De la periferia al centro hegemónico del arte. De los balbuceos visuales a las concreciones museológicas, del titubeo artístico al profesionalismo, de la venta aislada a los mercados de arte. Largo recorrido ha experimentado el arte latinoamericano, superando entornos tercermundistas, visiones marginales, inferioridad de recursos, carencia de información y de educación plástica.
Para una gran élite cultural latinoamericana, alcanzar Europa y Estados Unidos es el sueño artístico, la meta; sin la bendición del centro de arte mundial no hay reconocimiento, ni descanso.
Más allá de los enfoques marxistas-colonialistas, más sociológicos que estéticos, hay en estos movimientos de la periferia al centro motivos filosóficos, que pertenecen a la esencia del hombre: fuerzas idealistas, búsquedas de paradigmas, anhelo de modelos y desafíos que se impone el artista, que es, finalmente, el intérprete de los sentimientos humanos y el generador de nuevas visiones.
El camino transitado para la aceptación se hizo a base de talento, dedicación, estudio y comercialización. Se alcanzan metas en la medida que se afianzan las identidades nacionales y personales, se afirman los contextos culturales, se analiza la historia del arte, se desarrollan los valores y la creatividad, se invierte en arte desde la región y se toma conciencia de las estrategias culturales, afirmando el interés y el valor artístico de las expresiones del continente americano. Desde dentro hacia el exterior es el camino de la reafirmación cultural de los pueblos.
Sin duda, la circunstancia de la globalización ha acelerado el proceso endógeno-exógeno, activando a la sociedad y el impulso artístico.
Actualmente, el arte latinoamericano ha alcanzado un nivel mundial, lo evidencian las muestras que se organizan en casi todos los museos del mundo y la presencia de artistas latinoamericanos en galerías, bienales y ferias internacionales. Se evidencia en lo comercial, en las subastas y en el mercado de arte, y en los empresarios regionales que apuestan por sus artistas también regionales.
Recuerdo que en una subasta hablando con un coleccionista norteamericano me dijo: «No esperes que otros te valoren si tu no crees en lo que tienes». A partir del impulso que los millonarios mexicanos dieron a las obras de los muralistas, y a galeristas como Mary Anne Martín, el mercado latinoamericano de arte se fue afianzando.
Recuerdo cuando en Nueva York, el magnate argentino Eduardo Constantini asistía a las subastas de Sotheby y Christie, lo veíamos entrar a las salas a veces rodeado de fotógrafos, luciendo unos jeans y una blaizer azul, a la espera de encontrar la obra justa para su ansiado museo MALBA. Recuerdo esas subastas en Nueva York llenas de interés y suspenso, donde el arte latinoamericano iba posesionándose cada vez más en la órbita internacional.
Actualmente, una obra única y de alta valoración se expone en el museo MALBA de Buenos Aires, Argentina. El propietario es Constantini y narró a la prensa argentina cómo fue la subasta donde adquirió el cuadro «Diego y Yo» de Frida Kahlo, en 34 millones de dólares, y lo que significó la puja.
La obra conlleva muchos valores artísticos e históricos, por eso el MALBA la expone junto a la colección privada de Constantini. Para ello, creó un espacio, una suerte de capilla para recalcar la «mística» de la obra. La gente desfila ante esta «Gioconda latinoamericana», «Diego y yo», el autorretrato de Frida Kahlo, la que fuera la mujer del pintor mexicano Diego Rivera, lleva la imagen de Diego en su frente. Este cuadro lo concibió poco antes de morir, en 1954.
Aunque la muestra se inauguró hace ya semanas, el fervor y el interés no han cesado. Mientras esta «adoración» acontece en Buenos Aires, en el sur, en el norte, se anuncia una magna exposición en el MOMA, que analiza los últimos años del arte latinoamericano.
El arte latinoamericano en el Moma
La muestra se prepara para abril de 2023, no es la primera vez que el MOMA gira su visión al sur, revalorizando la arquitectura, el arte y los artistas latinoamericanos, he visto muestras excepcionales en décadas anteriores; en esta circunstancia, vuelve a ocuparse de la temática latinoamericana con una nueva visión, más investigativa.
El impulso por el arte latinoamericano lo ha dado, de alguna manera, la Fundación de Patricia Phelps de Cisneros. Cuando entrevisté a la señora Cisneros al abrir su Fundación en Miami, no solo me habló de su colección sino que mostró su compromiso con el arte latinoamericano, su interés por los artistas latinoamericanos y la necesidad de difusión.
En la última década, la Colección Patricia Phelps de Cisneros ha donado más de doscientas obras de artistas latinoamericanos al MOMA y en 2016 se creó el Instituto de Investigaciones Patricia Phelps de Cisneros en MOMA, para llevar a cabo investigaciones sobre el arte de América Latina y sus artistas. Por eso, varias de las obras fueron donadas para esta muestra, por la Fundación Cisneros; otras pertenecen a préstamos, nuevas adquisiciones y otras a comisiones de la década de los años ochenta hasta nuestros días.
Esta exposición se abrirá desde el 30 de abril hasta el 9 de septiembre de 2023, reuniendo 65 obras de las cuatro últimas décadas, siguiendo un criterio cronológico – histórico del arte de la región, pero enfocando nuevas visiones y perspectivas. Son obras de artistas de diferentes generaciones y donde hay una gran variedad de técnicas: videos, fotografías, pinturas, esculturas, y técnicas mixtas.
Sin duda Latinoamérica, ya ha dado en la contemporaneidad autores internacionales y movimientos que influyeron en Europa y el continente. Son importantísimos exponentes del arte latinoamericano contemporáneo: Marta Minujin, Leopoldo Maler, los geométrico – cinéticos Le Parc, Cruz Díez, Soto, por nombrar los maestros más representativos, y la Nueva Figuración con Yuyo Noe, Macció, Deira y de la Vega, entre otros artistas y tendencias. Esta muestra sería una continuidad a la «Mirada» ya iniciada por el MOMA, años atrás.
Entre los artistas programados encontramos a Leandro Katz, al brasilero Cildo Meireles, al colombiano José Alejandro Restrepo, junto a otros artistas: Alejandro Cesarco (Uruguay), Suwon Lee (Venezuela), Gilda Mantilla (Peru), Mario García Torres (México), Regina José Galindo (Guatemala), Raimond Chaves (Colombia), Rosângela Rennó y Mauro Restiffe de Brasil, entre otros.
La exposición responde a la curaduría de la argentina Katzenstein (fundadora del Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires), junto con Julia Detchon, asistente curatorial del Departamento de Dibujo y Grabado.
La muestra está organizada, según el informe del museo, en tres partes donde se pone énfasis en las investigaciones de los artistas y en la reelaboración de los legados históricos culturales de cada país y del Continente, con una revisión visual, estética y conceptual.
La primera parte de la exposición enfoca la «historia del colonialismo», (sorprende que un hecho del pasado tan lejano incida aún en la actualidad, pero, tal vez sea parte del revisionismo visual que propone la muestra, tendremos que verlo), las otras secciones enfocan diferentes formas: cómo los artistas asimilan y analizan las herencias culturales y el patrimonio artístico, y cómo rescatan o rechazan los vínculos con ese pasado.
El MOMA nos espera en el 2023 con la «Mirada puesta en Latinoamérica», mirada que también recae sobre España, en cuanto a las connotaciones históricas. Del sur al norte, la «mirada» se enfoca en el arte latinoamericano. Un buen augurio.