A principios de 2018, los combates entre las fuerzas opositoras de Ansar Alá y las leales al presidente al-Hadi, respaldadas por la coalición internacional liderada por Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, se intensificaron a lo largo y ancho de la línea del frente entre Taiz y Hudaida.
Las tropas apoyadas por la coalición continuaron avanzando hacia el puerto estratégico de Hudaida, en el Mar Rojo, hasta que el 13 de junio lanzaron una gran ofensiva recuerda Médicos Sin Fronteras (MSF) en el inicio de un informe sobre el impacto de las minas en la población civil de Yemen.
En un intento por evitar este avance, los integrantes de Ansar Alá enterraron miles de minas y dispositivos explosivos improvisados en carreteras y campos de la región.
Las principales víctimas de estos ocultos peligros mortales son los civiles, muchos de los cuales han fallecido o han resultado heridos, quedando mutilados de por vida, tras pisar involuntariamente uno de estos artefactos.
Durante las próximas décadas, miles y miles de estos explosivos pondrán en peligro la vida de los yemeníes. La organización Conflict Armament Research, con sede en el Reino Unido, denunció en un informe reciente la producción a gran escala de minas y de artefactos explosivos improvisados por parte de Ansar Alá así como el uso de minas antipersona, marinas y contra vehículos. Según el Yemen Executive Mine Action Centre, entre 2016 y 2018, el Ejército yemení retiró 300 000 minas.
Desde agosto de 2018, los equipos de MSF trabajan en Mocha, en la gobernación de Taiz, donde han puesto en marcha un hospital de cirugía para proporcionar atención médica de urgencia a heridos de guerra procedentes de los frentes de Hudaida y Taiz, el único centro de salud que practica cirugías de urgencia en la zona. Los equipos también tratan a mujeres embarazadas con partos complicados que requieren cirugía urgente.
Sobre el terreno de Yemen
Hospital de MSF en Mocha, diciembre: una campana indica la llegada de heridos al hospital de campaña. Una camioneta armada con un lanzacohetes se detiene en seco y deja a cuatro pacientes frente a la sala de urgencias. Dos de ellos son niños cubiertos con vendajes aplicados apresuradamente; los otros dos, ya han fallecido. Hace sólo unas horas estaban con sus familias en los campos de desplazados de Mawza, a unos 30 kilómetros de distancia, pero alguien pisó una mina.
Doble castigo
Antes de la guerra, el área entre Mocha y el frente constituía una zona agrícola. Desde que comenzaron los combates, las localidades cercanas a las líneas de frente, como Hays y Mafraq Al Mukha, en las que MSF brinda apoyo a puestos médicos avanzados, han visto huir a muchos de sus habitantes. Los campos circundantes se han minado para evitar el avance de las tropas, lo que impide por completo cultivar y priva a la población local de su sustento.
A 45 minutos en coche de Mocha, el distrito de Mawza ha visto cómo su población se ha reducido a la mitad. “Sus habitantes han sido castigados, no una, sino dos veces. Las minas no solo ponen la vida de sus hijos en peligro sino que también les impiden cultivar sus campos. Han perdido su fuente de ingresos y la comida para sus familias”, recalca Claire Ha-Duong, coordinadora general de MSF en Yemen.
Entre agosto y diciembre de 2018, los equipos de MSF en Mocha ingresaron y atendieron a más de 150 personas heridas por minas, artefactos explosivos improvisados y munición sin detonar. Uno de cada tres heridos eran niños que habían resultado heridos por la explosión mientras jugaban en el campo.
Las minas crean generaciones de personas mutiladas. Estos explosivos tienen repercusiones a largo plazo, no solo para familias sino para la sociedad en general ya sus víctimas tienen más probabilidad de depender de otras personas y quedar aisladas socialmente. Las minas también impiden que los habitantes de zonas agrícolas cultiven sus campos impactando en la generación de ingresos y de alimentos.
Nasser, de 14 años, resultó herido cuando explotó una mina. De pie sobre sus muletas por primera vez, trata de recuperar el equilibrio. Nasser pisó la mina el 7 de diciembre, mientras él, su tío y su primo vigilaban las ovejas de la familia.
Desde la explosión, al padre de Nasser, Mohammed, le da miedo transitar por los campos de los alrededores de Mafraq Al Mukha. “Sabemos que hay minas enterradas por toda la ciudad, pero el problema es que no sabemos exactamente dónde”, explica. Apenas unas pocas señales indican la presencia de minas y algunas piedras pintadas de rojo muestran dónde es seguro caminar.
Desierto médico
No pasa un solo día sin que lleguen heridos de guerra desde la línea del frente entre Taiz y Hudaida al hospital de MSF en Mocha. Adén, donde MSF cuenta con un hospital especializado en traumatología desde 2012, está a 450 km de Hudaida. En Adén hay más capacidad de atención médica, pero la mayoría de los yemeníes no tienen dinero para pagar el transporte.
Se tardan entre seis y ocho horas en llegar a Adén desde Hudaida. El área entre las dos ciudades se ha convertido en un desierto médico para sus residentes que viven allí. El hospital de MSF en Mocha es la única instalación en la región con un quirófano y la capacidad para realizar intervenciones quirúrgicas.
“La región costera entre Hudaida y Adén es rural y extremadamente pobre. Sus habitantes no tienen acceso a tratamiento médico y nuestro hospital es el único lugar al que pueden ir cuando requieren cirugía”, afirma Husni Abdallah, enfermero de quirófano. “Se trata sobre todo de pacientes con heridas de guerra. Algunos de ellos no logran llegar a Mocha a tiempo y mueren a causa de lesiones que podrían haber sido tratadas. Lamentablemente, también mueren mujeres embarazadas durante el parto por la falta de asistencia médica adecuada”.
“Los heridos de guerra a menudo llegan a Mocha muy tarde y muchos lo hacen en situación grave. Contraen infecciones porque en la línea del frente no siempre son estabilizados como deberían. Las minas causan heridas particularmente graves. Vemos fracturas complejas que son difíciles de operar. A menudo, los pacientes tienen que someterse a amputaciones que requieren meses y meses de rehabilitación”, añade Husni Abdallah.
Desde que MSF abrió su hospital en Mocha, su personal ha atendido más de 2000 consultas en urgencias y ha practicado un millar de intervenciones quirúrgicas. El 18 % de los pacientes atendidos en urgencias fueron niños menores de quince años. Las lesiones más habituales estaban relacionadas con minas terrestres, disparos, metralla y explosiones.
Sistema de salud colapsado
El sistema de salud en Yemen ha colapsado de facto. La falta de hospitales operativos y de personal médico a causa del impago de los salarios (la mayor parte del personal del sistema público no cobra su salario desde agosto de 2016), de equipos, medicamentos y suministros médicos aumenta el riesgo de muerte y enfermedad para miles de yemeníes.
El sistema sanitario necesita un apoyo inmediato y completo para evitar el resurgimiento de los brotes de enfermedades (como el cólera, la difteria y el sarampión).
La disponibilidad limitada de atención médica obliga a la población a viajar largas distancias en busca de tratamiento y centros con capacidad para ofrecerlo. Las partes en conflicto han dañado o destruido muchos hospitales e instalaciones de salud. Esto se traduce, a menudo, en que los pacientes llegan tarde con consecuencias fatales. Mujeres embarazadas con complicaciones ven mermada sus posibilidades de supervivencia y heridos de guerra pierden preciosos minutos antes de estabilizarse, lo que puede costarles la vida.
Demandas de MSF
Médicos Sin Fronteras urge a las autoridades y a las organizaciones especializadas a que intensifiquen las operaciones de desminado para reducir el número de víctimas en zonas civiles.
Más allá de la retirada de artefactos de áreas militares emprendidas por solo unas pocas organizaciones que se concentran únicamente en zonas militares estratégicas, es urgente limpiar áreas civiles de todo tipo de minas y artefactos explosivos, no solo desde lugares donde vive la población, sino también desde sus campos de cultivo para que puedan acceder a ellos de forma segura.
Gestionado casi exclusivamente por el Ejército, el desminado se centra en carreteras e infraestructuras estratégicas, prestando poca atención a las áreas civiles. “Las organizaciones especializadas en retirada de minas y las autoridades deben intensificar sus esfuerzos para limpiar la región y reducir el número de víctimas”, explica Claire Ha-Duong.