El Museo Nacional Thyssen Bornemisza dedica por primera vez una exposición monográfica a una artista española, Isabel Quintanilla (1938-2017). Esta pintora trabajó en España en épocas donde el protagonismo de la mujer era escaso. Recuerdo a mi amiga, la pintora argentina Raquel Forner (1902-1988), que en varias conversaciones reclamaba ese espacio, más tarde fue reconocida con todos los honores, como en el caso de Isabel.
Isabel Quintanilla forma parte de un grupo de artistas que vivieron y trabajaron en Madrid a mediados de la década de los 50: Antonio López, María Moreno, los hermanos Julio y Francisco López Hernández, Esperanza Parada y Amalia Avía, eran conocidos como Los Realistas Madrileños. Fue uno de los grupos que incorporó a mujeres, se conocieron mientras estudiaban y algunos formaron relaciones sentimentales. Cabe destacar que ya todos han muerto y que esta exposición es casi un homenaje a esa generación que se mantuvo fiel a sus conceptos estéticos y sigue generando adeptos.
Eran épocas donde el informalismo y la abstracción tenían preponderancia. También las vanguardias se hacían presentes con sus innovaciones, no obstante, la fuerte tradición del realismo español en arte y literatura impuso su espíritu, al que se unión la mirada a la pintura flamenca, relacionada a España. Casi todos incursionaron en la lectura de las vanguardias y algunos, como creo es el caso de Isabel, se aproximaron con recato, pero dejando huella, al Surrealismo.
Por la misma época o tal vez un poco mas tarde en los 60, el Hiperrealismo americano irrumpió en el escenario del arte, originado en el Fotorrealismo. Atrajo a importantes artistas, Claudio Bravo, Don Eddy, Chuck Close y algunos tratados incluyen a Antonio López, junto a Eduardo Naranjo y Gregorio Palomo. Los realistas madrileños siguieron la senda del arte realista español y han dejado su legado, que esta exposición pone en relieve a través de Quintanilla.
Isabel nace el 22 de julio de 1938. durante la Guerra Civil española, su padre milita en el ejercito republicano y muere en 1941. Su madre lleva adelante la casa y la educación de sus dos hijas, con su trabajo de modista.
Isabel asiste a clases de arte en la Escuela Superior de Bellas Artes a los quince años y en 1959 obtiene el titulo de Profesora de Dibujo y Pintura y empieza a dar clases. En 1960 se casa con el escultor Francisco López y se van a vivir a Italia. Son años de aprendizaje en Europa. De regreso expone en España con considerable éxito y gracias los galeristas españoles y alemanes que llevan su obra en Alemania durante la década del 70 y 80, logra un éxito sin precedente.
Este reconocimiento la promueve para exponer en París, Nueva York, Países Bajos y los escandinavos. En 1996, el Centro Cultural Conde Duque de Madrid le dedica una antológica y la Galería Leandro Navarro una monográfica.
En 2016, su obra se presenta en el Museo Thyssen en la muestra colectiva: Realistas de Madrid. Fallece en el 2017.
Esta exposición es, de alguna manera un tributo a su larga y fructífera carrera de artista plástica.
Su estética se inclina por el realismo siguiendo la tradición española que es algo propio de su cultura. Su mirada se posa en su entorno, en escenas intimistas, objetos familiares, atmósferas domésticas: su casa, su patio, los motivos del diario vivir. Podría decirse que su sensibilidad enfoca el mundo femenino con delicadez y misterio. Es allí donde su estética se hace poética, su cuadro “Homenaje a mi madre”, nos regala la visión de la máquina de coser de su progenitora; con una técnica depurada y precisa, una luz casi onírica, nos traslada a un mundo surrealista, casi metafísico.
La exposición mantiene una estructura cronológica y está dividida en seis secciones:
1. Temprana declaración de intenciones: Obras tempranas que anuncian su estilo. “La Lamparilla” (1956) muestra los detalles de los objetos personales, un mundo íntimo, en cambio, las vistas urbanas de Roma revelan el mundo exterior que retoma en sus paisajes.
2. Pintura de proximidad: Su paleta abandona las tonalidades oscuras, abandona la luz plana y recrea naturalezas muertas cercanas a su diario vivir, y a su escenario, lo cual da un aire autobiográfico a sus pinturas. Dan marco a sus bodegones, las mesas y la ventana. El intimismo se agudiza.
3. La emoción de la ausencia: La artista penetra aun mas en su entorno doméstico que representa con una técnica cada vez más depurada y meticulosa. No hay presencia humana, los espacios de la casa y los objetos son el centro de su atención. Indaga en la luz logrando efectos focales y consigue que los espacios vacíos evoquen la presencia humana.
4. Compañeras: Se reconoce que este grupo incorporo a la mujer, pero además tuvo una cohesión interna, de unión y afinidades, logrando entrelazar vida con trabajo. Esta museografía encara esa relación donde Isabel compartió profesión, amistad y afinidades con el grupo, especialmente con sus compañeras mujeres: Amalia Avía, María Moreno y Esperanza Parada.
5. Paisajes queridos: Son las vistas urbanas y los paisajes que conmovieron su visión, entre ellos los campos de Castilla, Extremadura, de su España querida, con la captación de imágenes del mar. También incluye paisajes de la amada Roma y San Sebastián.
6. Hortus conclusus. Naturaleza Doméstica: Isabel descubre la naturaleza, pero no lejana, en su patio, en su jardín. La naturaleza la acompañó durante toda su trayectoria plástica, a veces mas cerca, otras mas distante, pero siempre está presente en su obra.
“El realismo íntimo de Quintanilla”, título de la exposición es un recorrido visual de la obra de un artista que no necesitó de grandes temas para reflejar imágenes que nos representan y que nos conmueven por su simpleza o su poética imagen, como el cuadro “Pensamientos sobre la nevera”. Realismo mágico, surrealista, una sugestiva trampa donde lo real se hace irreal.
Todos están invitados, la muestra estará abierta desde el 27 de febrero al 2 de junio de 2024.
Más información: https://www.museothyssen.org