Por una cantidad que oscila entre cien mil y varios millones de dólares, los «ricos» del planeta pueden darse el lujo de comprar una nacionalidad, como ha ocurrido la semana pasada en Londres donde, según la información publicada en el diario británico The Guardian, en el Roseewood Hotel se “pusieron a la venta” pasaportes de las islas caribeñas de Santa Lucía y Antigua y Barbados, así como de los países europeos Albania, Malta, Montenegro y Chipre.
Tres primeros ministros y representantes de las demás naciones que ofrecían pasaportes acudieron, junto con trescientos posibles interesados y curiosos, a la cita organizada por la sociedad Henley and Partners, una empresa que se describe como “líder global en planificación de residencia y ciudadanía” lo que en román paladino significa “compra y venta de nacionalidades”.
Allen Chastanet, primer ministro de Santa Lucía -pequeño estado miembro de la Comunidad del Caribe, de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Mancomunidad de Naciones, que desde 1663 cambió catorce veces de manos entre el Reino Unido y Francia, hasta que en febrero de 1979 se convirtió en estado independiente, explicó a los asistentes que era posible conseguir en tres meses un pasaporte de la isla “a cambio de una contribución al fondo económico nacional”, que cifró en 100 000 dólares. Y les recordó que con ese pasaporte se puede acceder sin necesidad de visado al espacio Shengen, el Reino Unido, Hong Kong y Singapur.
Junto a Chastanet se encontraban los primeros ministros de Montenegro, Albania, un ministro maltés, un embajador de Antigua y Barbuda y unos cuantos representantes de Chipre. Por su nacionalidad este último país, miembro de la Unión Europea, pide dos millones de euros.
El procedimiento es legal, recuerda la información del Guardian, pero a las autoridades europeas no les entusiasma. En un discurso pronunciado en enero de 2019, la comisaria checa de Justicia, Consumidores e Igualdad de género, Vera Jourová, explicó que, además de considerar que la “venta de nacionalidades” es una injusticia, había encontrado en esta práctica “riesgos de seguridad, blanqueo de dinero, corrupción y fraude fiscal” ya que entre los compradores “se da una cierta tendencia a ser condenados por distintos delitos, con frecuencia financieros”.
Para corroborarlo, cinco ciudadanos malteses que habían comprado su nacionalidad están condenados por delitos financieros y, hace apenas unos días, las autoridades de Chipre anularon el pasaporte de un tal Jho Low, un fugitivo de Interpol de origen chino-malasio de 37 años, licenciado en la famosa escuela londinense de estudios económicos Harrow, implicado en el escándalo financiero de los fondos de inversiones 1MDB (1Malaysia Development Berhad), donde era consejero cuando desaparecieron 4,5 miles de millones de dólares. Jho Low es el protagonista de la increíble historia de lujos (yate, cuadros de Picasso, Van Gogh, Monet y Basquiat, fiestas de cumpleaños millonarias, obras de caridad concretadas en escuelas y hospitales desde su fundación Jinwhel) y corrupción contada por dos periodistas del Wall Street Journal, Tom Wright y Bradley Hope, en el libro «Billion Dollar Whale» (al parecer, el nombre amistoso con que se menciona a un buen cliente en los casinos y clubes nocturnos estadounidenses).