Resulta sumamente difícil hallar un común denominador para la cumbre del G 7 celebrada este fin de semana del 24 y 25 de agosto de 2019 en la localidad francesa de Biarritz. La agenda es demasiado heterogénea y los enfoques de los participantes, los jefes de Estado y de Gobierno de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón, muy dispares.
En otras épocas, no muy remotas, los grandes de este mundo solían reunirse para tratar a fondo un problema específico. Hoy en día, las cuestiones sobran, mientras que las soluciones escasean.
Es la razón por la cual el presidente galo, Emmanuel Macron, anfitrión de la cumbre del G 7, descarta a priori la elaboración de un documento final. ¿Mero pragmatismo? ¿Muestra de debilidad? La verdad es que los desafíos no dejan de ser múltiples y variados.
Una primera reflexión se impone: nuestro planeta se encamina hacia una nueva crisis económica mundial, acentuada por la abrogación de los hasta ahora estables acuerdos de libre cambio y la perspectiva de una guerra comercial entre los Estados Unidos y China, postergada en el último momento por el presidente Donald Trump, al detectarse signos de colapso en la Bolsa de Wall Street.
La pasada semana, el índice Dow Jones, infalible barómetro de la inestabilidad bursátil global, registró una caída de 800 puntos. Los mercados financieros reaccionaron a su vez, dejando entrever los primeros síntomas de una crisis provocada por políticas inadecuadas o por errores humanos.
Conviene señalar que la cruda realidad se refleja en cifras y datos incuestionables. La reducción del crecimiento económico y el enfriamiento de las economías punteras se han convertido en la principal preocupación de los responsables económicos. Los indicios dejan presagiar la llegada de una nueva crisis mundial. Los principales motivos serían: la guerra comercial entre Washington y Pekín, que afecta a la confianza de los inversores y los mercados. El estallido de la guerra comercial entre los dos gigantes se traduciría por la pérdida, en 2020, de un 0,50 por ciento del crecimiento económico.
A ello se suma la preocupación respecto a la capacidad/incapacidad de los bancos centrales de intervenir eficazmente a la hora de regular los mercados y evitar el pánico y la reacción negativa de los inversores.
Por último, el sector de servicios, motor del crecimiento de la economía global, podría seguir una curva drásticamente decreciente, contribuyendo al empeoramiento de la situación actual.
Los principales organismos internacionales, empezando por el FMI, han tenido que revisar a la baja los índices de crecimiento global, que alcanzan el 3,2% para 2019 y el 3,5% para el próximo año. Se trata de tasas jamás registradas desde la crisis económica de 2008.
Por primera vez después de once años, es decir, desde de la crisis de los productos derivados, la Reserva Federal de los Estados Unidos redujo los tipos de interés de los préstamos, mientras que el Banco Central Europeo apuesta por reanudar los estímulos económicos a partir del próximo mes de septiembre.
Pero vayamos por partes; China ha registrado en 2018 – 2019 el nivel de crecimiento más bajo de las últimas décadas. En el caso de una guerra comercial con los Estados Unidos debido a la introducción de aranceles del 10 por ciento a las exportaciones por valor de 300 mil millones de dólares, el enfrentamiento afectará, sin duda, a los demás actores mundiales.
La recesión de las cinco principales economías mundiales es muy preocupante. Las estadísticas elaboradas en los primeros meses de 2019 indican que las principales economías globales están al borde de la recesión. Un ejemplo: durante el segundo trimestre, la economía de Alemania -la cuarta del mundo- se contrajo. Alemania es un exportador masivo a China y EE. UU., países que se han declarado una guerra comercial.
La perspectiva del Brexit duro está afectando no sólo a Alemania, sino al conjunto de los países miembros de la UE. El Reino Unido es el segundo mercado de los exportadores europeos. De hecho, Inglaterra entró en recesión en el segundo trimestre de 2019. Cabe suponer que un Brexit sin acuerdo debilitará aún más su economía.
Italia se enfrenta a la nueva crisis de gobierno, determinada por la Ley de Salvini, con una deuda difícil de compensar y con la posibilidad de entrar en una recesión formal en cualquier momento.
Los bancos centrales de India y Tailandia, por nombrar sólo las economías de los primeros veinte Estados del mundo, reducen drásticamente los tipos de interés, tratando de inyectar nuevos estímulos a la economía.
Actualmente, los mecanismos de recuperación económica -aún en fase de debate– se limitan a políticas de austeridad criticadas por los populistas, desafiadas por los antiglobalistas y condenadas por los nacionalistas y soberanistas.
Resumiendo: nos hallamos en los últimos momentos que permiten pronosticar la llegada de la crisis económica mundial. Después de septiembre, será demasiado tarde; la recesión será un hecho consumado.
Quedan las demás incógnitas abordadas en Biarritz: el enfrentamiento con Irán, la interminable guerra de Siria, el rearme nuclear, el cambio climático, el conflicto ucranio, la crisis humanitaria en el Mediterráneo. Demasiados quebraderos de cabeza para los capitanes del G 7, extraña embarcación de lujo condenada a navegar… sin rumbo.