Vuelvo a mirar, por enésima vez, el trozo de película que me mandó una compañera árabe. Con un comentario escueto: Mírala bien. Sorprendente, ¿verdad? El puerto de Beirut en llamas. Sí, me recuerda el famoso incendio de 1977, que dio el pistoletazo de salida de la guerra civil libanesa. Sin embargo, esta vez…
En la imagen reciente, difundida por varias cadenas de televisión internacionales, se divisa un punto negro, parecido a un helicóptero o un misil, que se aproxima al lugar del incendio. Desaparece detrás de la columna de humo; las llamas cambian de color. Sigue una deflagración que da paso a un enorme champiñón blanco. ¿Un ensayo nuclear?
No, no es una explosión atómica; es un nuevo arma desarrollado por el ejército israelí, asegura el periodista galo Thierry Meyssan, refugiado en Damasco desde 2002. Meyssan publicó en Francia un libro que rebate las versiones oficiales sobre el atentado del 11-S. El ensayo provocó la ira de la Casa Blanca y de los servicios de inteligencia norteamericanos, que solicitaron su envío a los Estados Unidos. París se negó a extraditarlo. Curiosamente, Meyssan desapareció en medio del regateo diplomático franco-americano. Se trasladó a la capital siria, desde donde prosigue su campaña mediática contra los poderes fácticos de Occidente. Sus revelaciones resultan muy a menudo molestas para el establishment político occidental. Y no sólo occidental…
Israel destruye Beirut con un nuevo arma, reza el noticiario de la Red Voltaire, servicio informativo dirigido de Meyssan. Explican los autores de la noticia que se trata de un nuevo artefacto bélico, ensayado por los israelíes tanto en Siria –ataques contra los depósitos de armas y municiones del movimiento radical chiita Hezbollah– como en las aguas del Golfo Pérsico, en operativos contra navíos de guerra iraníes. Los colaboradores de la Red Voltaire recalcan que no se trata de un arma nuclear y que los niveles de contaminación son muy escasos. Lo que pretendía Israel, estiman, era acabar con los explosivos almacenados por Hezbollah en el puerto de la capital libanesa. Ficticia o real, la acusación de Meyssan recuerda, extrañamente, el atentado de 2005, que acabó con la vida del entonces primer ministro libanés, Rafik Hariri.
Para el teniente coronel Mordechai Kedar, experto israelí en grupos islámicos y organizaciones radicales, las tres explosiones registradas en Beirut corresponden a la destrucción distintos tipos de mercancías: explosivos, municiones y combustible para misiles, material enviado por los iraníes a los combatientes de Hezbollah. No hay que extrañarse, pues, de que el líder del movimiento chiita, Hassan Narsallah, decidiese levantar la voz contra el enemigo sionista, amenazando con provocar una catástrofe del mismo alcance en el puerto israelí de Haifa. Sus amenazas no cayeron en saco roto: poco después de las deflagraciones, centenares de oficiales del Ejército de Tel Aviv iniciaron una guerra virtual contra Hezbollah. Los simuladores instalados en el Cuartel General del Comando de Entrenamiento reproducían paisajes reales del país vecino: calles, carreteras, mezquitas, colegios, luces de tráfico. Curiosa coincidencia…
El presidente libanés, Michel Aoun, se decantó por un lenguaje más moderado a la hora de comentar las circunstancias reales de la explosión. Sin embargo, no dudó en barajar la opción de una intervención externa con un misil o una bomba… ¿Recuerdan la película? Otra curiosa coincidencia.
En fin, tal vez se trate de un simple… embrollo beirutí.