Dos libros en dos puntos europeos han puesto de actualidad cómo el ajedrez puede cambiar la vida y evadir la realidad de estar encerrado en una cárcel. El primero se titula ‘Chess Behind Bars’ (Ajedrez detrás de los barrotes) del inglés Carl Portman y explica cómo el juego puede modificar la actitud de las presidiarios.
Portman es un ajedrecista excampeón del condado de Shropshire, responsable de la Federación Británica de Ajedrez (ECF, siglas en inglés), que desde 2014 ayuda a rehabilitar presos a través del ajedrez. Ha entrado en numerosas cárceles, ha hablado con muchísimos reclusos, recibiendo copiosa correspondencia de ellos, e incluso ha fundado clubes en prisiones.
El libro, que ha tenido una buena acogida en el Reino Unido, señala, como dice el autor, que el ajedrez “está haciendo cosas asombrosas en las cárceles”, por lo que ha reproducido testimonios reales de reclusos. En este sentido, ha mencionado que el juego incluso ha impedido el suicidio de un preso y hasta jugaron condenados en el corredor de la muerte en Estados Unidos.
Además, menciona que presos han construido piezas con trozos de cartón y papel, tapas de botellas e incluso, de noche, con las luces apagadas, gritan sus movimientos al preso rival con el que están jugando.
El autor fue galardonado en 2016 por la ECF por sus servicios en beneficio del ajedrez, en diciembre del mismo año participó con una ponencia en el Congreso ‘La didáctica del ajedrez’ celebrado en Londres. En 2010 jugó una simultánea con el que fuera subcampeón mundial, Victor Korchnoi (1931-2016).
Además, es columnista de ajedrez de la publicación mensual Inside Time, creada en 1990, que se distribuye en todos los centros penitenciarios del Reino Unido. Hay que recordar que en el Reino Unido los columnistas sobre el juego son legión. Su libro ha tenido el apoyo del gran maestro británico Nigel Short (jugador con más de 50 años que tiene el número más alto del ranking de agosto de 2017 de la federación internacional, FIDE, en concreto, el 55).
Ajedrez en el gulag de Tito
El segundo ejemplo de libro sobre ajedrez y cárceles proviene de Italia bajo el título ‘Jugar al ajedrez en el gulag de Tito. La odisea de un joven prisionero’. Su autor es Emilio Stassi, quien escribe su autobiografía. Nacido en Rijeka –antigua Fiume italiana- en 1931, es hijo de un miliciano fascista abandonado por su familia en su ciudad natal.
Su vida transcurre paralela a la historia de lo ocurrido tras la Segunda Guerra Mundial en zonas de la actual Eslovenia y Croacia, antes Yugoslavia, poblada de numerosos italianos.
Stassi es un ejemplo de lo que significa estar privado de ciudadanía. En París, en 1947, se mantuvo la posibilidad de que los italianos de estas zonas, pertenecientes a Yugoslavia, pudieran obtener la ciudadanía italiana. Stassi, en 1946 y con solo 15 años, trabajaba en una fábrica y solicitó la ciudadanía italiana, pero pasaban meses y meses y no aparecía la aprobación de su petición, por lo que permanecía como un apátrida.
Por este motivo, y tras sufrir largos retrasos burocráticos, en 1949 subió a un tren, junto a 14 personas más, desde Rijeka, para ir a la ciudad italiana de Treviso. Aunque intentaron pasar desapercibidos, en un momento dado el tren se para y son detenidos todos. Stassi es condenado a un año de trabajos forzados y encarcelado en Novi Beograd, Nuevo Belgrado, en la actual Serbia.
De su estancia en esa prisión, además de los piojos, la mala alimentación y las inspecciones constantes de los carceleros, coincidió con acusados de colaboración con el régimen fascista croata, como el secretario del arzobispo de Zagreb, monseñor Aloysius Stepinac (1898-1960) y sacerdotes de Rijeka, a los que conocía de su infancia.
Fruto de estas extremas condiciones, enfermó gravemente y fue trasladado a la cárcel de Stara Gradiska, en la actual Croacia, donde finalmente le fue concedida la ciudadanía italiana. Había pasado 18 meses en prisión.
Su único consuelo de esa terrible experiencia vital, donde vivió rodeado de presos que se suicidaban, fue el ajedrez, “que se convirtió en la vida, un escenario en blanco y negro donde se superaba incluso la soledad extrema a la que se enfrentan los hombres”. Su mayor rival, con el que más jugaba, no sobrevivió a las penosas condiciones carcelarias.
Hay que recordar que el ajedrez era muy popular en la antigua Yugoslavia, de hecho Tito (1892-1980) fue un gran aficionado y coleccionista de tableros y piezas que le suministraban desde las embajadas yugoslavas, además de los regalos de los distintos dirigentes extranjeros al mandatario cuando visitaban Belgrado.
Además, mencionar las piezas Dubrovnik, localidad hoy croata, donde en 1950 se jugaron las IX Olimpiadas de ajedrez y donde nacieron esos especiales trebejos.
En 1951 pudo reunirse finalmente con su familia en Trieste, posteriormente se instaló en Messina, donde trabajó en sus astilleros durante más de tres décadas. Pero no dejó su pasión por el ajedrez, llegando a alcanzar el título de maestro. Una de sus partidas más recordadas la disputó en 1985 en Barcelona. Actualmente, con 86 años, aún vive.
Por último, indicar que ninguna de las dos obras, aunque ambas bien la merecerían, ha sido traducida al español.