El 23 de marzo de 2015, cuando se ha cumplido un año de la notificación oficial de la epidemia de Ébola por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y cuando el número de contagiados por la enfermedad pasa de 24.000, y el de muertos ha rebasado la simbólica cifra de 10.000, Médicos sin Fronteras (MSF) ha hecho público un primer balance, en el que critica la gestión de la crisis llevada a cabo por el organismo internacional.
Ha llegado el momento de extraer lecciones de todo lo acontecido en el último año, al tiempo que, al menos en Liberia –uno de los países más afectado- la epidemia parece estabilizada. En este punto exacto de la evolución de la enfermedad, el informe de MSF no hace concesiones: “Nadie estaba preparado para la propagación ni magnitud de la epidemia de Ébola. Su naturaleza excepcional ha puesto de manifiesto la ineficacia y lentitud de los sistemas de salud y ayuda humanitaria a la hora de dar respuesta a las urgencias. Ante los ojos del mundo entero, las prácticas habituales han evidencia enseguida su insuficiencia, una falta de adecuación de los medios que se ha saldado con miles de muertos”, dice MSF apuntando directamente a la lentitud con que reaccionó la OMS.
El informe de MSF –que lleva el significativo título de “Empujados más allá de nuestros límites” y está escrito en homenaje a todos los trabajadores de la salud que han estado implicados en el tratamiento de la epidemia, y muy especialmente a los 14 empleados de MSF que se han contagiado, y han fallecido en este año en Guinea, Liberia y Sierra Leona- comienza preguntándose si, de haber actuado de otra forma, se habrían podido salvar más personas y a continuación pasa a acusar a la OMS de haber ignorado sus llamadas y haber tardado en reaccionar: “Cuando en agosto reconoció la existencia de una urgencia de salud pública mundial, ya habían muerto más de un millar de personas”, lamenta la organización humanitaria culpando a la OMS de reaccionar solamente “cuando el Ébola se convirtió en una amenaza para seguridad internacional (…)
La OMS tendría que haber combatió el virus, no nosotros”, resume Christopher Stokes, director general de MSF, quien también se interroga acerca de la propia actuación en los tres países más afectados.
El informe que ahora publica MSF está basado entrevistas efectuadas con decenas de miembros del personal implicado sobre el terreno en la gestión de la epidemia. Explica todas las alertas lanzadas por la ONG, hace justo un año, cuando la epidemia empezaba a extenderse en Guinea; la respuesta negativa a sus peticiones de ayuda de los distintos gobiernos de los países afectados, mientras el virus se propagaba por toda la región y la creación, por MSF, de un proyecto médico, único en su amplitud, a causa de la falta de actuación de los otros organismos que debían implicarse. Durante el año transcurrido, más de 1300 miembros del personal internacional y cerca de 4000 del personal nacional de MSF han trabajado en Africa del Oeste haciéndose cargo de 5000 personas afectadas de Ébola.
«Ahora nos paramos a reflexionar. Analizando no solo la forma en que hemos reaccionado a la mayor epidemia de Ébola conocida, sino también la respuesta de los diferentes actores”, señala Joanne Liu, presidenta de MSF Internacional. Por su carácter excepcional, esta epidemia ha puesto de relieve la ineficacia y lentitud de la respuesta dada por los actores de la ayuda humanitaria y médica ante una situación de tanta urgencia”.
En este sentido, MSF denuncia las consecuencias médicas de la apatía demostrada por lo que denomina «la coalición de la inacción» desde los inicios de 2014, cuando el virus ya había tenido tiempo de viajar propagándose, cuando la organización humanitaria se vio obligada «a llamar a una movilización de material médico, civil y militar, y a medios de respuesta específica para catástrofes biológicas. A finales de agosto de 2014, nuestro centro Elwa 3, en Monrovia, estaba ya totalmente inundado de pacientes y nuestros sanitarios se veían obligados a enviar a sus casas a personas visiblemente enfermas, sabiendo que regresando a sus comunidades se convertían en vectores de propagación del virus (…)”.
“Con frecuencia se ha dicho que esta epidemia ha sido fruto de una acumulación de malas circunstancias –señala Christopher Stokes- Una epidemia extendida por varios países dotados de frágiles sistemas de salud y que nunca se habían enfrentado al Ébola. Es una explicación demasiado fácil. La magnitud alcanzada por esta epidemia de Ébola se ha debido también a los fallos en la reacción de varias instituciones. Su inacción ha tenido consecuencias trágicas que podían haberse evitado”.
El informe se detiene también en el desafío que ha representado para MSF responder a la epidemia, y las difíciles opciones que ha debido adoptar a veces, a causa de la falta de medios suficientes y tratamientos eficaces. “Como nuestra experiencia en Ébola estaba restringida a un grupo de expertos relativamente restringido, nos resultaba difícil responder más adecuadamente (…) Ante la magnitud de la catástrofe y la débil reacción internacional, con frecuencia nos hemos tenido que limitar a gestionar los daños. Incapaces de responder a todos los desafíos a la vez –el tratamiento de los pacientes, la vigilancia de nuevos casos, el entierro de los muertos…- hemos tenido que adoptar compromisos…” .
«Durante el período más crítico, los equipos de MSF eran incapaces de admitir más pacientes o facilitar tratamientos mejores», recuerda la doctora Liu. Esta experiencia era traumatizante para una organización de médicos voluntarios, como la nuestra, lo que motivó muchas discusiones, e incluso muchas tensiones. En este momento, y una vez que parece superada la etapa más crítica de la epidemia, MSF se detiene a reflexionar «para extraer lecciones con las gestionar mejor epidemias futuras. Estamos analizando nuestra base de datos de pacientes para definir los múltiples factores que han influido en los índices de mortalidad. Y, lo que es más importante, estamos apoyando la investigación y el desarrollo de vacunas, tratamientos y útiles de diagnóstico, fiables y fáciles de usar”.
Pero el mayor desafío es el que aún no se ha dado. Para que la epidemia se pueda declarar «controlada» hay que identificar a todas las personas que han estado en contacto con algún infectado: “No podemos cometer ningún error ni podemos bajar la guardia. El número de casos detectados cada semana sigue siendo superior al constatado en anteriores epidemias de Ébola. Además, el número total no disminuye significativamente desde enero de 2015; incluso, en Guinea está aumentando de nuevo, en Sierra Leona hay muchos pacientes identificados que no figuran en las listas de personas que han estado en contacto con otras contaminadas y Liberia, aunque está en la marcha atrás de los días que faltan para anunciar el final de la epidemia, seguirá siendo una zona de riesgo mientras el virus siga presente en los países vecinos”.
“La epidemia de Ébola también ha quebrado la confianza de la población en los sistemas de salud, y ha desmoralizado a los trabajadores del sector. Las personas no solo están endeudadas y enlutadas, también se han vuelto suspicaces», señala el informe de MSF.
En los tres países más afectados han fallecido cerca de 500 sanitarios en el transcurso del año, «unas pérdidas trágicas» que aún fragilizan más la estructuras sanitarias. En esos países, lo primordial ahora para MSF es restablecer el acceso básico a la sanidad, como primera etapa de la reconstrucción de los sistemas de salud.
«Miles de personas –concluye el informe- han pagado con su vida la respuesta dada a la epidemia. Tenemos que analizar todas las causas de esta catástrofe médica sin precedente, desde la debilidad de los sistemas sanitarios nacionales hasta la lentitud, y la parálisis de la ayuda humanitaria internacional”.