El mundo recuerda al líder de los derechos civiles que luchó contra la segregación racial en los Estados Unidos, asesinado el 4 de abril de 1968
A comienzos de 1968, mientras en Varsovia se producían enfrentamientos entre la policía y los estudiantes y en Checoslovaquia avanzaban las reformas hacia un socialismo democrático conducido por Dubceck, en París se calentaban motores para la revolución de Mayo y en los Estados Unidos las protestas tenían como objetivo la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles. Había comenzado la campaña para las presidenciales de noviembre con las candidaturas de Richard Nixon y Robert Kennedy, y Martin Luther King anunciaba para la primavera una marcha sobre Washington de cientos de miles de pobres, negros y blancos, que dejaría pequeña aquella del 28 agosto de 1963 en la que pronunció el discurso que inició el fin de la segregación racial: “I have a dream”. Las encuestas revelaban que siete de cada ocho personas negras pensaban que América estaba enferma.
Una vida por los derechos de los negros
Hijo de un clérigo negro de Atlanta, Martin Luther King había nacido en una familia sin problemas económicos pero, como todas las de su raza, sometida a una marginación que llevó al joven King a comprometerse en la lucha contra el racismo. Su bautismo de fuego se produjo durante la huelga de autobuses de Montgomery de 1954, desatada a causa de la condena a Rosa Parks por no haber cedido su asiento para blancos en un autobús de la ciudad.
Allí inició Martin Luther King su carrera como dirigente del movimiento pro derechos civiles. Desde entonces fue perseguido incansablemente por el FBI de J. Edgar Hoover, que trataba de demostrar su pertenencia al Partido Comunista para socavar el liderazgo que ya empezaba a preocupar a las estructuras conservadoras de la sociedad americana.
Los ataques contra su persona no se hicieron esperar. En 1956 un grupo de segregacionistas blancos bombardeó su casa con su hija y su mujer dentro, que se salvaron de milagro. Fue el propio King quien pidió tranquilidad a la multitud de negros que se manifestó delante de las ruinas de su domicilio. Dos años más tarde, mientras firmaba ejemplares de uno de sus libros en Harlem fue apuñalado por una mujer negra de 42 años que lo acusaba de comunista. Pisó la cárcel en varias ocasiones por dirigir campañas contra la segregación racial (en Alabama, en Chicago, en Birmingham), aunque todas ellas eran de resistencia no violenta.
Esta actitud pacifista, copiada de Mahatma Gandhi, es lo que seducía a sus seguidores y exasperaba a las autoridades, que no encontraban argumentos para condenarlo. Se había situado al otro lado de movimientos como el de los Panteras Negras de Huey Newton, los Musulmanes Negros apoyados por Muhammad Ali, y el Black Power de Stokely Carmichael, aquel simpatizante de los violentos y sanguinarios Mau Mau africanos que lucharon contra los colonos británicos en Kenia.
En 1964 fue premiado con el Nobel de la Paz. Todas estas circunstancias convirtieron a Martin Luther King en una estrella mediática del movimiento por los derechos civiles, un carisma sustentado en su oratoria elocuente y en el contenido seductor de sus discursos.
El 3 de abril de 1968 se había trasladado a Memphis para apoyar una huelga de basureros negros que reclamaban el derecho a tener vacaciones y una pensión de jubilación. Al día siguiente se recluyó en el motel donde se alojaba para preparar el sermón que pronunciaría el domingo en la iglesia de Atlanta. A las seis de la tarde, cuando hablaba con el músico Ben Branch en el balcón del motel, un segregacionista prófugo blanco, James Earl Ray, le disparó un tiro en la cara que acabó con su vida. Tenía 39 años. Ciento veinte ciudades norteamericanas registraron durante días manifestaciones y disturbios violentos, con incendios y saqueos, para protestar por aquel magnicidio. En Chicago, el alcalde Richard Daley dio una orden tajante: “disparar a matar”, que fue imitada en todas las grandes ciudades, provocando decenas de muertos. Sólo en Washington murieron doce personas.
Nunca se pudo demostrar fehacientemente que había sido Earl Ray quien disparó contra Martin Luther King, y en un juicio celebrado años más tarde se descubrió que era sólo uno de los peones de una gran conspiración contra el líder negro. La familia de Martin Luther King salió convencida de que Ray no había tenido nada que ver con el crimen.
Aquel año de 1968 la entrega de los Oscar se aplazó varios días a causa de los disturbios en las grandes ciudades. Se premiaron dos películas que hablaban del problema racial: “Adivina quién viene a cenar esta noche”, de Stanley Kramer y “En el calor de la noche” de Norman Jewison, ambas protagonizadas por el actor negro Sidney Poitier.