El Museo Ruso de Málaga cumplirá tres años el próximo marzo. Es la primera filial europea del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo. Para su instalación se pensó en un edificio de 1929, la Real Fábrica de Tabacos, una joya del clasicismo andaluz construida en un ensanche industrial del siglo XIX. Un edificio que responde tanto exterior como interiormente a la tradición rusa del exceso dimensional. Espacios enormes, a veces vacíos, reciben al atónito visitante, hasta llegar a las salas expositivas, también de gran espacio.
El Museo Estatal Ruso de San Petersburgo posee más de cuatrocientos mil objetos. Málaga es la ciudad afortunada de una primera expansión fuera de Rusia. Por el momento hay un acuerdo de diez años de duración prorrogables, con unas cien piezas en exposición permanente, exposiciones anuales y temporales de menor duración.
En estos días hay tres exposiciones que finalizarán en el mes de febrero 2018. La Dinastía Románov, (1613 – 1917) Fotografías y carteles de la Revolución y la interesantísima La aventura del color de los artistas, padre e hijo, Alexéi y Andreas Jawlensky. Un paseo por la historia rusa de los últimos trescientos años.
La exposición La Dinastía Románov trata de sumergir al visitante en unos tiempos que transformaron a una Rusia medieval en un gran imperio europeo. Lo más relevante sin duda es la colección de retratos de los protagonistas, de los dieciocho zares y zarinas, capaces o incapaces de dirigir el Estado, acompañados o no por la suerte, protagonistas de conspiraciones y asesinatos de sus propios herederos o de sus padres, con escenas pintadas para la historia de tales asesinatos. Vestidos en todas sus circunstancias: de corte a diario, de ceremonia solemne, de caza, de viaje, de uniforme militar, como protagonistas de batallas, siempre como testigos de su historia y la de su país. Ahí están los palacios que construyeron, los templos, las instituciones artísticas que crearon, su mecenazgo de artistas rusos y europeos, un esplendor siempre marcado por revueltas palaciegas y revoluciones de sus esclavos, no otro que el sufrido pueblo ruso. A lo largo de la exposición vamos viendo el germen de transformación lenta del estallido revolucionario fallido de 1905 y la revolución sin retorno de 1917. Nada como la perspectiva histórica vista desde fuera y a posteriori para comprender el odio y el hartazgo acumulados desde mucho más allá de los trescientos años narrados en más de doscientas imágenes por la exposición, entre las que destaca la presencia de los pintores Ilyá Repin, Nicolái Gue, Aleksandr Litóvchenko, Vasili Schwartz, Vasili Perov y Andréi Riábushkin.
Para complementar esta historia, se han expuesto algunos preciosos iconos, mobiliario palaciego, servicios de porcelana, relojes, monumentos en miniatura, trajes de época, vistas de Moscú y San Petersburgo. Entre ellos piezas únicas como la barroca Puerta del Zar de la iglesia de Santa Catalina del convento Smolni de San Petersburgo, obra del renombrado arquitecto Francesco Bartolomeo Rastrelli; el servicio de porcelana Gúriev, obra maestra del estilo imperio y los iconos revestidos de plata de la última pareja imperial.
Fotografías y carteles de la Revolución
En plena guerra europea, Rusia de la noche a la mañana desencadena en febrero de 1917 el estallido revolucionario que remueve hasta sus cimientos el imperio ruso. Tres siglos de reinado de la dinastía Románov desemboca en una crisis generalizada con manifestaciones anti-imperiales, huelgas generales, vuelco social y económico, división ideológica de la población que cristaliza en la Revolución de Octubre que vuelve del revés la historia mundial y crea una nueva realidad en el enorme territorio ruso. Nueva ideología, nuevas fechas conmemorativas, nuevos héroes y mitos, arte nuevo con fines propagandísticos destinado a las masas populares.
De esto se han cumplido cien años en 2017. Y la exposición ha querido mostrar testimonios documentales únicos de aquel entonces, de los participantes y protagonistas de aquel drama. Algunos hitos, Lenin dirigiéndose a las masas, Barricadas en la avenida Liteini de Petrogrado en febrero 1917, (estudio fotográfico Karl Bulla); Manifestación en la avenida Nevsky, Petrogrado, junio 1917; Sesión de instrucción política. Lectura del periódico. La verdad del campesino, década 1920; de Viktor Bulla El artista Isaak Brodski dibuja a Vladimir Lenin durante las sesiones de trabajo del II Congreso de la Internacional Comunista en la sala Andreievski del Kremlin, Moscú julio 1920; Manifestantes en la plaza Vosstania de Leningrado, celebrando el VII aniversario de la Revolución de Octubre, 1924. (Fotografía Lensoviet antes Estudio Karl Bulla). Grupos vanguardistas Zorved y Unovis en la exposición de pintores de Petrogrado de todas las tendencias, (mayo-julio 1923) y Kazemir Malevich entre los participantes y el público de la exposición pictórica de artistas de Petrogrado de todas las tendencias en mayo de 1923.
No puede haber revolución moderna sin carteles, así que nada menos que dos salas se han dedicado a la gran colección de carteles originales en ruso, con profusión de color rojo, hoces, martillos, proletarios y campesinos, ¡los beneficiarios de la revolución!
Alexéi y Andreas Jawlensky. La aventura del color
Tuvimos ocasión de disfrutar de la pintura de Alexéi Jawlensky en la exposición Im Obersteg de hace un par de años en el Reina Sofía de Madrid. Pero el Museo Ruso de Málaga ofrece hasta febrero 2018 la primera muestra conjunta de Alexéi y Andreas, padre e hijo en España y la segunda en Europa. Todo un regalo de fin de año. Solo por esta exposición o mejor, principalmente por ella, merece la pena pasar una mañana en este museo malagueño.
Qué curiosas vidas, las de estos dos rusos que apenas vivieron en Rusia, sino en un país de adopción, Alemania, que en dos ocasiones del siglo XX declaró la guerra a Rusia, lo que forzó en 1914 su exilio a Suiza, donde el padre conoció en el periodo de la primera guerra a su principal mecenas suizo. De nuevo en Alemania, en 1924 formó parte del grupo Der Vier Blau. Este es el inicio de su periodo de expansión por Europa y Estados Unidos.
Andreas nació en 1902, fruto de una relación con Helene Nesnakomof con la que acabó casándose veinte años más tarde, en 1922. Ella era doncella de Marianne von Werefkin, importante pintora expresionista y en 1892 viajaron los tres a Munich. Los tres mantuvieron un menaje à trois hasta que Alexéi y Manrianne se separaron definitivamente en 1921, tras una vida de amarse y torturarse mutuamente. Ella murió en 1938, él en 1941. Fue su forma definitiva de escapar a otra guerra. Helene falleció en 1965 y tiene su mausoleo en el cementerio ruso de Wiesbaden.
La mayor relación de Andreas Jawlensky con Rusia fue como prisionero de guerra durante diez años, de 1945 a 1955. Tras conmutarle una pena de muerte pasó años en Siberia condenado a trabajos forzados. Vida de exilios, como tantas otras durante la primera mitad del siglo XX. Volvió a pintar tras más de veinte años de alejamiento del arte. Desde 1956 hasta su muerte en 1984 residió en Suiza, en Locarno.
Primero su padre, luego él, reflejaron los avatares de sus vidas, pero transformando las experiencias de guerras y entreguerras en luz y color. En la muestra del Museo Ruso de Málaga, vemos tanto obras anteriores como posteriores a la primera guerra y en el caso de Andreas también posteriores a su liberación y retorno a la pintura a finales de los años cincuenta.
El primer expresionismo de Alexéi Jawlensky apuesta por la sencillez de las formas, un tratamiento del color que recuerda el primitivo arte popular de Rusia. Después de la primera guerra se aleja de los contrastes cromáticos, pasa por una cierta influencia cubista tardía y por una etapa de misticismo. Se aleja de la realidad, transforma sus emociones en color, en imágenes sin naturalidad, en misteriosos espejismos. En la última etapa de su vida creó una serie de obras inspiradas en el arte religioso.
Andreas fue un niño prodigio. Ya hemos visto que su vida y su carrera no fueron un camino de rosas. Primero a la sombra de su padre, luego desarrollando una forma de expresión, un lenguaje muy diferente. A Andreas le interesa la naturaleza, la gente, la vida. El color, el sol y el aire predominan en un repertorio temático propio. La pintura de Andreas Jawlensky constituye una hermoso testimonio del arte europeo de entreguerras y desde finales de los años cincuenta hasta su muerte.