En el artículo de la semana pasada, por no revisarlo con detenimiento, se me fueron dos gazapos, que afortunadamente fueron captados por el ojo avizor de mi amigo Rafael Ángel Parra, consecuente seguidor de este trabajo de divulgación periodística, a quien le agradezco la gentileza de habérmelos señalado de manera oportuna, para a la vez solicitar al editor de este medio la respectiva corrección.
Cuando quise hablar de valla, vaya, baya; halla, haya, aya y allá, incurrí en un gran despropósito que echaba por tierra la intención original. Afortunadamente, se hizo la modificación, y el mal no hizo metástasis en otras áreas. ¡Gracias a Dios!
Luego de que en Periodistas-es.com habían enderezado el entuerto, procedí a reenviar el texto corregido, a mis contactos de WhatsApp, solo que no logré el cometido. Mi primo Eder Abreu me indicó que por haberle agregado palabras al enlace, este se rompió, y los que lo recibieron no pudieron abrirlo. Confieso que soy lego en esos menesteres.
En un segundo intento logré el propósito y calmé mi angustia. Fue una situación incómoda, pues alguien que se dedique a este tipo de trabajo debe ser cuidadoso para no publicar cosas que generen confusión. ¡Pido disculpas!
Superada la situación, hoy me dispongo a hablarles de un asunto de vital importancia en la escritura, como lo es la conjugación.
De entrada, les digo que para tal efecto es indispensable saber que el verbo es la parte de la oración que expresa esencia, estado, acción o pasión en el tiempo en que ocurren las cosas y la persona que ejecuta o recibe la acción. Es necesario conocer algunos conceptos, y por eso acá se los presento, con algunos ejemplos tomados del «Larousse de la Conjugación».
Por su significación, hay verbos copulativos, predicativos, transitivos, intransitivos, reflexivos y recíprocos.
Verbos copulativos
Son los que sirven de enlace entre el sujeto y el predicado nominal de una oración: «Juan es venezolano»; «Las aves son animales vertebrados».
Verbos predicativos
Como su nombre lo sugiere, estos verbos son los que encierran la idea de un predicado. Entre los predicativos están los transitivos e intransitivos.
Verbos transitivos
Se dice que un verbo es transitivo cuando la acción recae sobre una persona o cosa, expresa o tácita. Al objeto que recibe la acción se le denomina complemento directo: «Juan leyó la carta».
Para verificar si un verbo es transitivo, hay que preguntarse qué o qué cosa es el objeto de la oración. Adorar y amar son verbos transitivos, pues se podrá amar o adorar «la naturaleza, a Dios, a los hijos, etc.».
En este grupo están los transitivos nominales y los pronominales. En los primeros el complemento directo es un nombre; mientras que en los segundos, esa función corresponde a un pronombre.
Verbos intransitivos
Estos verbos no tienen complemento directo, es decir, la acción no recae sobre algo o alguien: «Yo pienso»; «Mi perro corría»; «¡Has crecido desde la última vez que te vi!»
Verbos reflexivos
Son aquellos en los que la acción recae sobre el sujeto que la realiza. En este tipo de verbo el objeto se expresa mediante un pronombre personal: me, te, se, nos os, se: «Él se lava las manos…»; «Yo me peino»; «Los chicos se escondieron detrás del paredón».
Verbos recíprocos
Son aquellos que describen una acción que es realizada y su efecto es recibido por dos o más personas, animales o cosas: «Pepe y yo nos saludamos a la entrada del poblado»; «Tú y Juan se golpearon como animales»; «Mario y Samuel se contaron algunas anécdotas».
Con estos conceptos no debería haber ninguna confusión, pues son los primeros pasos para adentrarse en la conjugación.
En la venidera entrega les hablaré de voz, modo, tiempo, aspecto, división de los verbos según su conjugación y significado de los tiempos, con lo que, si se presta la debida atención, las dudas podrán ser disipadas, y por ende habrá menos impropiedades.
En esa ocasión aprovecharé para satisfacer una inquietud de un amigo lector, sobre un caso que no tiene nada que ver con la conjugación; pero estimo que es necesario analizarlo y mostrarlo.
La conjugación ofrece una infinidad de situaciones viciadas, favorecidas por el hecho de que hay redactores que no se han preocupado por aprender más de lo que recibieron en la escuela, y otros que por querer adornar la prosa o la expresión oral, incurren en casos que denuncian su desconocimiento.