Activistas LGBT confían en que la Ley de Matrimonio Igualitario signifique un cambio global de la sociedad
El parlamento uruguayo aprobó por amplia mayoría la ley que modifica el Código Civil para reconocer «la unión de dos contrayentes, cualquiera sea la identidad de género u orientación sexual de estos», convirtiéndose así en el segundo país de América Latina, luego de Argentina, en permitir casamientos entre homosexuales en todo su territorio, , escribe Raúl Pierri (IPS) desde Montevideo.
La ley, votada a favor por 71 de los 92 diputados presentes (la cámara está conformada por 99), representa «la piedra fundamental de un cambio de visión sobre nuestra sociedad», dijo a IPS la abogada Michelle Suárez, de Ovejas Negras, colectivo de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero).
«En Uruguay tenemos una visión sumamente fundamentalista, homogeneizante. Partimos del hecho de que existe una suerte de moral hegemónica con la cual clasificamos prácticas y conductas», señaló. Esta ley «lo que va a hacer es empezar a cambiar esa perspectiva», aseguró.
«La sociedad uruguaya es totalmente heterogénea y debe ser reconocida como tal. Por tanto, no existen utopías únicas a imponer, sino, a lo sumo, un archipiélago de utopías, todas las cuales merecen espacio de desarrollo y deberían articularse bajo el principio de libertad», sostuvo la abogada, responsable de la redacción del borrador de texto original de la ley.
Con la norma presentada por el izquierdista Frente Amplio, el partido de gobierno, los matrimonios homosexuales también quedan habilitados a adoptar hijos o a concebirlos por medio de técnicas de fertilización in vitro. Solo se les exige a los cónyuges firmar un contrato de «progenitura jurídica», en el que asumen derechos y obligaciones como padres.
El orden de los apellidos del niño o niña será decidido por los miembros de la pareja, o eventualmente por sorteo.
También se cambian los requisitos de edad para contraer matrimonio. Antes las mujeres debían tener al menos 12 años y los hombres 14. La nueva ley establece que no pueden ser menores de 16 años y, de todos modos, hasta los 18 se exige el consentimiento de los padres.
Para convertirse en el país número 12 en el mundo y el segundo en América Latina en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, Uruguay había ya dado antes varios pasos significativos.
En 2007 se aprobó la Ley de Unión Concubinaria, que reconoce los efectos jurídicos de la vida en común de hecho de dos personas, sin importar su sexo e identidad.
Sin embargo, el reconocimiento del concubinato implica un proceso engorroso y costoso, que exige a la pareja demostrar por lo menos cinco años de vida en común ininterrumpidos, en una relación exclusiva, de índole afectiva y sexual.
En 2009 se aprobó una ley autorizando la adopción de niños y niñas por parte de uniones concubinarias, incluyendo homosexuales. Ese mismo año se habilitó a transexuales a cambiar su nombre en registros y documentos públicos.
Sin embargo, representantes de la comunidad LGBT subrayan que todavía queda mucho por hacer. «Uno de los puntos a los que se debe apuntar es a una modificación profunda de la normativa que tiene que ver con discriminación», señaló Suárez.
La abogada de Ovejas Negras insistió en la necesidad de mejorar las regulaciones para atender a las víctimas de la discriminación por su género u orientación sexual.
La semana pasada, el Senado ya le había dado media sanción al texto (con modificaciones menores) por 23 votos afirmativos y ocho en contra. Se opusieron fundamentalmente legisladores del conservador Partido Nacional.
La Iglesia Católica fue una de las voces que con más vehemencia criticó el proyecto. Las encuestas varían, pero en general reflejan una opinión dividida en forma pareja de los uruguayos respecto del matrimonio gay.
El senador Carlos Baráibar, la única voz contraria del Frente Amplio, manifestó su posición cuando el proyecto fue debatido en esa cámara. Sin embargo, para no violar la lealtad partidaria, dejó el lugar a su suplente al momento de la votación.
«No estoy de acuerdo en llamarle ‘matrimonio igualitario'», explicó a IPS, «cosa que ni el propio proyecto fundamenta por qué le llama así».
Baráibar dijo estar a favor de reconocer los derechos jurídicos de las parejas homosexuales, pero señaló que estas no se encuentran en una situación de igualdad respecto de las heterosexuales.
«La igualdad significa tratar de igual forma a cosas que son iguales. Para mí, el matrimonio sigue teniendo una finalidad reproductiva esencial, que viene de la historia, de la biología, de la cultura y de la sociedad», indicó.
Baráibar también sostuvo que la adopción por parte de parejas homosexuales se merece una discusión más amplia y detenida, y citó estudios argumentando que los niños y las niñas que son criados por sus padres biológicos tienen mejores perspectivas de desarrollo psicosocial que los criados por parejas homosexuales.
«El bien a preservar en la adopción no es el de los mayores, que tienen uso de razón. El bien a preservar es el del niño, que a veces es un bebé de pocos meses sin capacidad de discernimiento y que, cuando crece, descubre a su alrededor un mundo que está compuesto por parejas fundamentalmente heterosexuales, mientras que él proviene de una familia homosexual», dijo a IPS.
El matrimonio gay está vigente ahora en Argentina, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Holanda, Islandia, Noruega, Portugal, Sudáfrica, Suecia y Uruguay.
Es además reconocido en algunos estados de Estados Unidos, en la capital de México, en el sudoriental estado mexicano de Quintana Roo y en algunos estados de Brasil. Un proyecto similar fue votado también este miércoles 10 por el Senado de Francia y discuten actualmente otros en igual sentido en Colombia, Francia y Nueva Zelanda.
Una ley es un avance por lo general, pero eso no implica obligadamente «que una golondrina haga verano». En Chile estamos repletos de leyes (debemos ser campeones mundiales en ello) pero al mismo tiempo damos cátedra de cómo burlarlas; decimos con mucho de verdad «nace la ley, nace la trampa», en ocasiones la trampa nace antes que se promulge la ley.
También en estos temas de gran contingencia hoy, si excluimos los extremos, hay que considerar que el presente es el resultado de una trayectoria social humana de muchísimo tiempo -incluyendo la presencia e influencia de la religión- y,entonces, no es tan simple como considerar a quien ve las cosas con una moral tradicionalista, como «el malo» y a los que piensan en contrario como «los buenos» o al revés.
No estudié en un colegio católico, pero incluso en la educación pública la moral que enseñaban «con tinta y sangre» en los años ’60, era congruente ciento por ciento con lo que ahora se denomina conservadurismo católico; la homosexualidad era enseñada como pecado y también la sexualidad humana era un tabú y, finalmente, concebida como la peor asquerosidad, solo justificable en la necesidad reproductiva para la NO desaparición de la humanidad. Y el que no aprendía esto, simplemente reprobaba, no pasaba de curso, etc., etc. Entonces la sociedad entera era formada en una moral que hoy sería calificada de homofóbica, pero es algo que la sociedad le inculcó con sus sistema de formación (la educación, aparato reproductivo de la sociedad) y no una expresión adquirida en forma totalmente libre y por gusto.
Y¨sea en moral u en otras instancias, la sociedad es según un tiempo y una circunstancia. Así, lo que en una época parece normal, y se entiende así, en otra posterior podrá ser visto y juzgado con horror (pero esto se parece al adulto que analiza su comportamiento de cuando era niño y se castiga y se resquemora en el presente en que,en realidad, es otro ser).
Me viene a la memoria un ejemplo, convenientemente en otro ámbito; durante siglos el tormento, la tortura, eran un medio legítimamente aceptado por la sociedad y las religiones, para obtener confesión de la «verdad» escondida. Para las gentes de esas épocas era «natural», incluyendo a «misericordiosos» monjes. Después de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto, es algo absolutamente condenado y repudiado. Pero si ¿desde cuando que a la mujer se le considera que tiene inteligencia? En realidad no es desde hace tiempo muy lejano.
Parece un avance, aunque no definitivo… De todas formas aun falta mucho por andar, en eso de reconocer el derecho de expresar tu disposición para la relación entre personas, incluso más allá del ámbito de la pareja,. En cuanto a la denominación de «matrimonio», no veo que objeciones se le pueden poner, pues es demasiado forzada esa de suponer que sólo lo es, cuando la intencionalidad es tener hijos, porque un hombre y una mujer pueden tener vida en común sin esa intención…, o con limitaciones físicas que se lo impidan… Otras uniones, pueden incluir hijos, sean adoptivos o engendrados al margen de la propia relación, o clónicos…
Lo que si parece necesario es reconocer otras figuras de relación social «intima», en base a la personalidad de los que la establezcan: la poliandria y la poligamia, son aspectos que algunas culturas de las más dominantes rechazan, y aunque en ocasiones suponga un injusto desequilibrio cultural, con menoscabo generalmente de la parte femenina, no tiene porque ser rechazada, evitando esas situaciones de discriminación. El sexo tiene una clara implicación en las actitudes humanas, y sus manifestaciones pueden incorporar elementos peligrosos y rechazables, emanados desde una «arquitectura» personal moldeada desde la represión y el miedo inducido como elemento de re-estructuración de la conciencia humana.
La libertad de conciencia necesita de la superación de limites conceptuales, que impiden conocernos a nosotros mismos y a los demás, liberándonos de encastillamientos sociales que nos marcan un destino y funcionalidad que puede frustrar nuestras expectativas de realización como personas.
Conocer nuestros propios límites y capacidades, nos puede llevar a encontrar otras formulas para organizarnos socialmente, más allá de las impuestas por una sociedad manipulada y bastante castradora, tanto de hombres como mujeres, que simbólicamente podríamos apreciar en la circuncisión (ceremonial) y en la oblación.
Culturalmente, podemos rechazar al que come carne, o solo vegetales, o caracoles, o marisco… Pues con el sexo puede pasar lo mismo. Lo único rechazable es la agresión o manipulacion que podamos hacer sobre otra persona, animal o cosa.
Claro que será importante y necesario definir hasta que punto el conjunto de la sociedad debe preocuparse por salvaguardar a sus componentes de las agresiones a su integridad de otros o de si mismos, pero esa alerta, permanentemente activada, debe de servir para buscar se implante una estructura social que la haga funcionar el menor número de veces.