Dorothea Tanning, mujer y artista de dos siglos habita durante tres meses en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid
Dorothea Tanning tuvo la suerte de nacer y vivir su larguísima vida (1910-2012) en tiempos y espacios extraordinariamente estimulantes. Fue musa del surrealismo del inconsciente más desgarrado. Su vida y su arte fueron intensos, así como su historia de amor con un hombre y artista extraordinario, Max Ernst, un amor que solo la muerte logró separar.
Detrás de la puerta, Invisible, otra puerta es el título de esta impresionante retrospectiva de más de 150 obras de arte que cubren casi setenta años de creación, de 1930 a 1997. Algunas se exponen al público por primera vez. Proceden de colecciones privadas y de museos como el Centro Pompidou de París, Tate Modern de Londres y Museo de Arte de Filadelfia entre otros.
Si el surrealismo puede ser definido como un movimiento autobiográfico que desnudó los aspectos más recónditos de la psique humana, en el caso de Dorothea Tanning además de penetrar muchos rincones de su historia, biografió la sociedad que ella frecuentó en Estados Unidos y en Europa.
Vivir en un tiempo de exilio forzoso de muchos artistas e intelectuales europeos hacia Nueva York, hasta el punto de convertirla en la capital mundial del arte, tuvo una influencia decisiva en la trayectoria de Tanning, que empezó a reflejarse en sus obras de los años 30 y 40. Ella había descubierto la “ilimitada posibilidad de extensión” del surrealismo en la exposición de 1936 en el MoMA de Nueva York, Fantastic Art Dada Surrealism. En 1939 viaja a París, pero su primer intento de sumergirse en la actividad artística de la capital de Francia dura poco, porque el inicio de la II Guerra Mundial la urge a regresar antes de que sea tarde.
Hay un autorretrato que marcará su arte y su vida, Cumpleaños de 1942, vestida a la manera shakespeariana del Sueño de una noche de verano, con un traje de entramado de ramas y figuras liliputienses, pechos descubiertos y una quimera a sus pies. Tras ella, puertas entreabiertas y cerradas al fondo, el leit motif de la muestra, el simbolismo que cultivará durante años, como apertura a otros espacios que alojan lo desconocido del inconsciente y que ella trató de conocer.
Ese Autorretrato fue motivo de su primer encuentro con Max Ernst en 1942, cuando él llevaba apenas un año casado con Peggy Guggenheim de la que era asesor artístico. Le eligió para la exposición de Peggy “31 Mujeres” en la Galería Art of the Century de Nueva York. Ahí también empezó su relación sentimental, que culminó en matrimonio en 1946, tras el divorcio de ambos, en una ceremonia doble en Hollywood, ellos y Man Ray con Juliet Browner. Ahí iniciaron una experiencia nueva, irse a vivir a Sedona en el desierto de Arizona, un lugar aislado del mundo, un entorno natural que facilitaba la indagación y la ruptura con todos los formalismos personales, familiares y sociales.
La Exposición
El primero de sus diez espacios temáticos es precisamente el autorretrato. Deirdre de 1940, un busto con un vestido todo ataduras y cabello vegetal y expresión introvertida, como alguien que tiene que romper con todo, eclosionar y liberarse; el citado de 1942 un gran paso adelante con muchos espacios aún por abrir, pero es evidente el reconocimiento de esos espacios. Los dos de 1947 en Sedona, un segundo Cumpleaños en el que aparece de espaldas, insignificante, en traje de baño, rodeada de la inmensidad del desierto que pinta de amables colores aguamarina. 1947 es el año de la publicación de Abismo, presente en la exposición, que recuerda a autores como Lovecraft en la descripción de algunos espacios y a Poe en el tratamiento de personajes. Otro autorretrato a lápiz de 1947 en plena ensoñación o indagación interior.
Ajedrez
Los dos eran apasionados de este juego de misterios que Lewis Carrol describió magistralmente en A través del Espejo. El espejo también es una puerta para Tanning. Y el ajedrez “algo voluptuoso, cerca de los huesos”. Dos hitos en la exposición, -de toda la exposición- Fin del juego de 1944, (el año del naufragio de la pareja Max-Peggy). Un zapato blanco radiante –la reina Dorothea- aplasta a un alfil con forma de mitra. La mitra representa otro poder, difícilmente eclesiástico; la mitra es Peggy.
En 1947, ya en Sedona, pinta Max in a blue boat (en una barca azul) que no está en el agua. Max como mago portador de fuego ante un tablero de ajedrez sin figuras. Frente a él, apenas visible se adivina a Dorothea; algo los separa, otro símbolo recurrente en la obra de Tanning, el mantel o sábana que cobra vida y se transforma en un ave coronada que ríe. Los ojos de Max se pierden en ninguna parte y detrás de la barca un muro de piedra, una especie de pirámide y los fantasmas y monstruos de la mente de Max. Si la serie ajedrez refleja la situación sentimental de la pareja, hay obstáculos a superar, hay que crear juego.
La temática “La mujer niña” introduce a la sexualidad femenina desde la preadolescencia, de nuevo con bastante cercanía al mundo de Alicia en el país de las Maravillas, pero con una dosis creciente de terror. En Juegos de niñas en una pared de una habitación vacía, dos criaturas victorianas arrancan el papel, pero detrás hay un fuego con forma de cuerpos femeninos dispuesto a abducirlas.
El terror gótico representado por el potencial erótico de niñas apenas púberes inquieta al espectador en Habitación de invitados y en el hito de esta temática, Eine Kleine nacht musik donde las puertas entreabiertas dan acceso al mundo oscuro del deseo. El umbral marca el límite entre la inocencia infantil y el conocimiento. En Eine Kleine hay elementos fetichistas: Los cabellos electrificados de las niñas y el girasol gigantesco, vivo, se interpone a la fuerza natural del deseo.
La familia
Dorothea Tanning siempre dijo que había tenido una infancia feliz en su casa de Galesburg, “donde nunca pasaba nada, donde el orden prevalecía”. Pero donde aparentemente no pasa nada en el orden exterior de las cosas, pueden pasar cosas tremendas nada más traspasar ese umbral.
Tanning es particularmente feroz cuando representa mediante símbolos cotidianos, como el mantel blanco que cubre la mesa, su subversión de la institución familiar y sus códigos morales. Transforma el hogar en un espacio surrealista plagado de fantasmas atemorizantes. Buenos ejemplos son Algunas rosas y sus fantasmas, La trucha hervida, Los filósofos. Pero los dos cuadros de esta sección temática clarísimamente autobiográficos son ese Retrato de familia y Maternity. En el primero, sentados a la mesa una figura paterna que ocupa un espacio gigantesco. La madre pequeña, inmóvil, sumisa, sin personalidad. Y una criada casi enana. Claramente el padre lo domina todo ciegamente mediante los cristales opacos de sus gafas.
Maternity de 1947 es el summum de la subversión de valores. Muestra a la maternidad como algo opresor en el espacio casi infinito del desierto de Arizona. Hay un ansia feroz de escape representada por la recurrente tela fantasmal, esta vez bajo sus pies, como posible alfombra voladora, – o liberadora- pero ahí está frente a ella un perro con cara de niño, el opresor. Detrás, una puerta entreabierta y enfrente la puerta abierta que parece conducir a otra dimensión y del otro lado una mujer sin cabeza, con pechos y útero inflamados, gigantescos. Todo en la inmensidad desértica.
La arquitectura de lo siniestro
A partir de los años sesenta crea las esculturas blandas u objetos surrealistas con materiales orgánicos que se convierten en esculturas vivientes, con nuevas cualidades táctiles y “una vida que se parece a la nuestra”, Tanning dixit.
El objeto de terror sin paliativos es la instalación Habitación 202. Hotel du Pavot (1970-73) un retablo del placer, el dolor y la tragedia. Una manera de mostrar que lo cotidiano y lo extraordinario son universos contiguos.
No es la primera vez que en la obra de Tanning aparece este hotel como espacio subversivo. En un cuadro de 1942, Una tarde parisina. Hotel du Pavot, aparece el chaflán exterior del edificio con una figura fantasmagórica en un balcón que se intuye sea de la habitación 202. Y en Eine kleine nacht musik de 1943 están tres puertas cerradas de un hotel y la cuarta entreabierta parece dar acceso a un dimensión espectral. Parece que la instalación de los años setenta sería la revelación de lo que sucedía dentro de esa puerta. ¿Tres décadas obsesionada con una habitación de hotel –su inconsciente- hasta decidirse a mostrar lo que sucedía dentro de él?
Las dos figuras femeninas acéfalas traspasando muros, rompiendo el papel pintado, una de frente, otra de espaldas, ombligo y glúteos. En el suelo, junto a la chimenea, la figura torturada que ella llama “time and place” (tiempo y lugar). Como saliendo y formando parte de una butaca, del mismo tejido, “Revelación”. De nuevo la figura femenina sin cabeza, haciendo un tremendo esfuerzo para manifestarse. En medio de ambas, la “mesa trágica”; esta vez la figura puede estar en pleno orgasmo o a punto de ser desmembrada.
Trasciende lo obvio, con estas “figuras sencillas, orgánicas, creadas con tela y lana”, que combinan lo macabro y lo sexual. También, claramente muestra aquí la disolución de identidades tan presente en su último autorretrato (1985/87).
El deseo dionisíaco
En la última sección temática de la exposición (1977/1997) el auténtico protagonista debe ser el espectador. Hay cuadros que parecen secuencias de la habitación 202, temas que ya trató anteriormente subvirtiendo valores, pero aquí la subversión llega al paroxismo. El sexo explícito es el elemento dominante, por ejemplo en Retrato de familia (1977), Notas para un Apocalipsis (1978), El tango vive y Frecuencia media; Maternity V (1980) y Daughters (Hijas 1983) parecen un regreso a la 202 o quizá a lo que sucede en ese momento vital en su inconsciente. Y la sensación de metamorfosis y disolución total de la identidad que se integra en un todo espectral con los colores ígneos recurrentes en su autorretrato de 1987 Mujer artista, desnuda, de pie y en Puerta 84. Por último, aparece una especie de liberación de su espíritu explosivo en el cromatismo y figuración relajada de En Avalon, con esos cuerpos femeninos sumergidos en amapolas blancas…(amapola, pavot en francés).
A punto de cumplir 90 años pintó la serie de flores carnosas, cuyos pétalos vivos se retuercen como en un abrazo apasionado, en la que el deseo femenino es el elemento único y evidente. Crepuscula glacialis es su hito en la muestra.
Ficha de la exposición
- Título: Detrás de la puerta, invisible, otra puerta.
- Sede: Museo Reina Sofía, edificio Sabatini, 3ª planta. Madrid.
- Fechas: 2 octubre 2018 – 7 de enero 2019
- Itinerancia: Tate Modern, Londres (febrero – junio 2019)