El Auditorio Nacional, Sala de Cámara, proyecto Andalucía Flamenca, que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical junto al Instituto Andaluz de Flamenco, ofrece hasta abril 2016, una serie de conciertos con periodicidad mensual de grandes artistas del flamenco. En noviembre, viernes 27, ha tenido lugar la actuación de María Toledo, acompañada por Jesús del Rosario a la guitarra, Víctor Guadiana al violín, Rube El Moreno y Jacob Quirós a cargo de coros y palmas; a la percusión Julio El Indio. Ella es la única artista flamenca que acompaña su voz con el piano.
María ha presentado en este concierto su último trabajo discográfico, conSentido, que ella define como el tiempo entre los versos del piano, y es que la poesía está muy presente en este trabajo mimado, cuidado. María es la única artista flamenca que acompaña su voz con el piano compartiendo protagonismo. Lo del piano es fruto de su estudio y titulación por el Conservatorio Jacinto Guerrero de Toledo. Es licenciada en Derecho. Se inició en el flamenco a los ocho años. En su aprendizaje ha recorrido el camino desde las antiguas maestras, como Tía Anica la Piriñaca, Fernanda de Utrera, La Perla de Cádiz, la Niña de los Peines. Dejó estela de su paso por la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, por las peñas, participando en muchos concursos, con el Ballet Nacional de España, colaborando con los grandes, Manolo Sanlúcar, Pepe Habichuela.
Dice María: Yo estaba acostumbrada a cantar como siempre, con un guitarrista, en actuaciones en las que trataba de seguir las líneas canónicas, sin emular al pie de la letra a los clásicos, con mi propio concepto y estilo. Pero en mis momentos de intimidad, tocaba el piano. Y un día me pregunté: ¿Y si además de interpretar a Bach, Chopin o Bela Bartok, toco flamenco acompañándome a mí misma? Ese fue el principio.
María nunca ha tratado de imitar a nadie, siempre ha querido estar al margen del academicismo, ser ella misma, correr riesgos para encontrar su propio lenguaje en el flamenco, un género que ama y cuida. Considera que el piano encaja perfectamente con los diseños melódicos y estructuras rítmicas flamencas.
Vestida de negro, con leggins y chupa ajustada al cuerpo, Blaniks de altísimos tacones, melena al viento, estilizan una figura que llena el escenario con voz y presencia. Voz a veces desgarrada; se nota que la ha trabajado muchísimo hasta conseguir ese color tan particular y personal de matiz flamenco, porque María en origen sería una mezzosoprano que podría cantar lo que quisiera.
El concierto va discurriendo con cuidadísimas alternancias de todos los instrumentos. Solos, dúos, coros y compás, percusión de cajón, diálogos y duelos tanto con guitarra como con violín; sentada al piano o bien se acompaña o alterna cante y toque. Cuando se pone de pie, impresiona. Dialoga con un violín sinfónico, con una guitarra flamenca, solos de todos y cada uno; guitarra, voz, piano, coros, cantes solistas con el compás de palmas y pies de los compañeros y/o de todos, violín, percusión. Hasta baile de uno de los palmeros, que se arranca con un zapateado – percusión pura y única del flamenco – en un momento avanzado del concierto. Y es que en el flamenco todo es percusión, ritmo, emoción, sentimientos de alegría, de queja, de amor y desamor. A veces está presente la cercanía de estos ritmos con los jazzeros; hay momentos de enorme afinidad, que explican la fusión, tan enriquecedora para ambos géneros.
María canta una soleá de Paco de Lucía; no podía faltar el homenaje al maestro cuando ya se acerca el segundo aniversario de su despedida de este mundo. Impresionante cante, toque, solo de guitarra, cante y guitarra, compás, cajón y compás. La tarde va de dedicatorias; va una bulería dedicada a la muerte de un amigo. Se masca el sentimiento que imprimen el cante, el toque, el compás a manos y pies, el cajón. No hay nada artificial. La voz de María modula suavemente, con sostenidos en aumento y descenso de voz. Y entonces, se levanta, se desmelena y se va…Sigue una pausa dramática suspendida por un solo de guitarra flamenca clásica que añade emoción a un momento ya emocionante.
Se impone un cambio de ambiente escenificado por un inicio latino, Tanto yo te amo que deriva a unas Alegrías de Cádiz. (o Cái) Percusión total en escena acompañando a María en pie. La sala se viene abajo con los aplausos y las ganas reprimidas de levantarse y bailar. Vamos después por tangos, precioso trabajo de voz, piano y violín, al que se une guitarra, palmas y cajón. Cuando ella se levanta, el escenario se llena con su potente presencia. Solo el flamenco es capaz de penetrar hasta el fondo de las entrañas.
Conciertazo de violín sinfónico. Vuelve María con modelazo negro, se sienta al piano, el violín se le acerca, se levanta y comienza un dúo de quejas de amor por todo lo alto, Si me quieres dímelo. Al escucharla hay que hacer respiración consciente, pranayama…¡Qué pulmones, que sostenido! Tarantas de la historia de una amiga que se iba a casar y…Los cuatro chicos componen línea tras ella, sentada al piano, unidos en un concierto de palmas y piano que trasciende todos los sentidos. Parece que la adorasen. Cambio a un inicio de solo piano anunciando más tarantas. Y aquí el dúo amoroso de baile y cante de ella…
Homenaje al poeta del flamenco Manuel de Molina. En pie, apoyada en la cola del piano, junto a la guitarra, empieza con un cante muy jondo, luego se va a la copla, María la portuguesa por soleares. Nuevo dúo con el bailaor, le tira tejos, le compromete, todo un cortejo, que culmina con la reina de las percusiones: el zapateado.
La guinda final es su peculiar despedida actuada de cada uno de los miembros de su troupe, participada por ellos: Guitarra, violín, cantes/compases, percusionista…Es un segundo concierto. También se despide del público metiéndose entre el patio de butacas, al estilo de Arcángel. La sala llena, hasta la bandera, se pone en pie.