La representación femenina en la Cámara de Diputados creció 18 por ciento en las elecciones del 2 de octubre 2022, pero retrocedió 16,6 por ciento en el Senado, y a este ritmo, Brasil necesitará décadas para alcanzar la equidad de género en el Poder Legislativo ya presente en otros países latinoamericanos, informa Mario Osava (IPS) desde Río de Janeiro.
En la saliente legislatura son 77 mujeres en la Cámara de Diputados. Serán 91 en febrero cuando tomarán posesión las elegidas ahora. El incremento es sostenido, pero esa casa legislativa tiene 513 diputados, la mayoría masculina sigue abrumadora.
En el Senado, son mujeres solo doce miembros y bajaron a diez en esas elecciones, en un total de 81 senadores. Es decir ellas serán 17,7 por ciento del total de diputados y 12,3 por ciento de los senadores, a partir de febrero.
El incremento gradual solo permitirá la paridad «dentro de ochenta años según proyección de las Naciones Unidas», con datos de 2018, cuando Brasil quedó en 146 lugar entre 196 países en participación de las mujeres en el poder político, destacó Joluzia Batista, socióloga y activista del Centro Feminista de Estudios y Asesoría (Cfemea).
«Estamos al lado de países del Medio Oriente, como Arabia Saudita, y otros en que domina el patriarcado y el machismo», lamentó en entrevista con IPS desde Brasilia, donde tiene sede su organización no gubernamental, que acompaña principalmente las materias de interés de las mujeres en el Congreso Nacional.
«En América Latina estamos entre los últimos, detrás de Argentina, Bolivia, Perú y México», detalló.
Ella se refiere en ese caso al proyecto Atenea, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y ONU Mujeres, que considera cuarenta indicadores que comprenden desde la representación femenina en los poderes públicos, la participación electoral y sistemas de cuotas a las reglas de los partidos para calcular el Índice de Paridad Política.
La baja participación femenina se contradice con el hecho de que las mujeres representan 52 por ciento de la población habilitada para votar, de 157 millones, en un país con una población total de 217 millones de habitantes, según las ultimas proyecciones.
Brasil rezagado en América Latina
En ese diagnóstico, hecho en 2019, Brasil ocupa el noveno lugar entre once países latinoamericanos evaluados, solo supera a Chile y Panamá. Adelante están los cuatro países mencionados por Batista más Colombia, Honduras, Guatemala y Uruguay.
México tiene 48,2 por ciento de mujeres en su legislativo Congreso, contra 17,3 por ciento en Brasil, ejemplificó la activista.
«Solo un vuelco, una reforma política profunda» podría acelerar la meta de equidad, evaluó. El mejor mecanismo seria la lista cerrada de candidaturas por partido, con la misma cantidad de hombres y mujeres, por orden alternado, adoptada en Argentina y que no parece posible en Brasil sino a largo plazo, reconoció.
En Brasil se presentan candidatos individuales y se eligen los más votados dentro de cada partido.
Un sistema de cuotas, que exige que los partidos postulen un mínimo de mujeres, está vigente en Brasil desde 1995, cuando se fijó en 20 por ciento. En el año siguiente se elevó a 30 por ciento, vigente hasta ahora.
La medida poco efecto tuvo en ampliar la representación femenina. Los partidos incumplieron la ley o la cumplieron solo formalmente, postulando candidaturas femeninas sin darles condiciones de éxito electoral.
Por eso en 2021 el Congreso aprobó una enmienda constitucional que obliga a que también se destinen a las candidatas por lo menos 30 por ciento de los fondos públicos de financiación de las campañas electorales que reciben los partidos.
Además las diputadas, así como los legisladores negros, cuentan en doble para definir la suma del fondo electoral a que cada partido tiene derecho, como estímulo adicional para fomentar la representación de esos sectores de la población, mayoritarios pero subrepresentados políticamente.
Aumenta diversidad parlamentaria
Las personas negras también ampliaron su participación en la Cámara de Diputados en las elecciones del 2 de octubre. Ahora contarán 135 escaños, 9 por ciento más que los elegidos en 2018. Pero corresponden a solo 26,3 por ciento de los 513 diputados, menos de la mitad de los 56,1 por ciento de la población brasileña reconocida como afrodescendiente.
Pero la diversificación étnica y sexual del Congreso Nacional y las asambleas legislativas de los estados fue más amplia que el incremento insatisfactorio de la representación femenina y negra, destacó Batista. «Es un cambio cualitativo», definió.
Cinco diputados nacionales elegidos son indígenas, así como dos senadores y dos diputados de las asambleas de los estados. En 2018 se eligió una única diputada nacional.
No todos defienden las políticas de equidad de género o derechos indígenas. Una diputada nacional y dos de los estados son del Partido Liberal, al que se afilió el presidente Jair Bolsonaro, de extrema derecha, en 2021.
Y uno de los dos senadores electos es el actual vicepresidente, general Hamiltom Mourão. Todos ellos defienden intereses antiindígenas, como los de los mineros y los agricultores que invaden tierras indígenas, en la Amazonia y otros territorios vulnerables.
Pero se eligieron dos diputadas indígenas de fuerte liderazgo e identidad indígena, que deberán alzar la voz de los pueblos originarios, que se limitan a cerca de un millón de personas de los 217 millones de habitantes, pero tienen amplios derechos reconocidos en la Constitución nacional de 1988.
También serán parte de la Cámara de Diputados dos mujeres transgénero, cuya combatividad es conocida por sus acciones anteriores como diputadas de estados.
Además buena parte de los nuevos diputados negros son activistas del antirracismo y de los movimientos comunitarios. Las batallas parlamentarias sobre racismo y género ganarán nuevas dimensiones. Algunos diputados progresistas se eligieron como candidatos colectivos, es decir llevan la voz de su grupo.
Batallas parlamentarias
Los debates serán probablemente más reñidos, porque la extrema derecha consiguió elegir muchos legisladores radicales. Se beneficiaron del llamado «presupuesto secreto», es decir recursos públicos destinados a proyectos o autoridades locales por líderes parlamentarios, sin revelar los nombres de los legisladores responsables.
Por ese mecanismo, el gobierno se asegura la fidelidad de los legisladores y favorece su reelección. Es una corrupción legal, según algunos juristas, una forma de comprar la adhesión de los legisladores, adoptada por el presidente Bolsonaro.
Esa fuerte presencia ultraderechista en el Congreso dificulta, aparentemente, la aprobación de leyes que interesan a las mujeres. Pero Batista cree que se puede eludir tal obstáculo, en general son temas suprapartidarios que logran unir varias corrientes políticas e ideológicas.
La Ley Maria da Penha, que penaliza la violencia contra mujeres, se aprobó en 2006 con adhesiones sorpresivas, recordó. «Es más complejo, el interés en esas materias sobrepasa la izquierda y el feminismo», observó.
La nueva composición del Congreso, especialmente por la presencia de «mujeres hablando por las mujeres», elevará el nivel de los debates, confía Fátima Pacheco Jordão, especialista en sondeos de opinión vinculada a movimientos femeninos.
«Gana expresión la vida real cotidiana, materias de salud y educación, la violencia y otras cuestiones sociales que afectan directamente la vida de las mujeres», explicó a IPS desde São Paulo.
«Cambian los actores y la temática en busca de soluciones concretas» y para tales avances políticos contribuyó no solo la elección de nuevas representantes femeninas, como la candidatura presidencial de Simone Tebet, Movimiento Democrático Brasileño, acotó Jordão.
Tebet, tercera colocada en la primera vuelta el 2 de octubre, con 4,16 por ciento de los votos válidos, se afirmó como la candidata centrista y defensora de la democracia, al apoyar decididamente al izquierdista expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta, el 30 de octubre, por oponerse a la amenaza autoritaria de la extrema derecha liderada por Bolsonaro.
El capitan del Ejército retirado y actual mandatario tiene el rechazo mayoritario de las mujeres, que en 57 por ciento promedio de las consultadas por las empresas de sondeos indican que están en contra de que Brasil sea gobernado otros cuatro años más por el líder ultraderechista.