En la competición oficial destacaré hoy la excelente película francesa «La vida de Adela» (La vie d’Adèle 1&2) del director franco tunecino Abdellatif Kechiche, quien ha recogido el aplauso unánime de la crítica internacional en Cannes y aparece a estas alturas como favorita para llevarse la Palma de Oro. Su intérprete Adèle Exarchopoulos tiene méritos de sobra para un premio de mejor actriz.
Un premio que podrían disputarle también a mi juicio películas como «A touch of sin» del chino Jia Zangh-ke, «Tal padre tal hijo» del japonés Hirokazu Kore-Eda, «Detrás del candelabro» del norteamericano Steven Soderberg, o «El pasado» del iraní Asghar Farhadi. Pero es pronto para hacer pronósticos, pues en la recta final quedan por llegar cineastas tan reputados como Román Polanski, James Gray, Alexander Payne o Jim Jarmusch.
«La vida de Adela» es una adaptación al cine de los capítulos uno y dos del cómic de Julie Maroh titulado «El azul es un color caliente», premio del público en el Festival de la BD de Angoulème en Francia. Se trata de una apasionada historia de amor entre dos mujeres, y de como una jovencita de 17 años, que aspira a ser maestra de escuela, interpretada por la sensual actriz de origen griego Adèle Exarchopoulos, va a descubrir la sexualidad y la bisexualiad al enamorarse de Emma, una artista lesbiana interpretada por Léa Seydoux.
Abdelaziz Kechiche, quien se dió a conocer en el festival de Venecia con «La faute à Voltaire» en 2000, obtuvo en 2005 el César de mejor película, guión y director por «L’esquive» (la escurridiza). De nuevo en Venecia fue galardonado en 2007 con «Le grain et le mulet» (cuscús) y en 2008 su película tuvo de nuevo triple premio en los César del cine francés. Si sus películas habían abordado por vez primera en Francia temas como la inmigración, la vida cotidiana en círculos magrebies, la vida en los barrios periféricos urbanos, o la clandestinidad, Kechiche sorprendió en 2010 con «La Venus negra» excelente película que contaba la historia de la Venus hotentote Saartjie Baartman, interpretada por la joven cubana Yahima Torres.
Abdellatif Kechiche vuelve a sorprendernos ahora con una película muy diferente de su cine anterior. Esta adaptación de un cómic para adultos, en donde se interesa por la iniciación a la vida de una joven y sensual adolescente, Adela, estudiante en un colegioo francés. La vida en el liceo, con la lectura en clase de textos literarios como «La vida de Mariana» de Marivaux, los prejuicios de sus compañeros de escuela, el despertar a la sexualidad y los primeros escarceos amorosos, la relación con sus padres, el encuentro con una artista pintora lesbiana de cabellos teñidos de azul y el estallido de un amor pasión entre esas dos mujeres de medios sociales muy distintos, son los elementos con los que burla burlando Kechiche construye su relato que prosigue con la violenta crisis de la pareja y su desamor, pero centrandose esencialmente en el punto de vista de la joven Adela que ante los ojos del espectador se transforma de niña en mujer.
http://youtu.be/zIb8Y0uG0o0
Excelente el casting y la dirección de actores en esta película en la que Kechiche filma de cerca la piel y la respiración de las dos amantes en largas escenas de sexo que provocarán sin duda escándalo entre los mas pudibundos espectadores. Escenas que son rodadas con sensiblidad y erotismo, evitando lo vulgar o lo zafio y perfectamente justificadas en ese largo relato de casi tres horas de metraje, que se nos pasan volando.
Grigris
Hemos visto también en competición «Grigris» producción francesa del cineasta chadiano Mahamat-Salh Haroun, que confirma el buen nivel de la selección oficial en este Cannes 2013. Aún si la película resulta irregular en su construcción dramática, tiene como esencial punto de apoyo un magnífico personaje protagónico: un joven lisiado al que todos llaman «Grigris», quien se gana la vida bailando en la calle cual superdotado Michael Jackson, mientras ayuda a su padre adoptivo en su taller de fotógrafo.
La enfermedad del padre y su encuentro con Mimi, una joven prostituta, van a ser elementos detonadores que llevan a Grigris a trabajar con una banda de mafiosos, especialistas en el robo de gasolina. Grigris y Mimi son dos naúfragos de la vida a los que el destino va a reunir. El final muy bien logrado es como una especie de simpático Fuenteovejuna chadiano.
Mahamat Saleh Haroun , aunque nacido en Chad, vive en Francia desde 1982, y en 2010 ganó en Cannes el premio del jurado con «El hombre que grita». «Grigris» es su quinto largometraje de ficción. Su cine de cuidada dirección artística es en consecuencia muy afrancesado. Si bien Chad es un país francófono, personalmente encuentro que sus películas tendrían mucha más autenticidad si sus personajes hablaran en árabe chadiano y no en francés como es el caso en «Grigris».
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