Después de tres años de derramamiento de sangre, extraordinario valor e inmensos sacrificios en la resistencia a la invasión rusa, el pueblo de Ucrania se encuentra en un limbo, ya que las negociaciones de paz para poner fin a la guerra, instigadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siguen siendo impredecibles, informa Catherine Wilson (IPS) desde Londres.
Trump anunció su intención de negociar el fin de la guerra de Ucrania en febrero 2025, pero los esfuerzos hasta ahora se han visto plagados de desinformación, comportamiento poco diplomático y señales políticas erráticas.
Y Ucrania y sus aliados están cada vez más preocupados de que la administración estadounidense pueda ceder a las demandas de Rusia y que un acuerdo de paz débil conduzca a una inseguridad continua.
«La forma de resolución diplomática de la situación elegida por Donald Trump es absolutamente amateur y de una miopía mortal», dijo a IPS Andrii Mikheiev, abogado internacional del Centro Internacional para la Victoria de Ucrania en Europa.
A su juicio, «la principal prioridad para Trump es la velocidad, no los resultados a largo plazo, y al haber declarado el principio de la paz por la fuerza, está desplegando fuerza contra la víctima, no contra el agresor reconocido internacionalmente, porque puede conducir a resultados más rápidos».
De esta manera, añadió, «Trump socava todos los logros del ejército ucraniano y los esfuerzos occidentales proporcionados a través de apoyo militar, humanitario y sanciones».
«La forma en que se están llevando a cabo las negociaciones de paz también está creando una crisis de confianza en desarrollo, tanto dentro de Estados Unidos como hacia Estados Unidos como socio fiable», dijo a IPS la documentalista ucraniana Anna Kryvenko.
Criticó que «en un momento oímos promesas de apoyo inquebrantable y al siguiente vemos vacilación, luchas políticas internas y una corriente subyacente de acuerdos que sugiere que el destino de Ucrania es solo otra moneda de cambio en sus propias luchas internas».
Los activistas ucranianos expresaron a IPS en Londres y otras ciudades europeas donde están instalados, sus posiciones sobre la situación del país y sobre la reunión que se considera una antesala de unas negociaciones de paz, que se abrió en Yeda, la capital de Arabía saudí, este martes 11 de marzo de 2025, con negociadores de Kiev y Washington.
Ucrania, un estado de Europa del Este de unos 38 millones de habitantes, se extiende desde Rusia al este y Polonia, Eslovaquia, Hungría, Moldavia y Rumanía al oeste y al sur.
Pasó a formar parte de la ya extinta Unión Soviética tras la invasión de las tropas soviéticas en 1921 hasta su declaración de independencia en 1991, cuando terminó la era comunista.
Pero Rusia, bajo la visión expansionista del presidente Vladimir Putin, nunca ha aceptado la secesión de Ucrania, a pesar de que más de ochenta por ciento de los ucranianos apoyan la adhesión a la Unión Europea (UE) y y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), según un porcentaje que Trump pone en duda.
En 2014, la frustración pública por la falta de progreso hacia estas aspiraciones provocó un levantamiento popular y la destitución del presidente prorruso, Viktor Yanukóvich.
Rusia respondió apoderándose de la península de Crimea, que el líder soviético Nikita Jrushchov había concedido a Ucrania en 1954.
Putin percibe la expansión de la UE y la Otan hacia las fronteras de Rusia como una grave amenaza y, en 2021, lanzó un ultimátum a esta última para que cesara sus actividades en la región, incluida Ucrania.
Tras la negativa de la Otan a acoger esa exigencia, Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022.
Las fuerzas rusas se centran ahora en avanzar hacia las regiones del norte y el este de Ucrania, incluidas Donetsk, Lugansk, Zaporizhzhia y Jersón, y han tomado alrededor de veinte por ciento del territorio de Ucrania.
Rusia posee una mayor capacidad militar. Pero Ucrania, bajo el liderazgo del presidente Volodímir Zelensky, movilizó una resistencia militar y civil masiva con la ayuda de sus aliados occidentales que ha defendido con éxito al país.
Pero los sacrificios han sido inmensos. Al menos 43.000 soldados ucranianos y 12.654 civiles han perdido la vida. Más de diez millones de personas han sido desplazadas y 12,7 millones necesitan asistencia humanitaria, según informa Naciones Unidas.
Sin embargo, aunque Ucrania está deseando que terminen las hostilidades, «Zelensky y Ucrania quieren una paz justa, que traiga seguridad al país asediado y honre el enorme precio que ha pagado», afirman los editores de Kyiv Independent News.
El 18 de febrero se celebraron reuniones preliminares entre el secretario de estado de Estados Unidos, Marco Rubio, y el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, en Riad, y el 20 de febrero entre el enviado especial de Estados Unidos, Keith Kellogg, y el presidente de Ucrania en Kiev.
Trump afirma que está trabajando «tanto para Ucrania como para Rusia», pero muchas de sus declaraciones públicas han sido contradictorias.
Ha tachado a Zelensky de dictador sin apoyo popular, a pesar de que las encuestas muestran que su índice de aprobación es de 63 por ciento, y lo ha acusado falsamente de iniciar la guerra. Aumentó las tensiones al sugerir que Zelensky desempeñaría un papel insignificante en cualquier pacto de paz y se negó a comprometerse con la seguridad de Ucrania.
El apoyo de Estados Unidos a Rusia en la votación de la Asamblea General de la ONU sobre una resolución el 24 de febrero que condenaba la invasión del país a Ucrania cimentó aún más las preocupaciones europeas sobre la fragmentación del orden global.
Un orden basado en una alianza de potencias posterior a la Segunda Guerra Mundial que defiende los valores democráticos y el derecho internacional.
Los líderes europeos, entre ellos la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron; han formado un frente unido, organizando cumbres regionales en sus capitales para acelerar un plan de acción para apoyar a Ucrania en las negociaciones de paz.
«Ante este mundo peligroso, seguir siendo un espectador es una locura y el camino hacia la paz no puede pasar por el abandono de Ucrania», anunció Macron el 5 de marzo.
Un acuerdo de paz que se doblegue ante las exigencias rusas pondría en peligro la seguridad y la gobernanza democrática de Europa. Y podría allanar el camino para una campaña cada vez más amplia de agresión rusa en el continente.
Los ucranianos quieren de verdad la paz, pero no a costa de renunciar a Ucrania. La verdadera pregunta para cualquier negociación es si Rusia es capaz de renunciar a la guerra. Zelensky también lo declaró a principios de este mes.
El peligro está en permitir que las negociaciones se conviertan en un episodio más de maniobras de élite en las que las mismas narrativas respaldadas por Putin se cuelan bajo la apariencia de un compromiso, advirtió Kryvenko.
Tetiana Zemliakova, coorganizadora de la Universidad Invisible para Ucrania en la Universidad de Europa Central en Budapest, dijo a IPS que hay dos reivindicaciones centrales por parte de Ucrania.
«Primero, no hay otra guerra y segundo, el agresor es castigado. Basándonos en lo que sabemos sobre la sociedad ucraniana, una cosa no funcionaría sin la otra», detalló.
Los líderes de Ucrania insisten en que las disposiciones de seguridad que la protegen de nuevos ataques son una condición clave para la paz y el mejor instrumento es la pertenencia a la Otan, pero es una opción que ha sido rechazada por Estados Unidos y Rusia.
Mikheiev subrayó que Europa debe intensificar ahora su papel en la defensa del continente.
Ucrania, aseguró, está muy agradecida por el apoyo militar, financiero y humanitario de la UE y el Reino Unido.
Pero ante la nueva posición de Washington, dijo, «la Europa colectiva debe proporcionar garantías de seguridad reales para Ucrania, como frontera oriental de Europa, mediante el establecimiento de un sistema de seguridad europeo conjunto».
Además, a su juicio, debe establecerse un ejército europeo con la participación de Ucrania, «porque solo en este caso el impacto será significativo y enviará una señal fuerte a Estados Unidos y Rusia».
Para muchos ucranianos, esa señal también debe darse en la mesa de negociaciones.
«Cualquiera que diseñe un acuerdo de paz para Ucrania debe tener en cuenta el riesgo. Si es tan malo, entonces parte de la sociedad lo encontrará no solo insoportable de tolerar, sino lo suficientemente malo como para actuar. Hay suficientes patriotas ucranianos en el país y permitir que Putin se beneficie de la paz después de todos los sacrificios sería absolutamente inadmisible», advirtió en Londres el 21 de febrero el exministro de Asuntos Exteriores de Ucrania Dmitro Kuleba.
Un acuerdo débil que apacigüe al agresor y socave el derecho internacional también envalentonaría las ambiciones geopolíticas de Rusia.
«El objetivo estratégico de Rusia es el sometimiento político de Ucrania. Putin continuará hasta alcanzar su objetivo. No obstante, dudo mucho que el próximo gobierno (ruso) tenga el mismo objetivo estratégico si eliminamos a Putin de la ecuación», dijo Zemliakova.
Sin embargo, un resultado de la búsqueda de Rusia para recuperar el poder en Ucrania es que el antiguo estado soviético se ha transformado en un país unido y más decidido en su soberanía.
«Incluso después de que termine la guerra, habrá cambios irreversibles en la forma en que la gente ve su propia historia e identidad. La guerra ha reescrito las narrativas sobre quiénes somos como país y como individuos con un sentido más fuerte de unidad y propósito», declaró Kryvenko.