Cuando cientos de elefantes murieron en el lapso de pocos meses en Botsuana este año, los expertos en vida silvestre dentro y fuera de África quedaron inicialmente perplejos ante lo que calificaron como uno de los episodios de mortandad de estos paquidermos más grande de la historia, informa Ed Holt (IPS).
Pero la conmoción se convirtió rápidamente en exasperación, al considerar que la investigación sobre el incidente fue lenta, fallida y poco transparente por parte del gobierno de Mokgweetsi Masisi.
Finalmente, a fines de septiembre, las autoridades de Botsuana informaron de que la investigación permitía concluir que lo que mató a los animales fueron unas cianobacterias, un tipo natural de neurotoxinas que puede producirse en dosis letales y que estaban en el agua que los elefantes bebieron y en las que se bañaron antes de morir.
Pero algunos expertos en vida silvestre y conservacionistas han criticado la conclusión del gobierno, porque a su juicio quedan muchas preguntas sin responder y existe una falta de transparencia sobre la investigación misma.
«Aún quedan preguntas. Toda la forma en que se ha manejado esto es indicativo del enfoque del gobierno de Botsuana hacia la transparencia y la apertura», dijo a IPS la conservacionista Mary Rice, de la Agencia de Investigación Ambiental, con sede en el Reino Unido.
Entre marzo y junio, cientos de elefantes murieron en el delta de Okavango, el delta interior mayor del mundo, en un país sin salida al mar y donde conviven desiertos y sábanas.
El gobierno cifra las muertes de estos grandes paquidermos en 350, pero grupos ecologistas la elevan a 700.
El gran reducto africano
Botsuana está considerado el último bastión de la población de elefantes en África, al albergar un tercio de los paquidermos del continente, unos 135.000 ejemplares. De hecho, Masisi levantó en 2019 la veda de caza con el argumento de que hay una sobrepoblación de estos animales.
Muchos de los elefantes muertos fueron encontrados cerca de abrevaderos naturales, otros en senderos. Algunos se habían derrumbado sobre el pecho, sugiriendo que su muerte había sido rápida y repentina. También se informaron escenas horribles de elefantes moribundos corriendo en círculos o con extremidades paralizadas.
A pesar de haber sido alertados por grupos conservacionistas sobre el problema, fue solo en junio cuando las autoridades dijeron que estaban investigando.
Las organizaciones ambientalistas locales e internacionales criticaron al gobierno de Masisi por su lentitud para responder al incidente, ya que los cadáveres y la evidencia vital para la investigación se pudrieron o fueron saqueados.
También atacaron fallos en el momento de obtener muestras adecuadas o enviarlas con la suficiente rapidez a laboratorios expertos, a fin de determinar la causa de la muerte. Además, la información de los funcionarios fue en ocasiones confusa sobre las hipótesis sobre la causa de la mortandad y dónde se habían analizado las muestras.
Solo a fines de septiembre el gobierno confirmó la causa oficial de las muertes e informó que las muestras se habían enviado a Sudáfrica, Zimbabwe, Canadá y países europeos. Pero no está claro aún dónde y cómo se estableció que la causa de las muertes eran neurotoxinas.
Dudas sobre la versión oficial
Niall McCann, biólogo y cofundador del grupo conservacionista National Park Rescue, dijo a IPS que «la falta de transparencia en este proceso ha dejado lugar a dudas. La explicación del gobierno de Botswana es plausible, pero no se sabe si cierto. La probabilidad de que sea algo más sigue ahí. Podría ser otra enfermedad o algún otro envenenamiento».
McCann está lejos de ser el único que plantea dudas sobre la versión del gobierno de Gaborone, por el hecho de solo los elefantes fueron afectados y nada sucedió con otras especies que también abrevan en la misma zona del delta, además de porque solo se contaminó una pequeña zona de las aguas.
Pieter Kat, del grupo de conservación LionAid, que tiene una amplia experiencia en enfermedades de la vida silvestre en África, consideró en una publicación en Facebook que el gobierno no aportó información científica esencial para avalar la tesis de las cianotoxinas como causantes de las muertes.
Funcionarios de Botsuana no respondieron a las preguntas de IPS al respecto.
Pero cuando anunciaron sus hallazgos a fines de septiembre, miembros del gobierno sugirieron que especies particulares pueden afectarse por neurotoxinas de diferentes maneras, algo que algunos expertos avalan.
En ese sentido, indican que dada la cantidad de agua que beben y la profundidad en que buscan el recurso la manera que les afecta una toxina puede ser diferente a otras especies.
Eso sí, Mmadi Reuben, principal funcionaria veterinaria del gobierno, admitió que «hay muchas preguntas que aún deben responderse».
Cambio de política sobre los elefantes
Botsuana se hizo famosa por implementar medidas de protección de la vida silvestre de gran alcance, incluida la disuasoria de «disparar a matar» contra los cazadores furtivos que permitió elevar la población de elefantes de 80.000 a fines de los años 90, hasta los 135.000 de la actualidad.
Pero la alarma sobre un cambio de esta gestión conservacionista creció desde que Masisi asumió la presidencia en abril de 2018, anunciando cambios en la prohibición de la caza de su antecesor, Ian Khama (2008-2018), cinco años antes y con gran aplauso del ambientalismo mundial.
Masisi prometió reducir el número de elefantes en el país como respuesta a los crecientes conflictos entre humanos y vida silvestre a medida que crece la población humana y la de los paquidermos. El levantamiento de la veda de caza fue su primera medida en esa dirección.
Poco después de asumir el cargo, Masisi entregó taburetes hechos con patas de elefante a los líderes de Namibia, Zambia y Zimbabwe, países que presionaban al gobierno botsuano para que levantará la prohibición de venta de marfil, otra medida adoptada por Khama.
McCann consideró que «ofrecer partes de elefantes como obsequios a sus pares extranjeros, fue toda una declaración de intenciones».