Los casos del Departamento Q, del que Profanación es la segunda entrega después de Misericordia, realizada en 2012 aunque estrenada en España en junio de 2015.
Proceden de las cinco novelas escritas por el danés Jussi Adler-Olsen y tienen en común el estar protagonizadas por una pareja de policías al uso–es decir, muy diferentes y absolutamente complementarios-, una intriga muy escandinava, inspirada con toda evidencia en el ejemplo de la sueca Millenium -adaptación más o menos conseguida de la novela de Stieg Larsson, un exitazo mundial inesperado-, donde los crímenes tienen siempre una fuerte componente sexual y mejor si, como en este caso, se añaden la violencia gratuita de unos irresponsables jóvenes ricos protegidos por el status familiar, el aire gótico de algunos ambientes y secuencias, y el sadismo de los criminales.
Tampoco podía faltar esa mujer joven, en este caso convertida en vagabunda por las injusticias de aquella equivocada etapa juvenil- muy fuerte, física y anímicamente, pese a arrastrar la tragedia de una vida fallida.
Un guión riguroso, una creciente riqueza narrativa, una interpretación ajustada a las necesidades y una imagen excelente, convierten la película del danés Mikkel Norgaard sobre una pareja de policías que trabajan en una sección especial donde se dedican a revisar casos no resueltos, “cerrados en falso”, en un thriller casi clásico. Los protagonistas son el inspector Carl Morck (Nikolaj Lie Kaas, un actor muy popular en Dinamarca) y su ayudante de origen sirio Assad (Fares Fares, conocido por la magnífica serie televisiva Borgen) –“en la brigada les llaman el árabe y el acohólico”, dice uno de sus colegas- en esta ocasión ayudados por una secretaria, joven y pelirroja.
«La floreciente literatura policíaca – escriben en el digital A voir, a lire- ha sustituido en gran parte al solitario detective privado de los relatos de Raymond Chandler por la pareja de policías, generalmente hechos para complementarse; cada uno de ellos funciona como un eco de su compañero”.
En Profanación se trata de revisar el caso de dos hermanos mellizos, Thomas et Marie Jorgensen, asesinados salvajemente en 1987, cerrado sin resolver por falta de pruebas. Las investigaciones se centraron en un grupo de alumnos del internado que frecuentan los vástagos de la alta sociedad; unos jóvenes desaprensivos que, con total impunidad y complicidad no solo familiar sino también de los responsables del colegio, llevan a cabo acciones delictivas, de una sordidez casi inimaginable.
Veinte años después de los hechos, el padre de los mellizos pide al inspector Carl Morck -un policía misógino y bastante asocial, aunque brillante, que solo vive para su trabajo- que reabra el caso, y a continuación se suicida. Las pesquisas llevan a los policías tras la pista de Kimmie Lassen (Danica Curcic), testigo de lo que ocurrió, entonces novia del colegial Ditlev Pram, convertido con los años en dueño de una cadena de hoteles. Culpable también ella, ahora se convierte en el blanco de sus antiguos amigos…
Igual que en la primera entrega de la saga del departamento Q, el espectador, horrorizado, va conociendo algunas de las claves de esta intriga tan escandinava como fría y oscura –la noche invernal dura casi 20 horas en Dinamarca- mientras que los investigadores avanzan a ciegas en “las aguas turbulentas y mortíferas de esa sociedad, lo que añade un plus de complicidad a la película.