Richie Havens, su canción Freedom fue himno y consigna de la generación pacifista
La «generación Woodstock» se va quedando cada vez un poco más huérfana. Ley de vida, aquellos artistas que a finales de los años 1960 y principios de los 70 contribuyeron a despertar la conciencia del mundo occidental con su protesta contra la guerra de Vietnam, la galopante mercantilización de todas las facetas de la sociedad, incluidos los sentimientos, el desgaste del planeta y sus recursos y el consumismo desaforado, aquellos poetas y cantantes que pusieron sus creaciones al servicio de la lucha por un mundo nuevo –que nunca termina de llegar- van desapareciendo, uno tras otro, dejando un agujero negro no solo en el paisaje musical (tan mediocre después), sobre todo en nuestras memorias.
Después de la muerte el 6 de marzo de 2013, en España donde vivía hace años, y tras una operación rutinaria del guitarrista británico Alvin Lee (69 años, recordarle como líder del grupo Ten Years After), el 22 de abril se ha marchado para siempre, víctima de una crisis cardíaca en su casa de New jersey, el cantante y guitarrista afroamericano Richie Havens, una de los rostros y las voces emblemáticas de aquel agosto de 1969 cuando irrumpió en el escenario de Woodstock cantando Motherless Chils, casi una cantinela bautizada posteriormente como Freedom.
En Woodstock – “Tres días de música y paz” en el monte Catskill, estado de Nueva York- hubo muchas voces pero la suya fue la primera que escucharon las decenas de miles de jóvenes de la new generation, adornados con flores, que se mecían entre vapores diversos al compás de unas notas que reclamaban derechos. Con un físico imponente y golpeando las cuerdas de la guitarra “con una mano grande como una pala” (Le Monde), y repitiendo las palabras del viejo espiritual como un mantra reiterado mil veces, el azar y el retraso de los grupos que le precedían en el programa le obligaron a inaugurar el mítico escenario, acompañado por un percusionista y otra guitarra; todo estaba a su favor, destinado a actuar en quinto lugar, fue el primero, tocando y cantando durante dos horas y media. El mismo azar convirtió a Freedom en “himno generacional” de la contracultura y la libertad, el primero y más importante de todos los derechos humanos.
Poco después se presentaba en el escenario de la Isla de Wight. Desde entonces, Freedom, el antiguo gospel revisitado, se convirtió en estandarte y consigna de la generación pacifista, la primera estadounidense en que convivían sin problemas negros y blancos, la primera del mundo occidental capaz de dejar tiempo al tiempo, días y días en una tienda al aire libre, escuchando música e intercambiando mensajes de amor y paz.
Nacido en Brooklyn el 21 de enero de 1941, el mayor de nueve hermanos, desde los doce años Richard Pierce Havens se “educó la voz” en grupos callejeros que hacían doo-wop, hasta que ingresó en los McCrea Gospen Singers. A los 20 años era un habitual del Greenwich Village, admirador de los poetas de la generación beat que entusiasmaban en los clubes que el joven frecuentaba ofreciéndose para hacer retratos a los turistas. Pudo ser un soulman pero eligió el folk: “Fascinado por la escritura de Bob Dylan, Richie Havens decididó dedicarse a la guitarra y se convirtió en uno de los pocos cantantes negros que consiguieron destacar en ese ambiente”.
Tras publicar dos primeros álbumes que pasaron inadvertidos, Mixed Bag, en 1967, que incluía una versión de Just Like a Woman (Dylan), hizo que la crítica se fijara en él. Antes de Woodstock ya había editado varias hermosas grabaciones, catalogadas como folk-rock-soul, tales como Something Else Again (1968) o el doble Richard P. Havens (1969), que contenía el clásico Indian Rope Man, versionado posteriormente por Bob Marley con el título African herbsman: “Más que las grabaciones, lo que impresionaban eran las apariciones escénicas de aquel hombre con aquella enorme barba”.
En 1971 consiguió un enorme éxito comercial con el álbum Stonehenge, en el que figura una versión de Here Comes the Sun, de los Beatles. No sería la única: a partir de entonces Richie Havens versionó muchas de las canciones del grupo de Liverpool, que incluía siempre en sus conciertos. En aquella misma época, a mediados de los ’70, se comprometió en la lucha ecológica participando en la fundación de un museo oceanográfico en el Bronx neoyorquino y una asociación para la educación medioambiental.
Tras permanecer arrinconado unos años en que el folk “no estaba de moda” y tener algunos escarceos con el cine, como una versión musical de Otelo (1974) o su aparición junto a Bobn Dylan en Hearts of Fire (1987), el regreso del género a la actualidad musical (1990-2000) le devolvió a los escenarios, a los conciertos, a la carretera, a las colaboraciones con grupos electrónicos, a la grabación y producción de nuevos álbumes… Sus fans no le olvidaron nunca: Bill Clinton le invitó a actuar en 1993, en la fiesta de inauguración de su mandato; Sean Penn se lo llevó a Cannes, para la inauguración en 2008 del Festival que presidió. Ese mismo año, Richie Havens publicaba el último álbum, Nobody Left to Crown; en marzo de 2012 anunciaba su retirada “por problemas de salud”.
Su guitarra tenía un estilo intenso y rítmico que le distinguía y ”poseía una de las voces (ronca, potente) más reconocibles de la música popular, su estilo de canto inflamado, desgarrador y emotivo es único, y no tiene edad”, ha escrito la Agencia Roots al dar la noticia de su muerte.
http://youtu.be/fA51wyl-9IE
Pero los viejos rockeros nunca mueren…