Francisco Ayala de viva voz: El escritor en sus entrevistas

«Una mente lúcida hasta el final y una palabra valiente y exacta, algo que todavía hoy se echa mucho en falta y que nos vendría muy bien porque, más que un cervantista, Francisco Ayala era un caballero cervantino».

Francisco-Ayala-de-viva-voz-portada Francisco Ayala de viva voz: El escritor en sus entrevistasAsí es como define Antonio Astorga a su biografiado Francisco Ayala, nacido en Granada en 1906 y muerto en Madrid en 2009 a los 103 años (en 2016 se cumplirán 110 años de su nacimiento) cuando acaba de publicarse el libro Francisco Ayala de viva voz. El escritor en sus entrevistas, del que es autor y que, en sus propias palabras, resulta «el retrato humano de un intelectual irrepetible».

Para escribirlo, Antonio Astorga se ha basado en las entrevistas concedidas por el propio Ayala, premio Cervantes en el año 1999, más los testimonios de cuantos escritores y periodistas le trataron de cerca, que fueron muchos.

«Conocerle era quererle», dicen también estos mismos testigos, porque era un hombre que en sus entrevistas recibía con los brazos abiertos y «contaba cosas», es decir, que se podía saber de él, de su vida y su pensamiento merced a dichas entrevistas. Le gustaba hablar con claridad y ceñirse a los hechos. Juzgaba sin miedo a grandes figuras como Benavente y Gómez de la Serna, huía de las medias tintas.

Algo de lo que humildemente puedo dar fe porque, aunque no lo entrevisté, tuve la suerte de compartir durante una larga temporada la tertulia literaria del Ateneo con él y con su mujer Carolyn Richmond -tertulia muy informal y distendida a la que no faltaban ellos nunca, que se celebraba en los locales de una cervecería al lado del Ateneo de Madrid- y, siendo tan gran escritor, asombraba por su afabilidad y sencillez -era uno más- a lo que se une la extraordinaria claridad expositiva de sus intervenciones. Tengo que decir que hablaba sólo cuando se lo pedían y el resto del tiempo tenía la expresión sonriente como de estarle pasando algo divertido por la mente. Nunca perdió el acento granadino que, sin embargo, en el exilio, se había enriquecido con toques y matices argentinos.

Otra experiencia personal, además de ilustrativa muy divertida, fue cuando la Universidad Complutense organizó, junto con el Ayuntamiento de Torrelodones, unos encuentros literarios para doctorandos en el verano del 94. Cada tarde nos esperaba un escritor ilustre para que pudiéramos escucharlo y debatir con él sobre su escritura. Una tarde nos encontramos con que eran dos los escritores que aguardaban: Alonso Zamora Vicente y Francisco Ayala. No sabíamos lo divertido que iba a resultar el invento hasta esa tarde. Los dos hablando al alimón se enzarzaron en una charla llena de anécdotas sabrosísimas sobre el exilio, corrigiéndose mutuamente en las cosas sobre las que disentían («no, no, no, eso es lo que te parece a ti, recuerdas muy mal, recuerdas muy mal»), saludando la aparición de nuevos recuerdos al son de la charla, apuntando cada uno un poco más lejos como para derrotar al otro, quitándose la palabra en el calor de la discusión… Fue una tarde memorable, y teniendo en cuenta que el alumnado era variopinto y que muchos de ellos apenas entendían el español coloquial a pesar de que pronto iban a ser doctores, regocijante y muy especial. Pero lo mejor era ver cómo ellos dos la gozaban, se conocían muchísimo y era grandes amigos aunque, como suele pasar, se veían en las sesiones de la Academia, de ahí la alegría del encuentro entre nosotros.

Precisamente la concesión del Cervantes le sorprendió a Francisco Ayala cuando se hallaba en NY enfermo grave, y parece que fue este honor lo que le impulsó y le dio nuevas fuerzas para vivir muchos años más. En la revista Realidad, fundada por él en Argentina, publicó el artículo La invención de El Quijote, del que era apasionado analista.

Borges consideró su cuento El hechizado como uno de los mejores en español y el mayor representante del realismo mágico.

Sobre el exilio, jamás guardó resentimiento alguno, pues si bien reconocía que se exilió «para seguir viviendo» y que no regresó hasta tener la absoluta seguridad de que estaba a salvo en España, fue gracias al exilio como conoció tantos países de América y vivió tantas experiencias extraordinarias. Por otra parte, dada su formación, fue muy bien tratado en todos esos países, no fue alguien que pasara por campos de concentración, al contrario. Sin embargo, al volver a España, se encontró con que su nombre había sido borrado por completo.

Al final de su vida, eran tantos los homenajes que recibió, que él mismo confesaba con humor «estoy harto de Francisco Ayala», lo que no le impedía recibir y atender en su propio domicilio a cuantos, con uno u otro motivo, se lo solicitaban. Recibía con los brazos abiertos.

No desdeñó las atenciones de los políticos, fueran del signo que fueran (en su ingreso en la Academia se le tildó de rojo, cosa que le molestaba -«cabreaba» es la palabra- infinito), y mucho menos de los Reyes de España, quienes le felicitaron en su centenario. Y fue en marzo de 2009, con 103 años, cuando dio su última entrevista, publicada en el periódico ABC.

Un hombre, Francisco Ayala, cuyas últimas palabras fueron «perdón» a su enfermera y «gracias, gracias, gracias» a su mujer.

Antonio Astorga ganó con esta biografía el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2015. Ahora, la Fundación Cajasol y la Fundación José Manuel Lara editan este trabajo.

Antonio Astorga (Archidona, Málaga, 1966) es escritor y periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, inició su carrera profesional en ‘Diario 16’ y ha trabajado en ‘ABC’ durante más de un cuarto de siglo. Es autor de ‘Mingote reservado. El taller desconocido de un genio’ (2014), donde recogía y analizaba la obra inédita, censurada o prohibida del dibujante y académico, al que dedicó un artículo –“Será ceniza más tendrá sentido”– premiado con un accésit del premio Francisco Valdés de Periodismo 2013. Quedó finalista del mismo galardón por otro artículo sobre Miguel Delibes y ha colaborado en obras como ‘Mingote, pequeño planeta’, ‘Azorín, periodista’, ‘Vicente Zabala. La entraña del toreo’ o ‘Garci. Entrevistas’.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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