Asisto a algunas sesiones (el conjunto es inabarcable) que siguen al Día Mundial de la Libertad de Prensa en la UNESCO.
Han tenido tenido lugar el 5 y 6 de mayo. Esta vez, los debates se centran en el papel de los medios, en la relación de la llamada gobernanza y la comunicación con el desarrollo. Se debatía sobre la seguridad de los periodistas (ante la persistencia de las listas de asesinatos de periodistas en muchos países). Se trataban las aspiraciones globales a la transparencia.
“La libertad de palabra ayuda al desarrollo, pero tiene sus propios valores intrínsecos. Es tanto un medio como un fin”, dice la presentación de la propia organización mundial. La UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) se fundó en noviembre de 1945, paralelamente a la ONU, de la que es una rama colateral.
Se supone, se suponía, que la voluntad de contribuir a la paz y a la seguridad mundial pasaban (pasan) por la educación, la cultura, la ciencia y la información. Esa es su base. Tuvo un precedente en la llamada Comisión Internacional para la Cooperación Intelectual, integrada en el sistema de la Sociedad de Naciones (que precedió a la ONU) existente entre las dos guerras mundiales.
Unesco, crisis y logros
Sin embargo, creo que no es éste el momento para referirnos a la CICI, sino a la evolución de la UNESCO actual, a sus contradicciones, a su prestigio pasado y a una cierta y relativa decadencia en nuestros días. Fue espejo de las aspiraciones del mundo posterior a la colonización y reflejó mejor las aspiraciones de los pueblos del planeta, que su organización madre.
En el período en el que Federico Mayor Zaragoza fue director general (1987-1999), Estados Unidos y el Reino Unido salieron de la organización. Y aunque EEUU regresó, ha vuelto a dar un portazo (junto a Israel) porque Palestina ha sido admitida como miembro de pleno derecho. El castigo es político, pero también económico porque Washington aportaba una quinta parte del presupuesto.
A pesar de todo eso, de sus quiebras, incluso de sus casos de corrupción internos, la UNESCO tiene tras de sí una trayectoria globalmente positiva. Ha contribuido enormemente a la lucha contra el racismo, a la defensa del patrimonio artístico y arquitectónico en todos los lugares del mundo, a la defensa de la biosfera.
Desde los viejos debates a las voces actuales
Desde luego, también al debate sobre la libertad de información. En cierta medida, hemos escuchado debates, frases, concepciones que ya parecíamos haber oído en otros momentos, en otros lugares; pero era fascinante una vez más encontrarse con el planeta entero.
Alguien recomendaba un libro desde la tribuna (“Developement on the edge of chaos”, según mis notas del momento). El periodista turco Ahmet Şık recibía el premio Guillermo Cano en la inauguración. Denunciaba los arranques liberticidas de su primer ministro Recep Tayyp Erdogan, pero también que Facebook, Youtube y Twitter no pagan impuestos en Turquía.
Un periodista de Túnez describía las faltas de la revolución en su país, pero proclamaba orgulloso: “El tunecino medio, en la calle, podrá decirles a ustedes que la libertad de expresión es uno de los mayores logros de nuestra revolución”.
“Los medios de comunicación no constituyen la profesión, sí lo es el periodismo. Y nosotros consideramos el periodismo como un bien público”, decía Ernest Sagaga (ruandés), en nombre propio y de la Federación Internacional de Periodistas. La FIP ha jugado un papel clave en varias sesiones de estas jornadas de la UNESCO.
¿Desarrollo o libertades?
En el debate sobre el desarrollo, las bellas palabras parecían llevar la delantera hasta que alguien dijo: “China es un caso tremendo, la prueba de que un país puede progresar sin libertades, sin que haya un avance paralelo de la libertad de prensa y expresión”. En ese momento, me di cuenta de que los representantes de los estados se habían marchado de la sala, al final de la ceremonia de inauguración.
Desde la sala, un ciudadano de Azerbaiyán denunciaba los manejos de su gobierno para controlar la Red: “Claro que comprenden la importancia del periodismo actual. Están invirtiendo enormemente para controlar también los medios digitales. Incluso utilizan la Red y los medios digitales para culpar a los periodistas de todo. ¡Los corruptos lanzan la idea de que la corrupción principal está en el periodismo!”
“Los medios también generan rentas e ingresos para los países”, afirmaba Naranjargal Khashkuu, una brillante (y simpática) intelectual de Mongolia, presidente de Globe International. Para sorpresa de los asistentes, terminó su intervención cantando.
Medios de servicio público
Alguien se refirió a las evoluciones de la radiotelevisión pública en Sudáfrica. Otro (británico) señaló que la BBC es el modelo para muchas televisiones públicas, pero que es el primer ministro del Reino Unido quien aprueba a todos los miembros de su dirección administrativa (board).
En la parte del debate referido a los medios públicos, Paola Parri (italiana), quien preside COPEAM, una institución cultural de los países del Mediterráneo, surgida del proceso de Barcelona, presentó un vídeo con las actividades y promoción del diálogo audio-visual. Defendió a los medios públicos, pero los vinculó a la ciudadanía: “Tenemos que estar atentos a la sociedad civil, implicarla en la defensa de los servicios audiovisuales públicos. Y esa implicación tiene que tener lugar partiendo de las necesidades sociales. Y no hay que rehuir, eso nunca, los temas delicados”.
Del informe MacBride a los tabúes reincidentes
Alguien advirtió contra los intentos de algunos estados por apartar las religiones del campo de la crítica, los intentos de establecer tabúes mediante resoluciones de Naciones Unidas. La amenaza de lo sagrado, de orden cultural o religioso, contra la libertad de expresión.
La UNESCO ha recorrido un buen trecho, no siempre rectilíneo. Y de nuevo deberíamos volver atrás para recordar las polémicas planetarias del informe MacBride, que se presentó en la Conferencia General de 1980. Su expresivo título “Un solo mundo, voces múltiples”, ya adelantaba sus intenciones: romper con el discurso oligopólico de las cinco grandes agencias mundiales.
En la comisión que presidió Seán MacBride (irlandés), estuvieron también Hubert Beuce-Méry (fundador del diario Le Monde), el soviético Leonid Zamiatin y Marshall McLuhan. También el recién fallecido Gabriel García Márquez.
La presidencia de Ronald Reagan fue la base de los ataques contra las ideas contenidas en el informe MacBride, que aunque logró reconocimiento internacional (Seán MacBride fue Premio Nobel de la Paz), terminó arrinconado oficialmente en la propia UNESCO. Los viejos oligopolios no han desaparecido del todo y se difuminan en la Red, amenazados por los nuevos, a su vez disfrazados de “apertura universal”. Descubrimos cada día sus beneficios, pero también su maridaje con el espionaje de cada uno de nuestros pasos, de cada una de nuestras células cerebrales, de cada una de nuestros pensamientos más íntimos. Necesitamos un segundo informe MacBride.
En lo personal, como miembro del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas, he vivido las tensiones de nuestro propio debate. Tenían que ver con el conflicto de Ucrania, pero también en este caso, frente a mí, colegas de Rusia y Ucrania se sentaban juntos. Dialogaban entre sí y con los demás. No es poco en estos días.
Afortunadamente, cabe recomendar al lector que se acerque a los documentos y al sitio de la UNESCO para revivirlo. Parte de los viejos impulsos, de los debates anteriores, de los aciertos y errores de aquella vivísima UNESCO, siguen vigentes. Al menos, esa ha sido nuestra impresión en todo lo que hemos podido ver y escuchar estos días en la sede de la organización en París.