La conjunción de ofensiva diplomática (o diplomacia agresiva) de Marruecos hacia otros países para que reconozcan su soberanía sobre el Sahara Occidental resulta coherente con el reforzamiento progresivo de sus lazos con Israel.
Son dos brazos de la misma navegación estratégica que brotan del giro de Washington durante los últimos días de la presidencia de Donald Trump. Un giro no desmentido por la administración de Joe Biden.
A los dos días de que el rey Mohamed VI elogiara también el cambio de posición del gobierno de Pedro Sánchez, quien ha suscrito la idea de que la solución es un (ambiguo) proyecto de autonomía para los saharauis, el diario argelino El Watan se inquieta ante una información de la cadena televisiva israelí i24News para subrayar que «Tel-Aviv va a construir, en el sur de Marruecos, una fábrica de ‘drones ofensivos’ y otra de ‘drones defensivos’. Además, Israel dotará a la monarquía marroquí del sistema antimisiles ‘Cúpula de Hierro’, un sistema estadounidense del que en el mundo sólo dispone el ejército israelí».
La información no es nueva. De ella habían dado cuenta hace meses diarios españoles, que seguían la estela de publicaciones especializadas en información sobre Oriente Medio donde leíamos lo siguiente: «Fuentes oficiales Israel y Marruecos dijeron a Shephard Media que la construcción de dos fábricas [de drones] son consecuencia del acuerdo de cooperación y seguridad que ambos países firmaron el 24 de noviembre [de 2021]».
Llama la atención que el diario argelino recupere esas noticias ahora, pero su titular de portada del 23 de agosto es directo: «Rabat juega con fuego».
En noviembre, otro diario argelino, L’Expression, resumió el sentimiento de Argel con relación a la creciente cooperación israelo-marroquí con otro titular aún más explícito: «El Mosad en nuestra frontera».
El texto publicado por El Watan, que firma Tayeb Belghiche, quiere subrayar que esa cooperación no es nueva y que habría comenzado incluso antes de la guerra de 1967: «Un hecho conocido pero mantenido en secreto por ambas partes es que el rey Hasán II habría entregado a Israel una grabación de los trabajos de una cumbre árabe», lo que habría llevado a algunos a interrogarse «sobre la presencia de traidores en las filas árabes» [sic].
La prolongación de la determinante y determinada diplomacia de Marruecos, junto a la creciente alarma de su vecino argelino, resultan preocupantes.
Desde la perspectiva de Argel, donde el descontento social no ha desaparecido, no se trata únicamente del Sahara sino de una monarquía alauita ansiosa por «asegurar su supervivencia cueste lo que cueste, incluso corriendo el riesgo de poner en peligro la independencia del país y la libertad del pueblo marroquí. No se habrían olvidado el intento de golpe de Estado de Skhirat, de 1971, y el atentado contra el Boeing real de 1972».
Según El Watan fue el exprimer ministro israelí Ehud Barak (excomandante de las fuerzas amadas israelíes) quien habría supervisado el muro defensivo marroquí en el Sahara.
En 1973, durante la guerra del Yom Kippur, según afirma El Watan, «los Estados Unidos organizaron un puente aéreo para hacer llegar sus armas a Tel-Aviv. Ningún país entre los europeos, nada hostiles a Israel, aceptó que aquellos aviones sobrevolaran su espacio aéreo. Un país surgió entonces para ayudar a Israel: Marruecos. Rabat autorizó que las aeronaves de EEUU hicieran escala en Kenitra antes de reanudar sus vuelos hacia el territorio israelí».
Quizá ninguno de esos datos viejos nos resultan completamente desconocidos, de modo que cabe preguntarse por el relieve con el que son presentados hoy, de repente, desde Argel.
En Rabat afirman que únicamente se trata de mostrar «claridad y firmeza» sobre el Sahara, pero en los últimos tiempos da la impresión de que la diplomacia «sin equívocos» de Marruecos está a punto de provocar algo más que la alarma en el país vecino, donde el acercamiento y la creciente cooperación de Israel y Marruecos resulta cada día más inquietante.