Una partida de ajedrez antes de morir: cuatro pinturas y unos poemas

La historia recuerda que, poco antes de morir, muchos reyes y nobles se enfrentaron a un tablero. Ya se ha mencionado el más longevo y emblemático, hecho poesía, gracias a Fernando Pessoa, con lo sucedido al califa Al Amin. Otro de los casos más conocidos sea, tal vez, el del zar Iván el Terrible, muerto ante el tablero poco antes de iniciar una partida.

Ahora se recordará otro, relacionado también con cuatro pinturas y varias poesías, que evoca a lo sucedido siglos atrás en la Italia medieval.

El joven de 16 años, Conradino de Hohenstaufen, duque de Suabia (1252-1268) también conocido como Corrado de Sicilia, estaba jugando al ajedrez con su amigo de la infancia, Federico I de Baden-Baden (1249-1268), de 19 años, cuando ambos fueron informados de su sentencia de muerte, a pesar de lo cual, siguieron jugando.

Conradino era un apasionado del ajedrez, juego que consideraba simbólico de la lucha por el poder. Se convirtió en el último descendiente de la casa de Hohenstaufen, dinastía iniciada en 1079, y que era muy aficionada a los 64 escaques.

De hecho, su abuelo, el rey y emperador Federico II (1194-1250), llamado Stupor Mundi, como su anterior predecesor, Federico Barbarroja (1122-1190), fueron apasionados del noble arte que se disputaba entre reyes, nobles y dinastías destacadas de la Edad Media.

Así, sus figuras inspiraban a las propias piezas. Por ejemplo, hace unos años, se subastó un trebejo de un rey, hallado en Colonia, que, supuestamente, representaba al citado emperador Federico II.

Pero hay que remontarse a los hechos que causaron la muerte por decapitación del último Hohensfausen, en la plaza del Mercado de Nápoles.

Los gibelinos italianos, una facción política de la Italia medieval, que apoyaba al Sacro Imperio Romano Germánico frente al poder papal, eran partidarios de la dinastía de los Hohenstaufen y llamaron a Conradino de Suabia, que tenía solo solo 16 años y era hijo del antiguo rey de Sicilia, Conrado IV (1228-1254). Tras reunir un ejército fue aclamado en Verona, Pavia y Pisa y se le unieron numerosos nobles sicilianos.

Por su parte, Carlos de Anjou (1227-1285) el hermano menor del rey francés, que salió finalmente victorioso, lideraba a los güelfos, italianos partidarios del poder papal, y angevinos, franceses naturales de la región de Anjou.

En el combate decisivo, librado el 23 de agosto de 1268 en la batalla de Tagliacozzo, cerca del río Salto, Conradino fue hecho prisionero tras huir junto a su amigo y aliado, Federico Baden-Baden. Ambos fueron ejecutados el 29 de octubre.

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Pintura de Johann Henrich Wilhelm Tischbein de 1784. Conradino y Federico oyen su sentencia de muerte.

Se atribuye al Papa Clemente IV (1190-1268) la frase: «La muerte de Conradino es la vida de Carlos. La vida de Conradino es la muerte de Carlos» (en su original ‘Mors Corradini, vita Caroli. Vita Corradini, mors Caroli’), quien murió poco después de esa sentencia.

Uno de los simpatizantes de los gibelinos fue el escritor Dante Alighieri (1265-1321) quien, con motivo del 750 aniversario de la batalla, en 2019, se le erigió un monumento en Tagliacozzo (pequeña localidad de los Abruzos, hoy con apenas 6.400 habitantes).

En esta historia, hay presencia española, ya que Conradino tuvo el apoyo de tropas bajo el mando de Enrique de Castilla (1230-1303), nombrado ‘El Senador de Roma’, conocido en Italia como ‘Don Arrigo’, hermano del entonces rey castellano Alfonso X (1221-1284) El Sabio.

Enrique fue también hecho prisionero tras la batalla de Tagliacozzo pero corríó mejor suerte que los dos ejecutados ya que le salvó la vida el abad de Montecasino.

En el castillo Canosa di Puglia (hoy en ruinas) estuvo preso hasta 1280, en que pasó al octogonal Castel del Monte (Hoy Patrimonio de la Humanidad y en las monedas de un céntimo italianas), siendo libertado en 1291, en total estuvo 23 años en prisión. Tras pasar por Túnez regresó a Castilla, donde falleció en la localidad burgalesa de Roa.

Pinturas y poemas

Pero hay que volver al ajedrez y las cuatro pinturas que recrean la suerte de Conradino y su amigo Federico cuando disputaban una partida y les llega la noticia de su ejecución. En todas, que tienen un carácter propio, además de los personajes históricos, aparece el tablero y varias piezas.

La mayoría de las pinturas parten de un poema. El escritor y filólogo suizo Johann Jakob Bodmer (1698-1783) relató en 1771, en forma de poema, la vida y destino del noble alemán, bajo el título ‘Conradino de Suabia: un poema con prefacio histórico’ (en su original, Conradin von Schwaben: Ein Gedicht Mit Einem Historischen Vorberichte), siendo publicado en Karlshure.

Se trata de uno de sus trabajos más destacados y no se encuentra traducido al español.

Pocos años después de su publicación, en 1784, el pintor y grabador alemán Johan Henrich Wilhelm Tischbein (1751-1829) realizó un óleo sobre lienzo, titulado ‘Conradino y Federico oyendo su sentencia de muerte’.

Este pintor alemán, que vivió una larga temporada en Italia, muestra este acontecimiento histórico de forma bastante convencional, recurriendo a ciertas alusiones del legado clásico. Se trata de una representación dramática, con atención a los detalles históricos, lo que contribuyó a la popularización del último Hohenstaufen como una figura trágica de la historia.

La pintura reseña el momento en que ambos son informados de su inminente ejecución. El joven que lo anuncia, llamado Roberto de Bari, llora ante la noticia, pero Conradino y Federico solo muestran irritación ante la interrupción de su partida de ajedrez que está acabando pues apenas quedan siete piezas en el tablero.

En el cuadro, los rasgos del rostro de Conradino recuerdan a la famosa escultura del Apolo de Belvedere, hasta el juez, que está detrás y lee la sentencia, se asemeja a un retrato del emperador romano Vitelio, por cierto, se encuentra en el madrileño Museo del Prado.

Salvo los personajes principales, las figuras visten ropajes que evocan antiguos atuendos. El autor sigue este esquema clásico mediante la introducción de detalles de género.

Actualmente, la pintura se encuentra en el Schlossmuseum, en el Palacio de Friedenstein en Gotha (estado de Turingia) y es la más destacada de los que recrean los acontecimientos. Una curiosidad, de allí fueron robadas en 1979 cinco valiosas pinturas que jamás fueron recuperadas.

El pintor era amigo y le hizo, precisamente, el retrato más difundido, al novelista y filósofo Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) quien expresó que el ajedrez ″es la piedra de toque para la inteligencia” añadiendo, ″el ajedrez es la gimnasia de la mente”.

Hay otros tres cuadros con la misma escena, que son realizados todos un siglo después, aunque algo menos conocidos, si bien en el cuarto y último caso, su autor tuvo mucho más reconocimiento y trayectoria dentro del ámbito de la pintura en Alemania.

Pero antes hay que hacer un inciso con otro poema, de la etapa del Romanticismo, que entre sus características tiene la evocación de personajes de la Edad Media incomprendidos, o con trágicos destinos. En este caso se trata de un poeta inglés, William John Rous (1833-1914), que publicó en 1884 el poema ‘Conradin’ sobre la vida y triste final del joven.

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‘La condena de Conradino de Suabia’ realizado en 1813 por los hermanos Franz y Johannes Riepenhausen.

Rous fue corresponsal en la guerra de Crimea (1853-56) y escribió una novela Glauke (1883) basada en la antigua Grecia. Su obra no se encuentra traducida al español.

Es en el siglo XIX cuando se pintan las otras tres obras. La primera, inicialmente perdida, es ‘La condena de Conradino de Suabia’ realizada por los hermanos pintores y grabadores, Franz (1786-1831) y Johannes Riepenhausen (1787-1860), realizada en 1813, una obra clave de arte pictórico romántico.

La pintura al óleo muestra el anuncio de la condena a muerte en una prisión de Nápoles, ambos la reciben con una humildad heroica, escuchando su sentencia de muerte mientras juegan al ajedrez.

El cuadro fue dañado y se perdió pero recientemente, gracias a un donante, pasó a la la colección de arte de la Universidad de Gotinga.

La segunda es de la pintora y también violinista alemana Pauline Soltau (1833-1902) titulada ‘Conradino de Suabia y Federico de Baden’, realizada en 1860, actualmente en manos privadas.

Su abuelo Johann Henrich Surhlandt (1742-1827) y su padre Rudolph Suhrlandt (1781-1862) fueron pintores de la corte del ducado de Mecklemburgo y su hermano Carl (1828-1919) también se dedicó a la pintura.

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La pintora Pauline Soltau con su retrato de Conradino consolando a Federico.

En este óleo, al contrario que el anterior, solo hay dos personajes con bigote y rostros jóvenes. Mientras Conradino mantiene la compostura y demuestra fuerza, la desesperación de Federico de Baden es evidente. Se observa en la mesa la esquina del tablero y ocho piezas, dos negras y seis blancas, aunque solo una de ellas, el Rey, está dentro del damero. En la esquina superior izquierda la luz entra tras las rejas de la prisión.

El último cuadro, pintura al óleo, es obra de Antón von Werner (1843-1915) pintor alemán, muy famoso en su tiempo, especialista en obras históricas. Con el título ‘Conradino de Hohenstaufen y Federico de Baden al oír la sentencia de muerte’ o también ‘La sentencia de muerte de Conradino’, fue realizada entre 1864-65.

La imagen proyecta a quien anuncia la sentencia, Roberto de Bari, en este caso representado por una persona de edad con rostro severo y que está acompañado. Sentado, Conradino quien mueve el brazo izquierdo para calmar a Federico. Detrás un fraile cruza los dedos rezando y mira al cielo. En la mesa el tablero en el que estaban jugando donde no se distinguen piezas.

La obra se encuentra en la galería del Museo de Bellas Artes (Kunsthalle) de Karlsruhe.

Esta misma escena figura en el boceto, realizado por el autor, pero con algunos cambios, ahí el religioso, enarbola una cruz que también luce en su casulla, intentando calmar a Federico, Roberto de Bari, aparece solo y un detalle importante, el tablero está completo de piezas.

Derivadas ajedrecísticas

Pero esta historia real también tiene otras derivadas relacionadas con el noble juego. Ya se ha citado al rey castellano Alfonso X, cuyo hermano combatió en Italia, y tras cambiar de bando, fue al perdedor. Como es sabido, es el autor del Libro del Ajedrez que se encuentra en El Escorial y, del mismo modo, hace escasas fechas se celebró el octavo centenario de su nacimiento en distintas ciudades.

Por supuesto, hay más conexiones sobre el tablero. El triunfador Carlos de Anjou jugaba al ajedrez, lo que le costó la reprimenda de su hermano, el llamado San Luis rey, Luis IX (1214-1270) quien cuando lo vio jugar en el puente de su nave, con destino a Túnez, arrojó el tablero por la borda.

Este rey santo no lo era con el noble juego, que prohibió siguiendo las indicaciones de la Iglesia parisina, si bien, se señala que ese odio pudo provenir de las muchas partidas perdidas ante los árabes en su cautiverio en Egipto.

Por último, Carlos de Anjou perdió Sicilia en 1282, donde una de las líderes de la revuelta contra la presencia francesa, en las llamadas Vísperas Sicilianas, y que combatió en Messina, era una mujer, Macalda di Scaletta (1240-1308), conocida por su gran conocimiento del ajedrez, de hecho, se la considera la primera jugadora en territorio siciliano y aún hoy se la recuerda.

Así pues el ajedrez lo impregna todo en un hilo invisible que hace recordar de nuevo la poesía y los versos de Borges, ″este juego es infinito”.

Jesús Cabaleiro Larrán
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, rama Periodismo con cursos de doctorado, estudios sobre Marruecos contemporáneo y el Sáhara Occidental. Más de 35 años de periodismo, la mayoría en prensa escrita, ha trabajado a ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, casi 13 años en el extinto diario El Faro Información, en Algeciras, donde empezó de redactor y del que fue su último director y en Tánger dos años en un diario digital. Además ha participado en la mayoría de los Congresos de Periodistas del Estrecho desde el inicial en 1993 hasta 2019. Titulado en ajedrez por la UAH y UNED. Amante de Portugal. Ha publicado un libro, ‘Artículos periodísticos. Apuntes para la historia de la prensa de Algeciras’.

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