Cervantes: dos volúmenes con las obras completas del autor del Quijote

En alguno de los textos que hemos publicado este año con motivo de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes ya dejamos dicho que el mejor homenaje que se le puede hacer al escritor es el de la lectura de sus libros.

Ahora este objetivo se puede cumplir con más facilidad gracias a la iniciativa de la editorial Cátedra de publicar sus obras completas en dos volúmenes muy manejables en cuyas primeras páginas se incluyen introducciones con reseñas críticas de todas ellas.

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Xulio Formoso: Cervantes II. Galatea

El primer Cervantes

La primera obra que Miguel de Cervantes dio a la imprenta fue “La Galatea”, en 1585. Se trata de una narración de género pastoril escrita en prosa y en verso, con la que Cervantes buscaba su lugar en el panorama literario del Siglo de Oro. Para esta obra siguió el modelo de la novela bizantina, un género importado de Italia, donde Jacopo Sannazaro obtuviera un éxito arrollador con “L’Arcadia”, y con el que en España triunfaban algunos autores contemporáneos como Jorge de Montemayor (“Los siete libros de la Diana”).

“Galatea” aborda el tema pastoril, de gran tradición en la poesía castellana, que exaltaba un mundo de belleza rural y un estado armónico y utópico sin apenas conflictos, más que los que plantean los lances amorosos. En este estadio Cervantes introduce algunos elementos ausentes hasta entonces en el género, como la libertad, curiosamente defendida por personajes femeninos (Galatea y Gelasia), y las historias secundarias que alternan la trama central, una constante en la obra posterior cervantina. “La Galatea” es una obra inacabada cuyo final Cervantes promete constantemente a lo largo de su vida, sin llegar nunca a concluirla.

Poco se puede añadir a todo lo que se ha escrito de su obra más conocida, “Don Quijote de la Mancha”, cuya primera parte Cervantes publicó en 1605. En la locura de don Quijote conviven la tragedia de interpretar erróneamente la realidad y el idealismo en el que se convierte el extravío del caballero al desafiar las normas que rigen el mundo. Cervantes mezcló dos géneros muy en boga entonces, el realismo de la novela picaresca con la fantasía de los libros de caballerías, con todas las lecturas y las posibilidades de interpretación que admite un texto clásico.

No hay ninguna duda de que el Quijote inició la novela moderna y con ella una nueva era en la historia de la literatura, al tiempo que introducía elementos inéditos, metaliterarios, como el de hacer que los propios protagonistas sean a lo largo de la trama al mismo tiempo personajes reales y de ficción. Tal vez el Quijote se hubiera quedado en una única primera parte de no aparecer la obra apócrifa de Alonso Fernández de Avellaneda, que estimuló a Cervantes a continuar con la escritura de la segunda, que se publicaría en 1615.

Novelas ejemplares

En los años que discurren entre la publicación de las dos partes del Quijote Miguel de Cervantes escribió doce novelas cortas conocidas con el nombre de Novelas Ejemplares, un término que ha sido interpretado en dos sentidos: en el de extraer una lectura moral y ejemplarizante y en el de proponer un modelo canónico para el género.

La narración corta había llegado de Italia con algunas obras de Boccaccio, Cinthio y Brandello, siendo Cervantes uno de los primeros escritores en trasladarlo a España. En las Novelas Ejemplares se plantean conflictos sentimentales (“La gitanilla”) junto a una visión escéptica de la vida (“La ilustre fregona”) así como una fuerte crítica social (“El coloquio de los perros”). En “El licenciado Vidriera” Cervantes da un paso más y se atreve con una arriesgada propuesta experimental.

El teatro de Cervantes

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Editorial Catedra: obras completas de Cervantes

Cervantes escribió obras de teatro desde sus primeros años, porque el teatro era el género que proporcionaba más ingresos a los escritores de la época y también más popularidad. Algunos investigadores afirman que ninguna de sus obras (unas veinte o treinta) se representó en vida del autor, aunque se sabe que en 1815 firmó un contrato con el empresario Gaspar de Porres para poner en escena “La Confusa” y “Tratado de Constantinopla y muerte de Celín”.

De las primeras obras que escribió Cervantes para el teatro se han perdido todos los textos, excepto los de “El cerco de Numancia” y “El trato de Argel”. Escribió comedias, algunas de capa y espada a la manera de Lope de Vega (“La entretenida”), en las que los temas centrales giraban alrededor de la libertad, el heroísmo y el destino, con incursiones en los lances de amor y los ideales caballerescos, que en su teatro Cervantes convierte en géneros transgresores que incitan a la reflexión. Hoy el teatro de Cervantes, también sus entremeses, ha llegado a los escenarios con cierto éxito, como algunos de los montajes de “Pedro de Urdemalas”, “El juez de los divorcios”, “La Numancia” y sobre todo “El retablo de las maravillas”.

Un poeta frustrado

El peor promotor de la poesía de Cervantes fue él mismo, que se consideraba un poeta fallido. Cuando se habla de su obra poética todo el mundo cita aquellos versos en los que se autodefinía: “Yo que siempre trabajo y me desvelo/por parecer que tengo de poeta/la gracia que no quiso darme el cielo”. De modo que si el propio autor reconoce su incompetencia poética, no hay más que hablar. Sin embargo, la poesía de Cervantes, si bien no alcanza la calidad de su obra en prosa, tampoco se puede desdeñar.

Cervantes escribió poesía desde sus primeros años hasta su muerte, llegando a publicar unos 30.000 versos en total. En su obra en prosa, desde “La Galatea” hasta sus obras de teatro, siempre incluyó breves poemas, algo que no abandonó nunca, ni siquiera en el Quijote. A pesar de la retórica y la exagerada ambición expresiva de algunos de sus poemas, Cervantes asimiló a la perfección el legado de Fray Luis de León y Garcilaso de la Vega e introdujo en ellos con efectividad los métodos del petrarquismo y el neoplatonismo.

Escribió poesía culta, pero también popular en romances y seguidillas, e introdujo en muchas de ellas una visión irónica (“A la entrada del duque de Medina en Cádiz”, “Al túmulo de Felipe II”). La muestra más poderosa de su ambición poética es el “Viaje al Parnaso”, en el que se mezclan la alegoría y lo mitológico con lo burlesco y aún lo autobiográfico.

El último cervantes

La obra que Cervantes creía que iba darle la inmortalidad literaria, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”, no llegó a verla publicada. La terminó durante los últimos años de vida (“puesto ya el pie en el estribo/con las ansias de la muerte”) y vio la luz en 1617, el año siguiente a su muerte, aunque sus primeras páginas las empezó a escribir diez años antes, recién terminada la primera parte del Quijote.

En “Los trabajos de Persiles y Sigismunda” puso Cervantes todo su esfuerzo y su capacidad creativa, con el fin de elaborar una obra literaria perfecta. El modelo se basa nuevamente en la novela bizantina, aunque colmándolo de gravedad y trascendencia, y trata un relato de aventuras en el que una pareja de enamorados, para culminar su relación, tiene que superar una serie de dificultades (trabajos) a lo largo de un recorrido itinerante que en el caso de Persiles y Sigismunda corresponde a una peregrinación a Roma.

Es en cierto modo también una novela ejemplar en el sentido moralizante, donde los personajes encarnan el paradigma del comportamiento cristiano y en cuya alegoría Cervantes introduce su mensaje ideológico-religioso, el de la doctrina católica del Concilio de Trento y la Contrarreforma. Aunque sobre esto hay interpretaciones contrarias, como la que Michael Nerlich hace en su obra “El Persiles descodificado” (Hiperión, 2005), en la que niega que esta obra de Cervantes sea ni un libro de aventuras ni un peregrinaje espiritual a Roma ni tampoco una expresión de la ortodoxia católica postridentina.

Una vida de novela

Hijo de Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares (Madrid) hacia el mes de septiembre u octubre de 1547 (su fe de bautismo está fechada el 29 de octubre de ese año en la iglesia parroquial de santa María la Mayor).

Perteneciente a una clase media en decadencia, la inestable situación económica de sus progenitores obligó a la familia a cambiar con frecuencia de domicilio a Valladolid, Córdoba y Sevilla. Durante su primera estancia en Madrid, a donde llegó en 1566, fue discípulo de Juan López de Hoyos, de quien adquirió el amor por los libros y la literatura. Fue durante estos años cuando escribió sus primeras poesías.

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Juan de Jáuregui: Cervantes

De la biografía de Miguel de Cervantes se saben pocas cosas con total certeza. Ni siquiera si su verdadero rostro corresponde al retrato que supuestamente pintara Juan de Jáuregui, posiblemente basándose en la descripción que el mismo Cervantes hiciera en el prólogo a sus “Novelas Ejemplares”: “Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro…”.

Su primer viaje a Roma, quizás huyendo de la justicia, le sirvió para ampliar sus conocimientos literarios y culturales, sobre todo en el campo del arte y la novela bizantina, gracias a sus actividades al servicio del cardenal Giulio Acquaviva. Abandonó el ambiente pontificio para seguir la carrera militar en Nápoles, donde se alistó como soldado junto con su hermano en la galera “Marquesa”, de la armada de la Santa Liga, para luchar contra los turcos. Fue durante esta época cuando participó en la batalla de Lepanto, “la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos”, donde fue herido en el pecho con dos tiros de arcabuz y perdió su mano izquierda a causa de un tercero. Posteriormente participó en las campañas de Italia y el Mediterráneo al servicio de don Juan de Austria, pero su carrera militar estaba acabada. De regreso a España, la galera “El Sol”, en la que viajaba, fue desviada por una tormenta hacia las costas del norte de África y apresada por piratas berberiscos al mando del renegado albanés Arnaut Mamí, que lo conduce prisionero a Argel.

El alto rescate solicitado por su liberación, unos 500 escudos de oro, era inalcanzable para su familia, por lo que estuvo prisionero en las mazmorras o baños argelinos desde 1575 hasta 1580, cinco años durante los que protagonizó cuatro intentos de fuga, aunque parece ser que tuvo un trato de favor gracias al interés que por Cervantes manifestaba el gobernador de Argel, el cruel Hasán Bajá, quien en algún momento incluso estuvo dispuesto a pagar el rescate que se pedía por él. Algunos autores sugieren la posibilidad de relaciones homosexuales, aunque las investigaciones más serias rechazan esta hipótesis.

Durante su cautiverio Cervantes escribió algunos poemas, de los que se conservan los dedicados a Bartholomeo Ruffino de Chambery y la famosa “Epístola a Mateo Vázquez”. Finalmente fueron los frailes trinitarios Juan Gil y Antón de la Bella quienes pagaron el rescate para obtener su libertad, que desde entonces sería uno de los bienes más apreciados por Cervantes.

De nuevo en Madrid, las autoridades no aprecian sus méritos militares ni las cartas de recomendación que traía de don Juan de Austria, por lo que se dedica intensamente a la escritura y a integrarse en el ambiente literario de la Corte. En 1584 se casa con Catalina de Salazar, después de haber tenido ese mismo año una hija ilegítima con Ana de Villafranca, hija a la que reconoce: Isabel de Saavedra. En 1585 publica “La Galatea” y la obra teatral “La Numancia”.

Los ingresos por la publicación de sus obras no son suficientes para vivir, por lo que ha de dedicarse a diversas actividades, entre las que se conocen la de comisario real de abastos para la Armada Invencible y la de recaudador de impuestos en Granada, después de habérsele negado un oficio en Indias. En estos años vive entre Sevilla, donde tenía su trabajo, y Esquivias, la localidad toledana en la que vivía su familia, a la que a veces tardaba años en visitar.

Diversas acusaciones, probablemente falsas, hacen que nuevamente conozca los muros de la prisión, esta vez en Castro del Río, en Sevilla.

En 1604 se traslada con su familia a Valladolid, convertida en la nueva sede de la Corte con Felipe III. En esta ciudad ya vivía parte de su familia (algunas de sus hermanas probablemente dedicadas a la prostitución), y aquí se vio mezclado en el crimen del caballero Gaspar de Azpeleta, que se cometió delante de su casa. Hasta que se reconoce su inocencia hubo de pasar nuevamente por la cárcel.

En 1607 se instala definitivamente en Madrid y a partir de entonces sus trabajos literarios le van a proporcionar algunas de las pocas satisfacciones que conoce en vida: en 1605 se había publicado la primera parte de “Don Quijote de la Mancha”, en 1613 las Novelas Ejemplares, en 1614 su obra en verso “Viaje al Parnaso” y en 1615 publica ocho comedias y otros tantos entremeses. Ese mismo año da a la imprenta la segunda parte del Quijote, cuya primera parte le había proporcionado una gran popularidad.

Enfermo de hidropesía, muere en 1616 después de pronunciar votos como novicio de la Orden Tercera de San Francisco y es enterrado con el sayal franciscano en el convento de las Trinitarias Descalzas. Al año siguiente de su muerte se publica su última obra, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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