¡Leer para escribir!

A muchas personas les parece una actitud arrogante y prepotente que alguien diga que sabe escribir, pues a lo mejor piensan que para llegar a ese nivel son necesarios profundos estudios de gramática, lingüística u otra disciplina asociada con el oficio de convertir el pensamiento y conocimiento en un texto.

En muchas ocasiones he dicho que sé escribir, y a algunos les ha parecido una petulancia, en tanto que otros, los que me conocen y leen con frecuencia, saben cuál es la verdadera intención de esa expresión.

También he dicho que para tener una escritura medianamente aceptable, no es necesario poseer grandes conocimientos, pues solo bastaría con lo básico y lo fundamental que se aprende en las diferentes etapas de la educación formal, que se complementa con la informal.

Es por eso que no me sonrojo al decir que manejo con relativa facilidad la gramática y la lingüística, es decir, sé escribir. Ahora, que no tenga la creatividad de García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Salvador Garmendia o Miguel Otero Silva, es otra cosa.

Paradójicamente, muchos laureados escritores se han distinguido por su imaginación; mas no por sus conocimientos gramaticales y lingüísticos.

El modelo es Miguel de Cervantes Saavedra, quien según los que han analizado su impronta, dicen que no era un experto en gramática, sino una persona que escribía con claridad, con sencillez, con humildad y con la observancia de las reglas del momento en que escribió su célebre Don Quijote de la Mancha.

Ahondar en la personalidad y en la obra de Cervantes requiere conocimientos que yo no poseo, pues solo he hecho referencia a él para destacar que escribir bien no es sinónimo de erudición, y lo digo por mí, pues aunque me desenvuelvo con gran facilidad en el ámbito de la escritura, me califico como un aficionado del buen decir, con la particularidad de que, de manera constante, procuro nutrirme de los conocimientos necesarios para mantener este trabajo de divulgación periodística que a muchos les ha servido para disipar sus dudas. ¡Eso es satisfactorio en ambos sentidos!

He ahí donde entra en juego la lectura, que es fundamental para aprender a leer y para familiarizarse con las palabras, permite conocerlas y poder distinguir lo que cada una de ellas cumple.

Lo otro es la aplicación de las reglas elementales, como las palabras por la índole de la entonación (agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas), signos de puntuación y otros elementos indispensables para que la escritura tenga sentido.

Quien maneje esos recursos, se le puede considerar como alguien que sabe escribir. Ese es mi caso y de otras personas que se dedican a este tipo de trabajo, que no es más que aportes para un mejor uso del idioma español.

Pero hay algo que está por encima de los elementos mencionados, y es la responsabilidad y la seriedad con las que se escribe para el público.

Si se hace para influir sobre cierto y determinado segmento de la sociedad, debe hacerse con respeto, con sencillez y con humildad para aceptar las sugerencias y recomendaciones.

En el caso del lenguaje, debe haber la convicción de que todo lo que se escriba o se diga en los medios de comunicación, mal o bien, tiende a arraigarse en el vocabulario del común de la gente.

Es preferible que ese arraigamiento sea en las cosas buenas. Esa es la mejor manera de influir en los demás, y que me disculpen aquellos que se hacen llamar influencer y aquellos que los siguen, que en mis supinos conocimientos de la materia, no son tales, sino personas que con un mero prurito exhibicionista sienten la necesidad de drenar alguna frustración, y son felices que los vean o los lean.

Hay mucha charlatanería, muchas payasadas y muchas situaciones que desdicen de lo que es trabajo de quienes en buena lid desean influir e influyen en la conducta de los demás; pero hay mucha basura que debe ser desechada.

Claro, hay contadas y honrosas excepciones que se distinguen muy fácilmente y que merecen respeto.

Entonces en lo que a escritura se refiere, es indispensable leer.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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