Agricultura familiar

Hace pocos días, en un reconocimiento a 13 países que tuvieron mejoras en la lucha contra el hambre, el director general de la FAO recordó que el progreso hacia la erradicación del hambre en todo el mundo durante los próximos 10 años “está ganando impulso”, pero aún queda mucho por hacer, 805 millones de personas todavía sufren subalimentación crónica, por lo que instó a los países a acelerar el adelanto.

Para alcanzar este objetivo, hay que “mejorar la calidad y eficiencia de los sistemas alimentarios, promover el desarrollo rural, incrementar la productividad, aumentar los ingresos rurales, mejorar el acceso a los alimentos y fortalecer la protección social”, indicó Graziano Da Silva, titular de la FAO. Este año que termina se dedicó a la agricultura familiar.

Numerosas reflexiones y análisis internacionales se aportaron para examinar la situación en el continente. Expertos aseguran que ningún país se desarrolla con reformas agrarias, pero tampoco sin haberlas realizado, allí están las experiencias en el mundo. No abogamos por simplemente repartir la tierra, esa discusión ya está superada, no merece atención. Lo que está en el tapete es quiénes nos proveen de alimentos, el potencial a desarrollar de esa inmensa capacidad que nos garantiza la existencia, pero también garantizarles a esos agricultores su calidad de vida.

En Guatemala se calcula que vivimos aproximadamente 15 millones de personas, más de la mitad en el área rural; de ellas, un promedio de 71 % están en condición de pobreza, se dedican a labores agrícolas y pecuarias en sus precarias parcelas o se van a las fincas privadas como jornaleros. Hay ausencia de servicios básicos y la comida es insuficiente e inadecuada, lo que ha provocado que nuestro país encabece la lista de niños y niñas menores de cinco años con desnutrición crónica.

El campo es fundamental para la economía nacional, aporta empleos, genera jugosos ingresos por las exportaciones, riqueza cuya distribución es inequitativa, por algo somos uno de los países más desiguales del mundo. Ese estado de situación, pobreza generalizada, desigualdad y altos niveles de exclusión provocan una constante conflictividad en el campo, hay sentimientos de frustración, insatisfacción y desconfianza.

Guillermo Díaz, de la Universidad Landívar, citó recientemente  en su columna, Perspectiva, a dos economistas, Theodore Schultz y Douglas North, ganadores del Premio Nobel de Economía, quienes postularon que la agricultura puede ser motor de desarrollo. El Banco Mundial publicó un estudio en 2008 titulado Agricultura para el Desarrollo, que, según el académico, respalda esa premisa. Cita el economista guatemalteco que pueden constatarse dos casos, El Progreso, en Jutiapa, y Almolonga, en Quetzaltenango, territorios que tienen en común la agricultura como principal actividad productiva y comparten también una reducción significativa de casi 20 puntos porcentuales en nivel de pobreza en la primera década de este siglo.

Para atender el problema se necesita una política de Estado que garantice a la población rural el buen vivir. Ya aquí hay una Política Nacional de Desarrollo Rural Integral que tiene como objetivo que el Estado atienda las necesidades de los pobres y excluidos que viven en el campo y que históricamente han estado abandonados.

Hay que recordar que aproximadamente el 70% de los alimentos que llegan a nuestras mesas vienen de la agricultura familiar. Sin embargo, el presupuesto del Maga para el 2015 tuvo una significativa reducción.

Ileana Alamilla
Fallece en enero de 2018. Abogada, notaria, periodista. Presidenta de la Comisión de Libertad de Prensa de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Analista en temas de libertad de emisión de pensamiento y de prensa. Coordinadora del Observatorio de los Periodistas y Directora de la agencia Cerigua. Consultora de Agencias del Sistema de Naciones Unidas, de entidades de investigación y de Organismos no Gubernamentales. Miembra de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Genero y onsultora en temas de género.

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