La reciente salida al mercado español del libro ‘Historia del Marruecos moderno’, publicado en Akal por la historiadora estadounidense Susan Gilson Miller, supone una historia fallida.
La autora es catedrática de Historia en la Universidad de California y es especialista en urbanismo islámico, viajes y migraciones, entre otros aspectos. La obra es una historiografía anglosajona con un título algo pretencioso –sería mejor Historia del Marruecos contemporáneo ó Historia de Marruecos sin más- que bebe de fuentes francesas y eso sí, con muchos toques históricos locales, especialmente provenientes de Rabat. Abarca el período 1830 hasta 2011 con las elecciones generales que ganó el Partido Justicia y Desarrollo del actual jefe de Gobierno, Abdelilá Benkiran.
Sería muy atrevido intentar analizar una obra muy densa con más de 350 páginas, muchas fuentes, detalles y bibliografía, pero sí se puede mencionar y me detengo expresamente en todo lo que atañe a las alusiones a España, tanto como antigua potencia colonizadora como a las relaciones hispanomarroquíes, citando todos los datos inexactos y erróneos, erratas, alguna que otra falsedad y otras omisiones históricas que se pueden leer en esta obra.
Ya en el capítulo de agradecimientos no aparece nadie de España, lo que da idea de lo que se espera en el texto referido a la presencia española. En la introducción también se ven venir ciertas intenciones cuando en la página 15 se despacha que Marruecos fue un Protectorado de Francia de 1912 hasta 1956 ignorando totalmente que lo formaba España en la zona norte.
En la página 107, menciona la Conferencia Internacional de Algeciras celebrada en enero de 1906, sería bueno decir iniciada, ya que no concluyó hasta abril de 1906 con los acuerdos que luego desgrana minimamente.
Otro dato, en la página 121, se cita que en Tánger había hasta un “teatro municipal construido en 1913”, y no se menciona que era entonces el mayor de toda África y que lo hicieron los españoles, el teatro Cervantes, que todavía un siglo después sigue en pie. Hasta 1928 no pasó a manos del Gobierno español, o sea que de municipal, poco. Pero bueno también se menciona que había conexiones diarias con Europa, es decir con España, aunque tampoco se la cite expresamente.
Pero aún no ha llegado lo mejor, referido a la época del Protectorado español y el papel de Abdelkrim, donde en la página 150, la historiadora asume sin pudor el actual lenguaje oficial marroquí y cita, como actualmente sigue haciendo, por ejemplo, la agencia oficial marroquí MAP, “los presidios, enclaves españoles en la costa norte de Marruecos” –en referencia a las ciudades de Ceuta y Melilla-. Estas ciudades aparecen también en la página 220 igualando su presencia con la del Sáhara que aún permanecían en manos de España después de 1956, “atizando las llamas de pasiones irredentas” (sic).
Una página después, la 151, define a la dictadura de Franco como “régimen autoritario” enlazándolo con la dictablanda de Primo de Rivera, sumando dichos regímenes “el escenario de 50 años de gobierno autoritario”, cuando no tienen absolutamente nada que ver uno con el otro, como cualquier estudiante de Historia, eso si, español, sabe.
No nos extrañemos, en la página 191 se afirma también sin pudor que la victoria de Franco en la guerra civil fue conseguida “con ayuda marroquí” (sic), en alusión a los moros de Franco –título, por cierto, de un reciente libro de la historiadora española María Rosa de Madariaga, editado por Alianza-, sin decir una línea sobre la ayuda nazi y fascista italiana recibida por Franco, que, al parecer, no fue determinante. Sonrojante, sin duda.
En la página 152 imagino una errata cuando habla de la Segunda Guerra Mundial y la ayuda alemana a los contingentes rifeños, será, sin duda, la Primera ya que además el capítulo abarca el período 1912-30. En la página 154 atribuye a los franceses el “bombardeo aéreo, gas venenoso, tanques y vehículos blindados” contra las tropas rifeñas exaltando el papel del general Pétain y minimizando todo lo ocurrido en el desembarco de Alhucemas.
Ya en la página 155 uno se sorprende cuando cita que Abdelkrim es “una referencia para la causa nacionalista marroquí” cuando es conocido que jamás se movió por dicha causa, fundó la Republica del Rif (Yammahiriya rifiya) y nunca quiso saber nada con el majzén, a pesar de los requerimientos del propio Mohamed V. Es más, en la siguiente página la historiadora alude a que el líder rifeño fue invitado a volver a Marruecos con todos los honores una vez conseguida la independencia “pero ya estaba gravemente enfermo” lo que le impidió regresar. Cualquier avezado estudiante de historia sabe que se refugió en 1947 en Egipto y que murió en 1963, es decir que su enfermedad que, por lo visto, le impedía ir al Marruecos independiente, duró siete años.
La verdadera razón como es conocida es que rechazó volver porque ya presagiaba lo que ocurrió, la represión en el Rif con bombardeos salvajes sobre las ciudades y la ocupación militar para sofocar la bandera del Rif que hasta su última hora defendió Abdelkrim. En la página 216 se cita el lema que seguían los rifeños masacrados, ‘No conseguimos la independencia para perder la libertad’.
Bombardeos, insisto, terribles y no los hicieron los españoles sino el naciente ejército marroquí a las órdenes del general Ufkir, llamado ‘el carnicero del Rif’ según recuerda la historiadora, y que luego fue ‘suicidado’ en el segundo intento de golpe de estado contra el rey Hassan II en 1972. El primero, llevado a cabo por oficiales bereberes de origen rifeño tuvo lugar el año anterior, 1971. Lo cierto es que Abdelkrim es una figura que supone un “contrapunto discordante” –lo dice la propia Gilson- en la narrativa de la nación marroquí y “plantea muchos problemas a un historiador” (sic).
Para culminar el desconocimiento sobre Abdelkrim en la página 304 se menciona que en 2001 se crea el Instituto Real de Cultura Amazigh de Marruecos (Ircam), en referencia al amazigh o bereber, en “Agadir, el pueblo rifeño del héroe nacionalista Abdelkrim”. Grave error, ignoro si de la autora o del traductor, es Axdir, donde nació el líder rifeño, no Agadir, gran ciudad del sur devastada por un terremoto en 1960. Si es de la autora, cero patatero en geografía marroquí.
Me permito añadir que hace dos años se celebraron diferentes encuentros de todo tipo en el norte de Marruecos y el Rif, por supuesto, con motivo del 50 aniversario de su muerte. Aunque ahora –en 1996 con Hassan II, no se permitió un acto para recordarle por los 75 años de Annual- la historiografía oficial quiere presentarlo como un defensor de la independencia de Marruecos, en el norte siempre se le recuerda por la República del Rif, única bandera por la que combatió, jamás lo hizo por la marroquí de cinco puntas a pesar de haber sido reivindicado por algunas hagiografías marroquíes.
En la página 246 se cita también sin ningún recato: “en mayo de 1975, con el caudillo Franco en su lecho de muerte”, España “prometió dejar el Sáhara en el menor tiempo posible”. Una lástima, sin duda, ya que si esta fantasía histórica fuera realidad no hubiera firmado sus últimas penas de muerte en septiembre y nos habríamos ahorrado los últimos fusilamientos de la dictadura –“régimen autoritario” según esta peculiar historiadora-. En cuanto a la citada promesa, parecía más un ejercicio de futurología que una realidad, veáse la posterior visita y declaraciones del entonces príncipe Juan Carlos en El Aaiún.
Del conflicto del Sáhara, despachado en el libro con una foto y dos páginas, me quedo con algunas reflexiones, tras la Marcha Verde, la ONU “garantizó la autoridad administrativa pero no la soberanía de Marruecos y Mauritania”. Hay que recordar que Mauritania dejó el territorio en 1979 y hoy reconoce a la RASD.
Una lástima que la catedrática americana no cite ni una línea del papel del entonces secretario de estado estadounidense, Henry Kissinger –“el mayor criminal de guerra que anda suelto por el mundo”, acertada definición del fallecido escritor y periodista Gore Vidal-, en la planificación de la Marcha Verde, y eso que en Estados Unidos tendría acceso directo a las fuentes pero bueno, esto, viendo el conjunto de esta supuesta historia de Marruecos, hasta es un detalle sin importancia. También podría indagar en la ayuda norteamericana en la construcción de los muros (berms) que hoy separan al Sáhara. No obstante, es de agradecer que en la página 285 reconozca que su país “suministraba constantemente armas a Marruecos para la guerra del Sáhara” y que desde 2008, Estados Unidos “presiona en favor de la autonomía del Sáhara”.
Menciona al general Ahmed Dlimi, “otro esbirro en la sombra”, -página 243- del rey Hassan II, aunque no su papel en el conflicto, ya que prometió conquistar el Sáhara y eliminar al Polisario en prácticamente dos días. Dlimi no fue ‘suicidado’ como Ufkir sino ‘accidentado’, ya que murió en 1983 tras despachar con Hassan II en un misterioso accidente de tráfico. No olvidemos que, como apunta Gilson en la página 246, entonces “la guerra iba mal para los marroquíes”.
Cita también en la página 312, que el Sáhara sigue siendo “oficialmente no marroquí”, y reconoce el malestar de los marroquíes por las masivas “inversiones financieras y humanas realizadas en el territorio” que concreta en la página 252, se gastó el Gobierno marroquí “seis veces más” en el Sáhara que en el resto del territorio marroquí en el periodo 1977-80.
Para terminar en lo que se refiere a las referencias propias de España, en la página 313 se menciona la crisis del Perejil, recordando que se trata de “la ambición de Marruecos de aspirar a territorios pertenecientes a España en la costa mediterránea” (sic).
Sí destacar, por último, las referencias a los periodistas marroquíes Ali Lmrabet y Rachid Nini, en la página 304 dentro del contexto reciente de la represión de la libertad de prensa. Ambos han sufrido prisión por defenderla, el primero en 2003 y el segundo en 2011, datos que se omiten, por cierto.
Curiosamente en la bibliografía se cita las obras de dos muy buenos historiadores españoles sobre Marruecos, María Rosa Madariaga y Victor Morales Lezcano, aunque dudo que los haya leído la autora. De la experiencia española en el Rif opino que los mejores textos los han dado dos escritores, por un lado Ramón J. Sender en su novela ‘Imán’ y por otra, Arturo Barea en su novela ‘La ruta’, dentro de su trilogía autobiográfica, ‘La forja de un rebelde’.
En resumen, una historia fallida de Marruecos, con una mínima documentación sobre España, a lo mejor se hubiera ahorrado el bochorno de todos los errores y algún disparate histórico citado por esta catedrática de Historia.
Por último, citar que es mucho mejor ‘Marruecos, del imperio a la independencia’ escrito por el historiador australiano C. Richard Pennell, publicado por la editorial Alianza en 2006 y de la que salió una edición de bolsillo, ‘Breve historia de Marruecos’ en 2009.
- Historia del Marruecos moderno.
Susan Gilson Miller.
367 páginas con nueve capítulos, fotos y mapas.
Editorial Akal 2015.
25 euros.