Cineasta francés de origen gallego, Oliver Laxe firma con “Viendra le feu” (“O que arde”) su tercer largometraje y a mi juicio el mejor de su corta filmografía, que ha sido aplaudida y premiada en numerosos festivales de cine.
De 37 años de edad, Oliver Laxe nació en París en el seno de una familia de inmigrantes gallegos, y cursó estudios de cine en la universidad Pompeu Fabra de Barcelona, antes de instalarse en la ciudad marroquí de Tánger.
Su carrera empezó con buen pie en Cannes (Quincena de realizadores) con el premio de la Fipresci en 2010, por “Todos vosotros sois capitanes”, un documental de creación en blanco y negro, en el que mezclaba ya ficción y documental con el relato de un profesor que en Tánger proponía hacer una película a un grupo de niños.
Con un relato más complejo reincidió en 2016 en la Semana de la crítica en Cannes, premiado con “Mimosas”, un viaje de mística y atmósfera espiritual por la cordillera del Atlas marroquí y esmerada fotografía en color, interpretado por actores no profesionales.
De Marruecos a Galicia, con “Lo que arde” (“o que arde”) rodada en gallego, marca ahora Oliver Laxe el retorno a sus orígenes: la Galicia de sus padres, con un tema nunca mejor dicho de ardiente actualidad: los incendios forestales y la siempre controvertida cuestión sobre su origen accidental o doloso.
Tan sencillo enunciado que podría ser, de caer en otras manos, el de un simple documental sobre esos incendios forestales recurrentes en Galicia, como en Canarias o en la selva amazónica, es sin embargo gracias a la mirada de Oliver Laxe, el punto de partida para un magnífico documental de creación.
Como en sus películas anteriores, el origen del guion se sitúa primero en el encuentro con personas reales que Laxe transforma en personajes, en este caso Amador y Benedicta como elementos claves de esta metáfora sinfónica sobre la desaparición del mundo rural.
El autor invita a una saludable reflexión sobre el origen de esos incendios que afectan de forma recurrente a la región de Galicia, un tema de lectura universal, político y económico, en el que resulta difícil establecer las causas y razones diversas que los provocan, y cuya consecuencia es a menudo la primaria reacción de la multitud que pide reparación y reclama que se castigue al culpable.
“Lo que arde” es un relato ficticio con actores no profesionales pero tratado con el rigor del documental, que trasciende en su dimensión cinematográfica con majestuosas imágenes, brillante música y montaje, otorgando emoción y espiritualidad a un relato aparentemente austero.
La apertura de la película es la filmación de una sorprendente e inquietante deforestación de un bosque de eucaliptos que se tuercen, se derrumban y crepitan al ritmo de una sinfonía poco habitual de Vivaldi. A renglón seguido viene la rápida alusión a un incendio forestal, cuyo presunto autor, Amador Coro, sale de la cárcel tras cumplir condena y regresa a su pueblo natal.
Su anciana madre le recibe y acoge con lacónico dialogo: ¿tienes hambre? Y Amador, al que las gentes del lugar califican de “pobre tipo”, se queda ahí para ayudar al cuidado de las vacas. Poca información tenemos sobre su pasado, ni sobre su verdadera responsabilidad en el incendio del que le acusan. ¿Pirómano obsesionado por el fuego, falso culpable, chivo expiatorio? ¿Quién es Amador, ese pobre campesino que se encuentra ahí de nuevo cuando el incendio estalla?
Amador Arias, solterón cuadragenario tiene el aspecto de un introvertido y taciturno campesino que no ha sabido o podido defenderse, pero del que ignoramos si es verdaderamente culpable. Su rostro está marcado por el sufrimiento y nos hace pensar en un Cristo perdido en ese árido mundo rural, en el que todos le acusan y se burlan de él, a excepción de una joven veterinaria que le hecha los tejos y aporta su sonrisa a la gravedad y espiritualidad del relato.
Excepcionales sus actores no profesionales, tanto Amador, como Benedicta (Benedicta Sánchez) su anciana madre en la película, que, a sus 83 años de edad, es capaz de expresar mejor que cualquier actor en vida esa mezcla de matices de potente humanidad, que van del sufrimiento y la resignación, al amor por su hijo, al que busca comprender y ayudar, su fuerza y su valor para enfrentarse a los prejuicios y a la violencia latente en esa comunidad rural. Como sostiene el propio Oliver Laxe: Benedicta es una verdadera bendición para el casting de su película.
Un casting cuya fuerza reside en la fusión de sus personajes con la naturaleza que les rodea, y al que la cámara de Laxe añade las vacas, el perro, las cabras o un caballo incorporándoles de forma natural y veraz, haciéndoles figurar también en los títulos de crédito. Inolvidable la secuencia en que Laxe filma las vacas, mientras escuchamos la célebre canción de Leonard Cohen “Suzanne”, así es la magia del cine y del montaje, capaz de provocar emociones y sentimientos.
https://youtu.be/V01ZIGhqO64
La fuerza potente de las imágenes, su ético mensaje y la emoción que trasmite “Lo que arde”, me hacen pensar en cineastas como Flaherty, Pasolini, o Tarkovsky, que deben ser probablemente referentes para Laxe, en su radical y coherente concepción del cine y de la realización cinematográfica.
De relieve la dirección de fotografía a cargo del catalán Mauro Herce, quien había acompañado ya a Laxe en el rodaje de “Mimosas”.