Me apresuré a dar por terminado el mes de octubre, en cuanto a asesinatos de comunicadores, cuando informé del fallecimiento de Fredy López en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con la esperanza de que Alfredo Cardoso pudiera recuperarse. No ha podido ser.
Alfredo era reportero gráfico y dirigía el portal de noticias Las Dos Costas. En la madrugada de viernes 29, un grupo de hombre armados irrumpió en su vivienda, situada en un barrio humilde de la localidad costera de Acapulco, ubicada en el Estado de Guerrero, y le sacaron de ella. Horas después apareció con heridas de bala. Le llevaron al hospital rápidamente, pero no se pudo hacer nada por su vida. Falleció ayer día 31. El mes se ha acabado con tres colegas asesinados.
La Oficina de Derechos Humanos de ONU en México ha condenado esta agresión, y un grupo de compañeros de la profesión se manifestaron ayer en Acapulco en repulsa por este nuevo asesinato y exigiendo el esclarecimiento de los hechos. Un esclarecimiento difícil, dada la trayectoria de los asesinatos que han ocurrido desde hace años.
Contando al joven Daniel Moncada, asesinado a tiros en un autobús urbano por simples rateros cuando regresaba a su casa después del trabajo, con Cardoso son once los profesionales de la información que han fallecido en México este año.
El Comité de Protección de Periodistas, CPJ, informaba hace unos días de que, en el último decenio, 226 de los 278 periodistas asesinados por actores vinculados con la corrupción, el crimen organizado, grupos extremistas y el poder gubernamental, han sido asesinados con impunidad, en todo el mundo, de acuerdo con la edición de 2021 del Índice de Impunidad Global. Además, en el 81 por ciento de los casos no ha sido enjuiciado nadie.
En esa lista, México ocupa el sexto lugar por segundo año consecutivo. El número uno es Somalia, seguido de Siria, Irak, Sudán del Sur y Afganistán.
La impunidad en México cabalga por las calles.
