El reclamo editorial de este libro reza así: “Una manera de conocer España a través de sus autobiografías.”
Pues quizá lleve razón. Ahora ya, a comienzos del siglo XXI, va siendo posible conocer España, o al menos acercarnos un poco a su compleja alma, a través de la lectura de las cada vez más numerosas autobiografías que pueblan nuestras librerías y bibliotecas.
Y es cierto también que estamos -en nuestro país, me refiero- ante un género que no tiene demasiada historia. Es verdad que a finales del XVIII el andaluz Blanco White escribió la suya; y que en el XIX lo hicieron Mesonero Romanos o José Zorrilla. Pero no sería hasta el XX cuando la autobiografía (y en cierto modo también el subgénero que trata específicamente este libro, la autoficción) no empiezan a manifestarse abiertamente entre nosotros.
Y lo hacen con maestros tan rotundos como Baroja, Azorín, Valle Inclán y sobre todo Unamuno. Autores todos ellos a los que Manuel Alberca dedica amplio espacio, sobre todo a éste último, de quien analiza en profundidad su libro (de 1925-27) Cómo se hace una novela, al que considera “una autoficción avant la lettre, es decir, una novela en la que el autor bajo su propia identidad se hace presente y en la que muestra de manera palmaria la voluntad de llegar a ser el que quería ser…..”
Azorín tiene tres escritos autobiográficos: Valencia y Madrid (ambos de 1941), y Memorias inmemoriales, de 1946. Mientras que Pío Baroja se mostró a sí mismo en muchos textos, pero en forma de autoficción lo hizo sobre todo en sus novelas La sensualidad pervertida (1920) y El árbol de la ciencia.
En cuanto a Valle Inclán, el autor señala que sus Sonatas son “un ejemplo destacado de ‘autobiografía ficticia’, es decir, una novela que finge ser una autobiografía pero señalando inequívocamente que el autor y el narrador-protagonista no son la misma persona”.
En capítulos posteriores el autor analiza autobiografías y autoficciones publicadas tras las Guerra Civil, por ejemplo las de dos falangistas arrepentidos: Pedro Laín Entralgo (Descargo de conciencia, 1976) y Dionisio Ridruejo (Casi unas memorias, del mismo año); menciona luego unas de Cela (Memorias, entendimientos y voluntades, de 1993) y dedica un papel mayor a las del psiquiatra andaluz Carlos Castilla del Pino (Pretérito imperfecto, 1997) que en su opinión son “uno de los mejores relatos autobiográficos de la guerra”.
En este mismo bloque temporal encuadra una serie de autobiografías y memorias de autores catalanes, por ejemplo Josep Pla, el periodista Gaziel, el artista plástico Antoni Tapies, o los escritores Juan Goytisolo (Coto vedado, de 1985) o Terenci Moix, (El peso de la paja) que son unas de sus preferidas.
El resto del libro, dedicado a autores que han escrito en fechas más recientes, se mueve entre los terrenos de la autobiografía y la autoficción (la novela con registros autobiográficos) Y aquí el autor señala sus acuerdos y también sus desacuerdos con autores que han cultivado este último género, entre los que destaca a Javier Marías.
La clave tanto de la autobiografía como de la autoficción es la credibilidad que quien la escribe ofrece a sus lectores; es obvio que el autor tiene derecho a ocultar ciertos episodios, pero lo que no le está permitido es mentir. En esa claridad o transparencia radica el valor de su obra.
Manuel Alberca Serrano (Arenales de san Gregorio, Ciudad Real, 1951) es doctor en Filología española por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de literatura española en la Universidad de Málaga. Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y es miembro de la Unidad de Estudios
Biográficos de la Universidad de Barcelona.
Entre sus numerosos trabajos sobre la literatura autobiográfica destacan La escritura invisible. Testimonios sobre el diario íntimo; Vida de Valle Inclán: La espada y la palabra (con el que ganó el Premio Comillas de Autobiografía en 2015), y El pacto ambiguo.
- Manuel Alberca Serrano
- La máscara o la vida. De la autoficción a la antificción
- Ed. Pálido fuego; Málaga, 2017; 356 pags.