Interviú fue el medio más peculiar de la transición; un producto periodístico singular que aunó las fotografías de desnudos conocidos con una gran imaginación en los planteamientos de los reportajes y una furia informativa que le hizo rechazar temáticas de gran venta en los medios propiamente sensacionalistas, epíteto que terminó convirtiéndose en tópico y crítica fácil de quienes no querían –quizá, no sabían- ver el espíritu de una nueva generación de reporteros que quieren ser los primeros en todo.
Ejemplos, entre un millar: Enrique Yeves y José María Alegre descubrieron en tierras de Honduras la base de la CIA El Aguacate desde la que la Contra atacaba Nicaragua…; los periodistas de Interviú lo hicieron seis meses antes de que lo hiciera Newsweek, momento éste en que lo recogió El País, como gran exclusiva del semanario norteamericano, lo que permitió al español publicar un irónico artículo sobre el papanatismo de la prensa española con la extranjera, la norteamericana sobre todo.
Más ejemplos: los reporteros de Interviú descubrieron un taller mecánico donde le fabricaron ilegalmente silenciadores de pistola a uno de los imputados en el crimen de los Urquijo; lo más divertido es que el taller estaba justo debajo de la redacción de Diario 16. Las bandas terroristas tuvieron en Interviú su némesis informativa: de ETA se publicaron fotos indignantes de sus secuestrados; testimonios de los extorsionados y de las víctimas; los nombres de sus cómplices en el País vasco francés, ciudadanos por encima de toda sospecha; numerosos documentos secretos sobre sus planes criminales, finanzas (“Sokoa: Interviú revela las finanzas terroristas. Conseguimos los documentos secretos de ETA. Nóminas, impuestos revolucionarios, atentados…”. Y en el mismo número, 549, de 19 de noviembre de 1986, “Segundo aniversario del asesinato de Brouard. Abogado Montero: ‘La mafia policial está implicada’. Habla la enfermera, única testigo del crimen”), etcétera. Y antes de informar de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) casi en solitario -con El País y poco más-, Interviú informó de los más cuarenta asesinatos cometidos por sus hermanos mayores: las bandas bautizadas Triple A, Batallón Vasco-Español y Antiterrorismo ETA, cuyas andanzas y episodios fueron extrañamente silenciados y luego olvidados por la inmensa mayoría de la prensa española (no por el brillante Cambio 16 dirigido por José Román Orozco con Ander Landaburu: “Entre 1975 y 1982 grupos ultraderechistas y parapoliciales asesinaron a 43 personas. Los padres del GAL”, núm. 1.253, 27 de noviembre de 1995). En el polémico número 666 (de 14 de febrero de 1989), en el que se publicaron las famosas fotos sin bragas de Marta Chávarri, que tanto escándalo levantaron, no ocurrió lo mismo con el siguiente reportaje de ese mismo número: el descubrimiento que hacía la revista de “el GAL más buscado por la Justicia francesa”, Georges Mendaille, quien vivía en Gerona con conocimiento general de las autoridades, de la Guardia Civil al gobierno, las mismas que decían a los tribunales franceses, que reclamaban la extradición del criminal para juzgarlo, que no se encontraba en España. En el núm. 667 (21 de febrero de 1989), el reportaje “Un accidente de Amedo en 1983 puede ser revelador” revelaba que el Partido Nacionalista Vasco estaba al tanto de las planeadas andanzas de los GAL antes de que empezaran a asesinar y que prefirió obtener del gobierno transferencias antes que denunciarlo. Y también: “Justicia reconoce que existen. Los privilegios que perderán los etarras encarcelados”, respuesta del gobierno a una denuncia de Interviú sobre la desahogada situación en prisión de los terroristas condenados…
Luis Cantero, el reportero de la sección lúdica, alcanzó el yate de Suárez montado en un patín de pedales con el fotógrafo, y lo entrevistó en aguas de Mallorca. Las primeras fotos de Santiago Carrillo, disfrazado con peluca, en el puerto de San Sebastián, nada más cruzar ilegalmente la frontera tras la muerte del dictador, se publicaron en Interviú. Tras publicar las fotos de Manuel Sierra y María Lourdes Urquijo, marqueses de Urquijo, asesinados mientras dormían, y numerosas investigaciones sobre el doble crimen, Interviú informó de que la autopsia de las vísceras del condenado como asesino, su yerno Rafael Escobedo, desvelaba que contenían cianuro, aunque la justicia declaró que se había suicidado por ahorcamiento en su celda del penal de El Dueso… Las revelaciones sobre la “mafia policial” que asesinó al delincuente común El Nani, al que detuvo acusándolo de un asesinato cometido por los policías en uno de los atracos que organizaban con delincuentes comunes. La localización en Asunción, Paraguay, del sanguinario fascista Hellín que asesinó a la estudiante Yolanda González y que huyó de la cárcel con la connivencia de autoridades policiales, políticas y judiciales españolas; de resultas del trabajo de Interviú, fue extraditado, juzgado y reingresado de nuevo en las cárceles de España. Las andanzas y prisiones de El Dioni, el agente privado de seguridad que huyó a Brasil con los 320 millones de pesetas del furgón blindado que conducía. La exitosa serie de libros del celebrado escritor Juan José Benítez Caballo de Troya resultó ser un plagio del libro de la secta norteamericana Urantia e Interviú lo demostró (como años después lo hará con el libro de la celebrada presentadora de televisión Ana Rosa Quintana)… Interviú proporcionó a los parlamentarios españoles los papeles del convenio España-USA que el gobierno del PSOE no quería entregarles…
Otras informaciones gráficas importantes: el documento que se llamó “el pacto del capó”, firmado en el exterior del palacio de las Cortes entre el rendido golpista Tejero y las autoridades supuestamente democráticas (pues también estaba Armada, que luego se supo que era otro de los golpistas), así como la foto del “cuadro de deshonor”, la de los golpistas que estaban siendo juzgados en Campamento (Madrid). Las fotos del huido Ruiz-Mateos (de Chris Laffaille y Etienne Montes) limpiando las dependencias de la cárcel alemana en la que estaba preso. Las de la estancia placentera en Sudamérica de La dulce Neus, la parricida que, con sus hijos terminó con la vida del padre tirano en 1981 y aunque acabó entre rejas terminó fugándose. La del brutal linchamiento de dos cabos de la inteligencia del ejército británico a manos de una multitud del IRA que enterraba a uno de los suyos asesinado por las tropas británicas (Fernando Abizanda). Las de las tiernas cartas de amor del entonces teniente Francisco Franco, destinado en Melilla, a Sofía Subirán, sobrina del gobernador militar de la plaza, en 1912.
Uf…
Pero también todo lo contrario: la primera noticia sobre el abundante polvorín atómico israelí, que luego será una sonada exclusiva mundial de The Times, estuvo una semana antes en la mesa de Interviú y la trajo Mordechai Vanunu, un técnico nuclear israelí de origen marroquí que había trabajado en la planta secreta del desierto de Neguev; Vanunu, fue secuestrado en Roma en 1986, trasladado a Israel ilegalmente por el Mossad, por lo menos, y condenado en un juicio sin garantías a dieciocho años de prisión, en un inhumano casi total aislamiento; era director Pablo Sebastián y se rechazaron documentos y fotografías por desconfianza: ¿cómo va a ofrecer un ingeniero israelí información tan importante a un medio como Interviú?. El descreimiento sobre su propio medio, al que, por el contrario, se daba todo crédito profesional por las revistas extranjeras, que a menudo compraban sus reportajes. Otro caso llamativo fue, en 1987, el de los documentos del famoso zulo francés de los GAL -que luego publicó Diario 16, tras descubrirlo en Col de Corlecou-; también estuvieron una semana antes en la mesa de Interviú y también se perdieron por la impericia profesional de los directivos de la revista…, o quizá por indicación superior…: en todo caso, la explicación fue que eran muy caros; el sicario de la banda terrorista que los vendía, uno de los pied noirs de los GAL, pedía seis millones de pesetas, peanuts para las cantidades que llegaban a pagarse.
En cambio, esos temas propios del sensacionalismo, como el mundo de los videntes, de los hombrecitos verdes del espacio y del corazón eran ignorados, por mucho que se pretenda lo contrario, o bien dejados en evidencia. Cuando se abordaban asuntos del corazón era para hacer contracorazón, es decir, si periodistas y prensa especializada decían que Amparo Muñoz, la actriz que fue miss Universo, agonizaba de sida en un hospital madrileño, Interviú demostraba que era mentira y publicaba las primeras declaraciones. Y a no ser que un personaje escogiera la revista para contar gratuitamente y en exclusiva su asunto: fue el caso de la cantante Rocío Jurado cuando decidió separarse del boxeador Pedro Carrasco; sólo en estos casos, contados, se hacía información pura del corazón.
Cuando, años después, la información y comentarios del corazón cobraron carta de naturaleza en Interviú, no sólo la revista sino el resto de los medios y la sociedad española habían cambiado mucho. Quizá no para mejor.
Antes, por el contrario, hubo muchas ocasiones en que Interviú hizo gala de esa conciencia que le han negado tantas veces tanto la competencia como los enemigos (o adversarios) y los peores, los indocumentados, como se ve en el siguiente texto, producto de la experiencia en ese medio:
“Un grupo de Interviú veníamos de comer cuando nos encontramos el coche particular de un alcalde de Madrid aparcado perpendicularmente sobre la acera de una esquina (la de las calles del Doctor Castelo y de Lope de Rueda); el alcalde llegó al coche de manera medio secreta y, claro, hicimos unas fotos. Avisado el alcalde por el portero de la finca en la que había entrado, nos envió dos o tres mensajeros de altura para tratar de evitar la publicación de las fotografías. No lo tenía fácil, porque la información había sido obtenida legítimamente y difícilmente íbamos a encontrar mejor ejemplo que ése de la inutilidad de la represión del mal comportamiento de los conductores madrileños. Pero finalmente lo consiguió: uno de los mensajeros nos contó una historia muy humana y nada reprochable que justificaba si no el mal aparcamiento sí la presencia del alcalde en aquella casa, a aquella hora, con urgencia y sin escolta. Sería verdad o no la historia, pero no publicamos las fotos… Ni la historia…
“Un principal dirigente de un partido político arrastraba su licenciatura en una carrera técnica universitaria por culpa de una asignatura que sus numerosas tareas no le dejaban estudiar. De manera que, en un momento dado, en una convocatoria dada, decidieron, no sé si el claustro o el catedrático, aprobársela sin necesidad de presentarse a examen. No estoy seguro, pero cuando vino a verme asustado creo que me dijo que a cambio había hecho unos trabajos o algo así. Sufría yo más que él mismo ante su nerviosismo, su imparable sudor…: su miedo. Me apresuré a tranquilizarlo: no íbamos a publicarlo: porque el hecho no era tan grave como para arriesgar que terminara con una carrera política, que entre otros tenía el mérito de entrega veterana a los ciudadanos (por más que el ejercicio profesional de la política también obedezca a intereses personales), y porque en la vida política española no había que instituir sino rechazar ese espíritu calvinista anglosajón que se entrega con pasión al genocidio y pone en la picota pública a un diputado que se come las uñas, más o menos: la tolerancia es un valor supremo.
Y otro, la conservación del respeto público a las grandes instituciones del sistema. Rechacé, antes del intento de golpe del 23-F, un suplemento de Interviú de información política que hacían Julián Lago y Luis Otero porque su frivolidad e inconsciencia infantil socavaba las instituciones sin más sentido que la gracia -maldita la gracia- de socavarlas. Más tarde, como director, tuve la oportunidad de cortocircuitar informaciones sobre la vida íntima de altos personajes de la vida española que sin duda hubieran despertado el morbo de la sociedad y vendido ejemplares, pero hubiéramos tenido que pagar un precio excesivamente alto y destructivo por la diversión. Y el orgullo de hacerlo: no siempre la profesionalidad del periodista se colma con comunicar una información; en muchos casos, con callarla.
También hubo oportunidad de ayudar a un relevante matrimonio [de portadas de revistas del corazón] a retirar unas fotos de su hija medio desnuda, dormida tras un encuentro amoroso con un novio tan sinvergüenza como mediocre fotógrafo. Y a una significada periodista, sus fotos desnuda en compañía de su novio con el mismo atuendo.
Y tampoco quise destrozar unas cuántas familias por revelar quién era la amante de un alto personaje de la banca, aun consciente de que sería un pelotazo de primera página y piedra de escándalo nacional. No por él, que no sólo no me merecía respeto sino todo lo contrario, un profundo desprecio, sino más por ella y por su familia: pensé, sigo creyendo que acertadamente, que si no hubiera escogido a ese sujeto como instrumento de su aventura extraconyugal, no tendría más problemas que los que se buscaba con su lealtad, pero nunca la picota pública. No me sentí capaz de erigirme en juez de la debilidad ajena. Aún me alegro.
Hubo un material que me irritó sobremanera: me lo ofrecieron un par de golfos relacionados con el oficio de guardaespaldas: grandes personajes: destacados, de los que ocupaban espacios tanto en las páginas de la prensa generalista como en la del corazón, habían sido espiados por sus aparentes protectores, que no sólo los habían fotografiado subrepticiamente sino que habían asaltado sus cajones: álbumes de fotos, correspondencia amorosa, fotos más o menos íntimas… (Recuerdo una carta muy graciosa de un general conocido por su radicalidad ultra que requería de amores a una muy agraciada y rubia heredada a la que no conocía pero de la que, al parecer, se había enamorado a través de las páginas del cuché [como también se llamaban a las revistas del corazón]. En el mismo estilo ratonero-sentimental, una famosa escritora recibió parecido requerimiento de amores del mismo general, esta vez con la excusa de las vivencias comunes de mayo del 68, decía…, como si él y la destinataria no supieran que sí, que las habían experimentado, pero desde orillas opuestas y hasta contrarias de la trinchera).
Incluso cuando un director de Interviú más desequilibrado de lo razonable quiso convertir su soberbia en materia noticiable exclusivamente dictada por sus odios, envidias e intereses personales, todos ellos en los antípodas del mínimo ético exigible al comportamiento profesional, en defensa de sus víctimas, pero sobre todo en defensa propia y del medio en el que yo trabajaba, Interviú, hice una ingeniosa serie de ingeniosos movimientos e ingeniosas llamadas telefónicas indirectas que, por carambola, terminaron por arrancarle la cabeza al individuo un segundo antes de que embarrara el buen nombre de personas muy respetables y, como consecuencia, los lectores dejaran de comprar el semanario.
“Y muchas más cosas que la mala memoria y el peor archivo conseguirán que se traguen los gusanos del olvido…”.
(Ignacio Fontes, La tinta mancha. Una crítica social de la Prensa y de los periodistas, Ed. Fundamentos, Madrid, 2000).
Pero, sobre todo, a quienes el Interviú de la transición dio voz fue a los protagonistas políticos y sociales, cosa que hasta entonces las revistas solían reservar, generalmente, para los grandes personajes y para los destacados en campos como el literario y el del espectáculo. Interviú no era el análisis personal y documentado de Triunfo y Cuadernos, ni siquiera la información de Cambio, sino las ideas, las intenciones, las experiencias en boca de los propios sujetos de los hechos.
Los reporteros de los 80 ponen tres ejemplos que dignificaban su trabajo y que les hacían despreciar esas críticas, formuladas muchas veces por compañeros no sólo de ideas sino, a veces, de partido político, de izquierdas (la derecha se conformaba con un reproche a la totalidad de Interviú): el primero son “las lágrimas de la madre de Yolanda González, la estudiante asesinada por los fascistas cuando lo descubrimos [a Hellín, su asesino] y obligamos a los tribunales y al gobierno a pedir su extradición”. El segundo, cuando “tras arduas pesquisas entre los artesanos del hierro madrileño nos condujeron a un edificio industrial en el barrio madrileño de Canillejas. Queríamos saber quién había construido un silenciador artesanal a una pistola de López Roberts, amigo de Rafi Escobedo, asesino de los marqueses de Urquijo, y él mismo implicado en el proceso por el crimen. En la segunda planta había un taller mecánico propiedad de dos hermanos; uno de ellos, al presentarnos y decirles qué buscábamos, nos dijo mirando al otro hermano: ‘¿No te lo había dicho?’. Cuando nos enteramos que López Roberts tenía que ver con los asesinatos, se lo dije a mi hermano: ‘Cualquier día veremos aquí a los de Interviú’”. La tercera fue cuando, “para comenzar el reportaje sobre la supuesta agonía de la actriz Amparo Muñoz, llamamos al despacho del director del hospital madrileño donde la bellísima ex miss Universo moría víctima del sida, según desvelaban el Ya y el resto de periódicos de la cadena Comecosa, la de “los vascos”, editora de El Correo Español-El Pueblo Vasco, grupo luego rebautizado como Vocento. Nos atendió la amable secretaria del director del hospital y nos desmintió no sólo que la actriz estuviera hospitalizada allí sino que hubiera sido ingresada en el hospital alguna vez. Añadió: ‘Permítanme que los felicite: ustedes han sido los únicos que han llamado para preguntar si era verdad lo que dice Ya. Luego se preguntan que por qué vende tanto Interviú’” (Archivo de los AA.).
O sea, que también por eso: por el rigor.
- Ignacio Fontes exdirector de Interviú y Manuel Ángel Menéndez son autores de ‘El Parlamento de Papel. Las revistas españolas en la transición democrática’, Grupo Anaya para Asociación de la Prensa de Madrid, 2005, en que se describen con mayor amplitud vivencias profesionales de las principales revistas surgidas tras la transición política en España.