El Gran Gatsby, Fitzgerald traicionado

El Gran Gatsby, una gran novela transformada en un pastiche cinematográfico

el-gran-gatsby-portada El Gran Gatsby, Fitzgerald traicionadoAsí seguimos, golpeándonos, barcos contracorriente devueltos sin cesar al pasado (Scott Fitzgerald)

A diferencia de lo que ocurre con las generaciones más jóvenes –tan reacias a dedicar el tiempo necesario a un libro- que siempre esperan a que “hagan la película” para conocer las historias, los más antiguos somos propensos a la desilusión cada vez que en la pantalla grande tenemos que encontrarnos con la traducción a imágenes de nuestros libros de cabecera.

Vengo de ver El Gran Gatsby. Así, con mayúscula en el adjetivo y en el nombre como recordando el símbolo JG (Jay Gatsby) que en magníficas variaciones de la estética art déco se encuentra repetido no solo en la decoración palaciega de la mansión que el farsante parvenu Gatsby posee en West Egg –justo al otro lado de la bahía, enfrente del Est Egg donde se alinean las mansiones de los ricos herederos de fortunas asentadas desde hace generaciones- sino incluso en los créditos que dan paso a la película. JG en todas partes, la necesidad de primero construir desde la nada y después afirmar no solo una personalidad, también un nombre. El último recurso de alguien que, surgido de ninguna parte que la society tenga en cuenta, ha hecho de trepar un arte y ha falsificado al personaje con la misma intensidad y toda la pasión con que el falsario fabrica un Goya y lo saca a subasta.

el-gran-gatsby-pelicula El Gran Gatsby, Fitzgerald traicionado

Vengo de ver El Gran Gatsby que ayer mismo, en la tarde/noche del 15 de mayo de 2013 ha inaugurado un Festival de Cannes al que las estrellas llegaban cobijadas bajo el paraguas, y que mañana, 17, se estrena en los cines españoles en sus dos versiones, tradicional y 3D, dirigidas por Baz Luhrmann (Romeo y Julieta, Moulin Rouge), interpretadas por Leonardo di Caprio (Romeo y Julieta, Titanic, Aviator, Blood Diamonds, Django) y Toby McGuire (Spiderman, Brothers), y con una banda sonora cien por cien pop -creación del rapero y empresario multimillonario Jay-Z, cuyo verdadero nombre es Shawn Corey Carter, quien ha adoptado como nombre artístico el de Gatsby, Jay, famoso por su carisma, sus ropas y sus fiestas, y por ser el marido de la cantante Beyoncé-, disfrazada de esforzados trompetistas negros sonando a la luz de la luna y formada por hermosas canciones que interpretan entre otros Lana del Rey, Beyonce y The Bryan Ferry Orchestra, que nada tienen en común con el jazz, ragtime, be-bop, charleston o fox-trot que fueron la música de fondo de los “años locos”.

Yo he visto la versión digamos “tradicional”: en dos dimensiones y en inglés, por el placer de escuchar a los actores acoplados a sus voces. A pesar de un casting –que completa la rubia Carey Mulligan- muy cuidado, un guión trabajado, unos decorados suntuosos y un juego de cámara vertiginoso pensado, evidentemente, para proporcionar emociones mayores a los espectadores de 3D, El Gran Gatsby versión 2013 es una película espectacular (y valga la redundancia), adecuada para una sesión glamurosa de inauguración de un festival pero no es un buen film. Guión y realización han sido incapaces de encontrar el “alma” de la obra de Fitzgerald, les falta la elegancia espiritual de los personajes y la violencia subyacente a la historia.

Doy un repaso a las impresiones de algunos de los periodistas franceses asistentes a la premiére en Cannes y encuentro calificativos mucho más contundentes: nauseabunda, caricaturesca, visión orgiástica y superficial de la América de aquellos años, prima el espectáculo por encima del respeto al sentido de la narración, profundamente decepcionante, Fitzgerald es la primera víctima del festival, anoche Fitzgerald debió revolverse en su tumba…

Fitzgerald es mucho Fitzgerald y El Gran Gatsby es una de las novelas más profundamente americanas que se han escrito (también una de las más hermosas), lo que equivale a decir que no es fácil cogerle el pulso y más aun si anteriormente (1974) se lo han tomado Robert Redford y Mia Farrow, y todavía queda un público fiel que lo recuerda. “Tenían una de las novelas más bellas del mundo y nos encontramos con una exhibición de DJ…”.

La película, en cambio, es como un gran parque temático –que podría firmar la factoría Disney si tuviera mejor gusto-, “uno se creería en un parque de atracciones, en un juego de vídeo”, en un laberinto virtual; Luhrmann ha confeccionado un patchwork a base de frases –pocas, muy escasas- procedentes de la obra de Fitgerald (lo que la convierte en irrespetuosa) y concesiones a la “modernidad cinematográfica” en boga: carreras desenfrenadas de coches por los puentes de entrada a Nueva York, fiestas enloquecidas con asistentes que se cuentan por multitudes, exceso de zooms, “inspirado por toda la glotona retromanía de nuestro tiempo” (Next-Libération), “su Jazz Age fitzgeraldiana parece en el fondo solo una prefiguración de los Mad Men y su Gatsby un abuelo descolorido… De la indecible aleación satírica-melancólica del libro, la película refleja solo la dimensión elegíaca”. Del “todo impostura” se salva Leonardo Di Caprio, que ya no es el niño bonito de sus primeras películas aunque sigue siendo muy guapo, un guapo a punto de cumplir los 40 capaz de dar a “ese personaje que miente más que los demás pero es infinitamente más verdadero, una vulnerabilidad desgarradora”

Para quienes todavía no hayan leído la novela de Scott Fitzgerald: Nick Carraway, un aspirante a escritor que ha abandonado sus sueños literarios para intentar hacer fortuna en Wall Street, llega a Nueva York procedente del Medio Oeste en la primavera de 1922, una época de decadencia, jazz palpitante e imperio del contrabando de alcohol. Persiguiendo su propio sueño americano, Nick acaba siendo vecino de Jay Gatsby, un millonario misterioso que organiza fiestas multitudinarias. Al otro lado de la bahía vive su prima Daisy, con un marido mujeriego y aristócrata, Tom Buchanan. Nick entra en el mundo de los súper ricos con sus ilusiones, sus amores y sus engaños. Años más tarde, en un sanatorio psiquiátrico, Nick escribe aquella historia de amor imposible, sueños inalcanzables y grandes tragedias.

Este Gran Gatsby de 2013 es la cuarta adaptación cinematográfica de una de las mejores novelas de la generación perdida americana, “un libro que es una especie de espejo nacional”. Hubo una primera versión muda, rodada en 1926 por el británico Herbert Brenon. Veintitrés años más tarde, en 1949, Alan Ladd interpretó a Gatsby en El precio del silencio, de Elliott Nugent, en el que la historia se trata como una novela negra. La última en el tiempo, interpretada por Robert Redford sobre un guión de Francis Ford Coppola adaptado por el realizador Clayton, es la más literal a juicio de la crítica especializada. En 1999, El Gran Gatsby se convirtió en ópera, escrita por John Harbison y estrenada en el Metropolitan de Nueva York.

“Gastsby es la gran novela de la vacuidad, del malentendido social y del desencanto. Como las estrellas que siguen brillando mucho tiempo después de haber desaparecido, la novela muestra, de manera arrolladora, un mundo de muertos-vivientes, bien porque los personajes se agarran a sus privilegios de clase, bien porque viven en un pasado que no se ha movido, como Gatsby. De ahí la extremada melancolía de la novela…” (Marie-Claude Martin, Le Temps). “Gatsby es el primer personaje people de la literatura, en el sentido en que se entiende hoy: un hombre que ha construido su imagen de principio a fin, que ha hecho fortuna no se sabe como y cuya existencia depende de cómo le ven los demás. Además, los rumores contribuyen a crear su aureola novelesca…un naïf que confunde riqueza y dinero… un nuevo rico”.

En Gatsby, donde se confunde novela y autobiografía, se dan cita amor, fiestas, fortuna, elegancia, fascinación, encanto, automóviles increíbles, drogas que ya no están de moda, policía, justicia, misterio, muerte… personalidades fuertes y frágiles a la vez, mujeres y hombres empeñados en “vivir su vida” sin ataduras, un ansia de libertad individual que les lleva a adoptar personalidades múltiples, a vivir en la impostura, a ignorar el entorno y elegir el amor por encima de todas las cosas porque –a pesar del dinero, el lujo, el desenfreno, o quizá por ello- resulta que al final todos somos capaces de cualquier cosa por amor, y sin amor no somos nada. En la novela no todo es color de rosa, también hay un submundo hecho de decadencia, vulgaridad, adulterio, alcohol y violencia. Gatsby es una historia conseguida y una novela de eficacia demostrada. No ocurre lo mismo con sus adaptaciones para el cine.

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Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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