«Este es el peor jugador de ajedrez del mundo y llama al mejor jugador de ajedrez del mundo». Es la frase que el recientemente fallecido a los cien años Henry Kissinger (1923-2023) se encargó de propagar para demostrar que convenció a Bobby Fischer (1943-2008) para enfrentarse al entonces soviético Boris Spassky, en el llamado enfrentamiento del siglo.
El que fuera asesor de seguridad nacional (1969-1975) de Richard Nixon y secretario de estado (1973-77), Henry Kissinger –aunque hay muchas dudas al respecto- convenció a Fischer para que «moviera el culo y se fuese a Islandia» recordándole su «deber patriótico» porque el campeonato era importante para el prestigio de los Estados Unidos, y debía ir a jugar.
De hecho, el político estadounidense resumió así la conversación a los medios: «En resumen, le dije a Fischer, ve a Islandia». Esa noche, Fischer finalmente tomó un vuelo hacia Reikiavik, aterrizando en Islandia el 4 de julio en medio de una tremenda vorágine mediática.
La llamada existió y tuvo lugar el 3 de julio de 1972, pero su contenido exacto nunca se sabrá y tan solo hay versiones de las frases cruzadas. Otra versión dice que comenzó: «Este es uno de los dos peores ajedrecistas del mundo…» Se ignora quien era el otro, tal vez se refería al entonces presidente Richard Nixon (1913-1994) quien nunca entendió el juego y no invitó a Fischer a la Casa Blanca tras ganar el título mundial.
El mismo día de la conversación telefónica, en un momento dado, el empresario, banquero de inversiones y amante del ajedrez, el británico James Derrick Slater (1929-2015), quien tenía la costumbre de regalar premios de forma anónima a torneos, como el de Hastings y a grandes jugadores (donó dinero posteriormente a todos los grandes maestros británicos) ofreció 125.000 dólares para el ganador del enfrentamiento.
La iniciativa se produjo tras leer las exigencias financieras de Fischer, y ante la posibilidad cierta de que el campeonato no se llevara a cabo. Fue el entonces corresponsal de ajedrez del London Evening Standard, Leonard Barden, quien hizo pública la propuesta. En la actualidad, a los 94 años, es el más longevo cronista ajedrecístico, escribiendo para The Guardian.
Preguntado Slater por los motivos de su generosa donación explicó: «Además de brindarme un espectáculo fascinante durante las próximas semanas, ofrecer a los jugadores de ajedrez de todo el mundo un enorme placer».
Fred Cramer (1912-1989), quien era vicepresidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y anteriormente, de 1960-1963, presidente de la Federación de Ajedrez de Estados Unidos (USCF), confirmó siempre la existencia de la llamada de Kissinger, aunque no quiso dar detalles, ni qué se dijo, ni qué se hizo.
Frank Brady, el biógrafo del que fuera campeón mundial, sugirió que fue el trebejista islandés Freysteinn Thorbergsson (1931-1974), con buenas relaciones con Fischer y ferviente anticomunista, quien lo convenció, luego escribió en un ensayo que su victoria «golpearía a la propaganda comunista», ya que desde el final de la Segunda Guerra Mundial al campeón siempre fue soviético.
En 1972 se presentaba la oportunidad de arrebatar la supremacía del ajedrez mundial a la Unión Soviética y debía derrotar a Spassky al que, curiosamente, nunca antes había vencido. La delegación soviética había aterrizado en Islandia doce días antes del inicio para comenzar a aclimatarse. Pasaban los días y se desconocía el paradero de Fischer hasta la conocida llamada y el aumento del premio al ganador.
Era el auge de la época de la Guerra Fría, con dos ideologías dominantes y opuestas, capitalismo y comunismo. Un enfrentamiento ante el tablero con representantes de los dos países más poderosos, llevado a cabo en una isla situada justo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, no podía ser algo más simbólico.
También hubo otros hechos: la delegación soviética despidió al segundo de Spassky, el ajedrecista Iivo Nei, por tener demasiado buena relación con islandeses y americanos. Hoy estonio, con 92 años, enseñó al malogrado Lembit Oll (1966-1999).
Los soviéticos aseguraron que Fischer había cableado las sillas y estaba utilizando dispositivos electrónicos o sustancias en su silla para inquietar a Spassky. Esto llevó a la organización de la Federación islandesa a pasar las sillas por un equipo de rayos X, lo que reveló dos moscas muertas dentro de una de ellas.
Este episodio será recreado en un corto animado, Mister Fischer’s chair (La silla del señor Fischer) por el director, guionista y productor gallego Xosé Zapata, quien ha conseguido que el actor Woody Allen, gran seguidor del juego, preste su voz.
El duelo, uno de los más entretenidos y tensos en la historia del más que milenario juego, acabó después de más de dos meses con un total de siete partidas ganadas por Fischer, tres por Spassky y once tablas.
Hay que destacar que el inicio no fue bueno para Fischer, que llegó tarde y perdió la primera partida y la segunda porque quería que se retiraran las cámaras por su ruido. Los organizadores se vieron obligados a jugar la tercera en una pequeña sala detrás de la mesa principal.
Fischer fue coronado campeón cuando Spassky renunció en la partida decisiva a través de una llamada telefónica. Estados Unidos consiguió su primer campeón, el undécimo mundial. Consiguió la mayor audiencia en Estados Unidos en la televisión pública, PBS, así como atraer a millones de compatriotas al juego.
En un solo año, los miembros de clubes ajedrecísticos estadounidenses prácticamente se duplicaron, de 30.800 a 59.250 (actualmente, más de medio siglo después alcanzan los cien mil).
Siendo de nuevo secretario de estado Henry Kissinger, en el mandato del segundo presidente al que sirvió, Gerald Ford (1913-2006), cuatro años después del campeonato de 1972, fue cuando se designó oficialmente como Día Nacional de Ajedrez en Estados Unidos cada segundo sábado de octubre. El primero fue el 9 de octubre de 1976, «para dar un reconocimiento especial a un juego que genera desafío, estimulación intelectual y disfrute de los ciudadanos de todas las edades», según el entonces presidente que, curiosamente, no era un entusiasta del tablero.
Pero Kissinger, lo que no pudo conseguir es insuflar esa especie de fervor patriótico a su compatriota. El resultado después de veinte años, en 1992, en plena guerra de los Balcanes, en el pueblo costero de la entonces Yugoslavia, Sveti Stefan (hoy localidad de Montenegro) Fischer en un mediático gesto escupió sobre la carta del Gobierno que le conminaba a desistir de jugar de nuevo con Spassky por romper el embargo contra el país balcánico.
Las autoridades de Estados Unidos dictaron entonces una orden de búsqueda y captura, lo cual podía llegar a costarle hasta diez años de cárcel. Tras ser detenido años después en el aeropuerto de Narita, en Japón, acabó su vida en Islandia, donde consiguió ser campeón y le estaban agradecidos por poner su país en el foco mundial.
Se nacionalizó islandés, renegando de las autoridades y Gobierno de su país de nacimiento. Murió a los 64 años, el mismo número que los escaques del ajedrez que marcaron toda su vida. Está enterrado y tiene un pequeño museo-homenaje en Selfoss, pequeña localidad costera del sur de Islandia.
No obstante, hay que volver a la relación de Kissinger con los 64 escaques. En un escrito, tras sus esfuerzos por normalizar relaciones con China, escribió: «El ajedrez trata de la batalla decisiva, el weiqi» (conocido como Go, juego de mesa de estrategia, muy popular en China) «es una campaña prolongada. El jugador de ajedrez aspira a una victoria total. El de weiqi busca una ventaja relativa».
Otra alusión al ajedrez de Kissinger fue cuando se exhibía con conocidas actrices y pontificaba que el poder era un «gran afrodisíaco». En los años setenta alternaba con la actriz Jill St. John, hoy con 83 años. Una noche en Hollywood se activó una alarma y cuando le preguntaron qué hacían juntos, el político contestó: «Le estaba enseñando a jugar al ajedrez».
Posteriormente, en 2009 comparó al entonces presidente Barack Obama con un jugador de ajedrez que hace el movimiento inicial. A la pregunta «¿Cree que fue útil que Obama pronunciara un discurso ante el mundo islámico en El Cairo? ¿O ha creado muchas ilusiones sobre lo que la política puede ofrecer?» contestó: «Obama es como un jugador de ajedrez que juega simultáneas y ha abierto su juego con una apertura inusual. Ahora tiene que jugar su turno como juega con sus diversos homólogos. Aún no hemos superado el movimiento inicial. No tengo ningún problema con el movimiento inicial».
En 2016, en la previa del campeonato mundial de ajedrez celebrado en Nueva York, el entonces campeón, el noruego Magnus Carlsen lo saludó. Y es que terminó en la misma mesa que Kissinger además de, entre otros, el director ejecutivo de Bloomberg, Michael Bloomberg y el presidente turco Tayyip Erdogan.
Carlsen se encontraba preparando el enfrentamiento que se desarrolló del 11 al 30 noviembre de 2016 con el ruso, antes ucraniano, y ferviente partidario de Putin, Sergei Karjakin, al que derrotó en las partidas de desempate.
No obstante, hay que mencionar que la pasión deportiva de Kissinger, nacido en Alemania, era el fútbol, y era seguidor, «socio de honor, el más famoso del mundo» del Greuther Fürth (hoy en la Bundesliga dos, Segunda División), donde incluso acudió al estadio de su ciudad natal en 2010, en Baviera. También por eso seguía al Bayern Munich y asistió al Mundial de 1978 en Argentina durante el mandato del general Videla (1925-2013) fomentando el fútbol en Estados Unidos en una época en la que se creó el Cosmos de Nueva York, donde jugaron Pelé y Beckenbauer.
Criminal de guerra
En lo político, Kissinger, «el mayor criminal de guerra que anda suelto por el mundo», según definición del escritor y periodista Gore Vidal (1925-2012), violó reiteradamente las leyes y el derecho internacional, respaldando genocidios e incluso el terrorismo de estado en diferentes países, incluido Estados Unidos con el asesinato de Orlando Letelier (1932-1976) en Washington.
El filósofo y lingüista Noam Chomsky declaró que sería «sin duda juzgado por su papel en los ataques al mundo si el mundo se rigiera por la justicia y no por la fuerza».
Además de apoyar el genocidio étnico de Pakistán contra los bengalíes en lo que se convertiría posteriormente Bangla Desh, fomentó el golpe de estado en Chile de 1973 y la Operación Cóndor en Latinoamérica, habría que mencionar su papel en Timor, Chipre y el Sahara, fomentando masacres en tres invasiones: la del dictador Suharto (1921-2008) con Indonesia, la de Turquía en el norte de la isla de Chipre y la de Marruecos, siendo el muñidor detrás de la llamada Marcha Verde.
Paradójicamente, recibió el Nobel de la Paz en 1973, tras haber provocado la ampliación de la guerra de Vietnam a Laos y Camboya que derivó en el devastador régimen de los Jemeres Rojos.
En todo caso, debido a su legado al final de su vida, evitó visitar ciertos países (Chile, Francia o Italia) ante el temor de que fuera procesado como criminal de guerra tomando nota de lo que le sucedió al dictador chileno Augusto Pinochet (1915-2006) en Londres.
Sin duda fue el peor jugador de ajedrez del mundo, como se definió, pero dentro y fuera del tablero mundial.