En esta tierra nuestra, de lucha y esperanza, de dolor y alegría, queremos sembrar una semilla de vida nueva, constituida por una palabra distinta: que grita, que proclama, testimonio de entrega, de solidaridad, de fe y de duda; palabra endurecida sin perder la ternura; palabra fruto del caminar; palabra que recibimos y pronunciamos en diálogo abierto en búsqueda del encuentro.
Encuentro que no será posible sin el trabajo tesonero por la paz. Paz que se fundamenta en la justicia. Justicia que nace del compromiso de todas y todos.
Tenemos en nuestras manos la posibilidad de volver a ser lo que fuimos en el principio: una vasija enorme, barro del cual nacimos y a la vez del que nacerán nuestros sueños. Vientre primigenio que volveremos a unir en un esfuerzo por darle cabida en el a quien lo requiera.
Patria es humanidad, nos enseñó José Martí. Patria es refugio. Así pues, en nombre de quien viene llegando de la muerte, la injusticia, el terror: queremos llorar. Con quien viene llegando de los campos, las ciudades, queremos trabajar. Con quien viene llegando de los barrios y ricas casas, de la tierra y el cemento, de la flauta y el tambor: queremos danzar.
En este esfuerzo por construir una vida digna, sabemos que a diario recibimos muchas bendiciones para compartir, para llevar a nuestras comunidades como emisarias y emisarios de un mundo posible donde se mezclan los olores del guarapo y el maíz en vértigo de utopías inacabadas para albergar los deseos que con tenacidad construye la gente, venga de donde venga.
Nuestra vida será bengala o espuela. Compartamos el fulgor del buen afecto y amemos en legítima defensa con los refugiadxs del mundo.