarado Connolly en inglés y gaélico tras conocer su victoria.
También se ha referido a su defensa “de los valores de la diversidad”, sin renunciar –lo ha repetido– a la identidad irlandesa.
Sus críticos la han calificado varias veces como una personalidad “inflexible y dogmática”. Otros estiman que tiene puntos de vista muy radicales que pueden dañar las relaciones de Irlanda con los Estados Unidos y la Unión Europea.
Catherine Connolly ha prometido servir también a quienes votaron contra ella u optaron por el voto nulo para protestar contra la falta de opciones.
En el diario liberal-conservador The Irish Times han considerado que el Sinn Féin es uno de los ganadores de esta elección, porque su líder Mary Lou MacDonald supo apartarse de la carrera presidencial para unirse a quienes iban sumando apoyos progresistas a favor de la independiente Catherine Connolly.
En Irlanda, la presidencia carece de casi todos los poderes ejecutivos y se sitúa más bien en un ámbito honorífico y ceremonial. Pero Connolly ha recibido el voto joven, del laborismo de izquierda, de los verdes y el apoyo del Sinn Féin (nacionalista de izquierdas, antiguo brazo político del IRA); de modo que podemos considerar su elección como un voto de castigo al gobierno de centro derecha del Fianna Fáil y el Fine Gael (conservador, democristiano), que conforman el gobierno actual.
La carestía de la vida y la crisis de la vivienda se han convertido en pilares de la victoria de la candidata izquierdista. Connolly es el símbolo del cambio.
La presidenta electa es una defensora de la continuidad de la neutralidad de su país y no ha dudado en airear sus puntos de vistas propalestinos, además de referirse al “militarismo” de Estados Unidos y el Reino Unido como factor clave del genocidio en Gaza. Es conocido su apoyo a las causas igualitarias y feministas, así como a las personas LGBTQ.
Catherine Connolly ha sido vicepresidenta del parlamento irlandés; sin embargo, cuando se declaró candidata, no era demasiado conocida por la ciudadanía de su país.
Nació en el seno de un familia muy numerosa de clase trabajadora y perdió a su madre cuando tenía nueva años. Su padre era carpintero de trabajos navales.
Los presidentes de Irlanda, desde la proclamación de la República (tras el período del Free State, en el que seguía habiendo un desvaído vínculo con Londres), apenas han sido un elemento simbólico del país hasta 1990 en que fue elegida Mary Robinson (1990-1997).
Ella y sus sucesores Mary McAleese (1997-2011) y el presidente saliente Michael D. Higgins (2011-2025) han sabido convertir su discurso en un factor significativo de la política irlandesa, sin salir de su rol institucional.
En la escena internacional, han logrado aparecer como una referencia moral para los ciudadanos irlandeses y –en ocasiones– también de otros países.
Aquí en España necesitamos urgentemente una Connolly independiente con ideas de justicia social, con el bienestar y calidad de vida ciudadana, no armamentista, defensora de la regeneración del planeta como candidata a la presidencia del gobierno.