Federico Villegas: tenemos todo para proyectarnos a un futuro de prosperidad

Entrevista al embajador Federico Villegas de la misión argentina ante Naciones Unidas

Federico Villegas, embajador de la misión argentina ante Naciones Unidas, ha desarrollado una carrera diplomática brillante.

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Federico Villegas, embajador de Argentina

Tras finalizar sus estudios Cum Laude en la Universidad Georgetown, y ejercer como profesor de la Universidad de Rosario y de Buenos Aires, ha sido parte del directorio de seguridad nuclear y asuntos espaciales de la Cancillería Argentina.

Ha estado en importantes organismos internacionales: la OEA, el Mercosur, la Unesco. Ha sido el primer embajador argentino en Mozambique y en 2022 presidió el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y es embajador en la Misión Permanente ante los Organismos internacionales en Ginebra.

Adriana Bianco: Me gustaría saber, cuáles son los desafíos a los que está expuesta la diplomacia en la actualidad, en un mundo globalizado y cada vez más complicado.

Federico Villegas: Actualmente, en Ginebra, estamos viendo el escenario donde se analiza cómo los países vamos a hacer, todos juntos, para enfrentar los desafíos globales, algunos existenciales, como el cambio climático.

El diplomático o la diplomática tienen que estar preparados técnicamente y, también, con una visión amplia de la diversidad que existe, modelos de desarrollo, de culturas, de valores, pero donde todos confluimos hacia un objetivo común que es enfrentar el desafío.

Hay tres eventos transformadores que nos han cambiado la forma de relacionarnos y de trabajar. Uno ha sido la pandemia, tanto la gestión de la pandemia, como durante la pandemia que fue sumamente caótica, por la falta de coordinación ante algo que no tenía precedentes y donde era difícil organizarnos adecuadamente.

El segundo evento transformador es la guerra en Ucrania, en el corazón de Europa, con impactos globales, de seguridad alimentaria, escalada del conflicto. Ello genera una nueva dinámica de relacionamiento porque, claramente, la situación de Ucrania es una situación que lleva a un grupo importante de países a estar con Ucrania, movilizando la sensibilidad de la comunidad internacional para apoyar al país y, la Federación Rusa, tiene sus propios países que la acompañan en su forma de ver la situación.

Todos tenemos, en Ginebra, que analizar este conflicto inédito, que desde la Segunda Guerra Mundial no ocurría.

El tercer cambio, (por lo cual un diplomático tiene que prepararse técnicamente), es el cambio climático. Ésta ya no es una cuestión de quien va a tener la mejor tecnología para evitar o mitigar el cambio climático en su país. El calentamiento global va a seguir aunque haya países que tengan una tecnología verde, es una cuestión de la atmósfera.

Por lo tanto, significa que si todos no tenemos algunas tecnologías básicas que permitan mitigar y prevenir el calentamiento global, no importa cuán avanzada sea la tecnología de Europa o de Estados Unidos, igualmente, va a haber calentamiento. Es una crisis existencial donde todos estamos, como en un Arca de Noé, y si todos no hacemos algo juntos, no nos vamos a salvar.

AB: En este caso, la diplomacia debe estar muy atenta.

FV: Sin duda. Hay que olvidarse de lo que antes se pensaba de Ginebra: era centro de organismos técnicos y los organismos políticos estaban en New York. Ya no es así. Todos los temas técnicos son políticos.

AB: Efectivamente y los cambios se suceden con gran rapidez, hay que tomar decisiones con prontitud. Usted tiene una carrera diplomática importante, con gran experiencia en diversos organismos, entre ellos la Organización de los Estados Americanos (OEA). Háblenos un poco del panorama de nuestra América Latina, según su experiencia.

FV: Depende uno siempre de donde parte para hacer una perspectiva histórica. Winston Churchill decía: «Cuando uno mas estudia el pasado, puede ver lo que viene en el futuro».

Entonces, miremos para atrás, lo que teníamos en América Latina. Teníamos dictaduras en muchos países, no teníamos compromisos internacionales ni normas internas en derechos humanos, había carreras armamentísticas importantes con conflictos interestatales, Argentina y Brasil tenían una competencia por la Energía Nuclear, había conflictos limítrofes.

Esa es la región de los años setenta, con una Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, donde nosotros no eramos protagonistas, y sin embargo, nuestro continente fue el escenario para decidir los espacios de poder, países latinoamericanos optaron para un lado y para el otro, y millones de personas murieron porque estaban de un lado o del otro. De hecho, aquí, en la propia Suiza hay exiliados que tuvieron que irse de su país por pensar diferente. Ésa era la América Latina de los años setenta y parte de los años ochenta.

Después vino una época muy interesante de la posguerra fría, que fue cuando yo estuve en la OEA. En la posguerra fría hubo una coincidencia de valores, y una visión hacia dónde íbamos como región. En esa época, todos reformamos la carta de la OEA e incorporamos como uno de los principios la democracia representativa como condición para ser miembro. Antes, la OEA podía tener dictaduras producto de golpes militares sentadas a su mesa. De hecho, la Argentina tuvo la dictadura de Videla, miembro de la OEA, porque no había ninguna cuestión que prohibiera que un sistema no democrático fuera miembro de la OEA. Y este avance fue liderado por la Argentina en 1994.

AB: Esta reforma trae un cambio de filosofía.

FV: Trae un cambio fundamental. En cuanto a derechos humanos, todos suscribimos los Tratados de Derechos Humanos, apoyando la Comisión Interamericana, la Corte Interamericana, y así, se fueron incorporando los temas de derechos humanos con naturalidad, en democracia. Antes, las dictaduras violaban los derechos humanos. Entender el Estado que viola los derechos humanos de manera sistemática es un concepto fácil para que un organismo comprenda que éso está mal.

Luego, todos los países se transformaron en democracias, y hubo la idea de que si éramos democráticos no habría más problemas de derechos humanos. Pero en realidad, no es así, la libertad de expresión, la división de poderes, el congreso, la democracia, visibiliza todos los problemas de derechos humanos que hay en todas las democracias en el mundo. Tuvimos que aceptar que en las democracias también se violan los derechos humanos.

AB: O tenemos el caso de países, como Cuba, Venezuela, Nicaragua, donde no hay elecciones transparentes o se proscribe a la oposición. Son gobiernos dictatoriales que violan los derechos de sus ciudadanos. Usted, actualmente, está en en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, con sede, aquí, en Ginebra.

FV: Fui Presidente del Consejo de Derechos Humanos durante 2022.

AB: Un orgullo para los argentinos. Justamente, háblenos de ese Consejo, porque ha habido controversia en cuanto que hay países que integran el foro sin cumplir con los derechos humanos.

FV: El Consejo da para hablar mucho pero voy a tratar de ser lo más claro posible. Primero, las Naciones Unidas durante cincuenta años, desde 1956 al 2006, tuvo un sistema que era la Comisión de Derechos Humanos, que abordaba los temas de derechos humanos a nivel mundial. En esa comisión no había un método para poder evaluar las situaciones de derechos humanos en todos los países del mundo.

La Comisión solo abordaba la situación de los derechos humanos de cuatro o cinco países, de acuerdo a la geopolítica mundial del momento. De acuerdo a los juegos de poder de la geopolítica mundial, cuando China estaba en baja, alguien se animaba a presentar la situación de derechos humanos en China, cuando China empezó a estar en alta, los que se animaron a presentar la situación de los derechos humanos en China, perdieron.

No tuvieron los votos para analizar y denunciar la situación de los Derechos Humanos en China. Países que nunca tenían que explicar por qué las mujeres no votaban o no podían conducir un vehículo y estaban sentados en la Comisión.

Hubo un consenso por el cual nos dijimos: esto no puede seguir así. No podía ser que hubiera cinco países que se evaluaban y 187 que nunca tenían que exponer su situación de derechos humanos. Entonces, aparece el Consejo de Derechos Humanos.

AB: En 2006.

FV: Exactamente. Y surgen dos planteamientos, primero jerarquizarlo, está en otro nivel, no depende del Consejo Económico Social, pasa a depender directamente de la Asamblea General de Naciones Unidas, con mayor autonomía.

Segundo, crear un mecanismo, que se llama el examen periódico universal, en el cual todos los países, sin excepción, periódicamente, tiene que exponer su situación de derechos humanos sobre la mesa, y tolerar que otros países opinen y recomienden cambios, aceptar un informe de las ONG del país y de todos los expertos de Naciones Unidas sobre ese país.

El país debe presentar por escrito su informe y después, con toda la documentación recogida, no solo con la visión del Estado, que tiende a ocultar sus problemas, con todo el material recogido, se va a un examen público, en vivo, que puede verse desde el celular, donde se presentan y reciben las recomendaciones públicas de todos los países, y de esas recomendaciones, el país tiene que decir cuáles acepta y cuáles no. Cuando acepta, es un compromiso a nivel mundial para cambiar. Si no acepta, está expuesto políticamente. Ésto es una revolución absoluta, con respecto al pasado.

Yo tuve la suerte, en el 2005, de estar en las discusiones para la creación de este Consejo y de este mecanismo. No sabíamos si iba a funcionar. Era una legítima aspiración. En Ginebra, había un antecedente de la Organización Mundial de Comercio que tiene el examen de políticas comerciales, donde cada país, periódicamente, presenta su informe sobre comercio, algo neutro y objetivo.

Y el año pasado, como presidente, inauguré el cuarto ciclo con la participación de todos los países. Desde Israel hasta Pakistán, desde Estados Unidos a Suiza, todos participaron. Por cuarta vez pusieron su situación para recibir recomendaciones muy importantes.

Sin embargo, tuve aspectos muy difíciles, porque el 24 de febrero 2022, cuando invade Rusia a Ucrania, el Consejo de Seguridad, que era el que tenía que parar ese conflicto, queda paralizado, sin reaccionar por el veto que tienen los cinco miembros permanentes, uno de ellos Rusia. Rusia presidía el Consejo de Seguridad y vetó sobre un conflicto generado por ellos mismos.

Cuando se paraliza ese sistema a los cuatro días, a mi me toca inaugurar el Consejo con cien cancilleres, y el Consejo tenía como miembro a Rusia y a Ucrania. Nosotros impulsamos un debate urgente sobre el conflicto, tuvimos el debate y aprobamos una resolución histórica, creando una comisión de investigación sobre todas las violaciones de derechos humanos en el conflicto. Esa comisión, estando yo como presidente, presentó un informe sobre los bombardeos a hospitales, escuelas, y otras violaciones de derechos humanos.

AB: Y por eso se apartó a Rusia…

FV: Se votó sacar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos.

Después, vino el tema de Irán, a partir de la muerte de Mahsa Amini que generó una serie de represiones y tensiones en Irán. Tomamos cartas en el asunto, tuvimos un debate y aprobamos una comisión de investigación para analizar las violaciones. Y por primera vez en la historia, designé a tres mujeres, una de ellas argentina.

Después tuvimos el tema de Etiopía, Afganistán y Nicaragua. Todos temas muy difíciles. En todos estos casos tuve que designar a expertos para investigar las violaciones.

AB: El Consejo es muy activo, esperemos que logre sus objetivos. Usted fue embajador en Mozambique en 2016, cuando el país africano todavía padecía conflictos (había vivido una guerra civil entre 1977 a 1992) y buscaba consolidar su independencia.

FV: Sí. Fue la experiencia más emocionante de mi carrera, abrir la Embajada Argentina en Mozambique. Para un diplomático de carrera abrir una Embajada de cero es fascinante. Llegué con mi mujer y mis dos hijos a un hotel. No tenía casa, ni oficina, ni chófer, nada. Había que instalar un país en otro país, que no conocía la Argentina. Porque la Argentina tuvo escasa proyección en África, sólo teníamos nueve embajadas en África.

AB: Éso está cambiando ahora, Latinoamérica mira África cada vez más.

FV: Justamente porque África cambió tanto, se decidió abrir Etiopía, Angola, y Mozambique. En Mozambique participamos en los acuerdos de paz, con un general argentino experto en desmovilización de guerrillas, que ayudó y coordinó a generales de Estados Unidos, China y Alemania, para desarmar la guerrilla remanente.

Argentina terminó posicionándose, liderando el tema político más importante del país; el vino argentino que no se conocía, llevé el polo, el rugby, la escuela de tango. Organizamos la primera ópera, escrita por músicos locales, una ópera autóctona que cuenta la historia del país y la dirigió un director de la Universidad de Buenos Aires. También organicé el primer ciclo de literatura argentina con lecturas de obras de Borges, Sábato, Cortázar.

Mozambique tiene gente muy linda, grandes recursos. Tiene 36 millones de hectáreas arables, igual que la Argentina ,y por éso Mozambique eligió como socio estratégico a la Argentina para la revolución agrícola, y pudimos traer el paquete tecnológico agrario argentino, incluir la silobolsa para almacenar granos, todos estos adelantos los trasladamos a Mozambique.

África se metió para siempre en mi corazón y el de mi familia.

AB: Veo que hay un bello enlace entre Argentina y el país africano. Antes de irme me gustaría que nos dijera algo sobre la Argentina.

FV: Argentina no tiene poder duro económico ni militar, pero si tenemos condiciones objetivas que nos hacen un país que puede influir positivamente en los debates internacionales, tenemos una sociedad con capacidad de conocimiento, innovación, tenemos recursos naturales extraordinarios que el mundo necesita, algunos para el futuro, como el litio, tenemos producción de alimentos y agua, tenemos un sistema democrático y respeto por los derechos humanos, éso nos hace un país que puede influir en los acuerdos internacionales, un país que puede responder a los intereses de los argentinos y de Latinoamérica, una región de paz y sin armas de destrucción masivas, con muchos recursos.

Tenemos todo para proyectarnos a un futuro de prosperidad.

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