El escritor Jorge Edwards rescata del olvido a una luchadora antinazi en “La última hermana”, una biografía novelada de una tía del escritor
De vez en cuando la investigación histórica, los testimonios de algunas personas o la casualidad, rescatan del olvido acontecimientos y personas que realmente merecen ser recordadas por haber prestado un servicio a la sociedad en circunstancias difíciles, muchas veces arriesgando la vida.
En esta ocasión es una novela la que trae a nuestro conocimiento la existencia de una mujer de la que casi nadie tenía noticia sino sus allegados más próximos. María Edwards MacClure fue una chilena de clase alta que fijó su residencia en París con su esposo al terminar la Gran Guerra, tras una corta estancia en Londres, y que decidió no abandonar la ciudad cuando los nazis la invadieron durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los requerimientos de su familia chilena y de su hija, a la que dejó en su país de origen tras la muerte de su esposo.
En París se había formado como mujer y como persona y había tejido una red de amistades con las que desarrollaba una amplia diversidad de actividades. La escritora Colette, el poeta Vicente Huidobro y Jean Cocteau, por ejemplo, fueron algunas de esas presencias decisivas a lo largo de su vida en la capital francesa. En París se suicidó su marido, en una trágica tarde de primavera, y en París conoció algunas de las personas a las que amó profundamente.
A pesar de que podía haber vivido holgadamente y sin riesgos durante la ocupación nazi, María decidió ayudar económicamente a los judíos perseguidos por el nacionalsocialismo y salvar la vida de niños recién nacidos cuyas madres eran trasladadas a los campos de concentración. Con riesgo de su vida, burlando la vigilancia de la Gestapo, sacaba ocultos bajo su capa de enfermera a los bebés que habían nacido en el Hospital Rotschild, un centro judío en el que prestaba voluntariamente sus servicios como asistenta social.
En este hospital vivió de cerca el drama de la represión nazi. Diariamente era testigo de la llegada de muertos, heridos, niños abandonados que eran ingresados allí. Su aventura la cuenta ahora el escritor chileno Jorge Edwards en “La última hermana” (Acantilado), una biografía novelada de María, quien fue uno de los más admirados familiares del escritor.
Entre la realidad y la ficción, Jorge Edwards describe el ambiente de represión que se vivía en el París ocupado, los riesgos que corrían los miembros y los simpatizantes de la Resistencia, la tupida red de espionaje a la que estaban sometidos los sospechosos de colaborar con los opositores al nazismo. A la violencia ejercida por la ocupación se unía la escasez de aprovisionamiento, los cortes de gas y de luz, la precariedad general. Por las páginas de “La última hermana” desfilan personajes que tuvieron o pudieron tener relación con María Edwards MacClure: el almirante y espía Wilhelm Canaris, el escritor alemán Ernst Jünger, el cineasta Luis Buñuel, el pintor Pablo Ruiz Picasso, el fotógrafo Man Ray, el artista Marcel Duchamp… Utilizando algunos datos de su poco conocida biografía, rescatada de cartas y diarios, así como la documentación de la época en la que se desarrollan los acontecimientos y el ambiente social y cultural del París de aquellos años, Jorge Edwards ha escrito con intensidad narrativa la peripecia de esta mujer acostumbrada al lujo y a las comodidades, desde sus años de opulencia a los de declive, con momentos trágicos, como el de su detención, y otros felices, como el de la liberación de París por las tropas aliadas. Abandonó París, después de haber sido engañada por un estafador profesional de los que medraron al finalizar la guerra, pobre y enferma, acompañada de su compañero René Núñez Schwartz, hijo de una judía sefardí y prófugo de la guerra civil española.
A su regreso a Chile, su país ya no es el paraíso que había dejado en su juventud. Ahora es un país pobre y decadente, en el que además se siente y la hacen sentirse extranjera. Aunque vivirá en Chile hasta el final de sus días (murió durante los años de la presidencia de Salvador Allende) París ya será su patria para siempre, para los años que le queden de vida.
A pesar de los sufrimientos y de las torturas a las que fue sometida por los nazis (narradas con intensidad dramática por Jorge Edwards), para María la ocupación alemana fue un tiempo trágico, pero también instructivo, en el que sobre todo aprendió a ser persona.