Ferdinand Hodler, aniversario del artista suizo (1853-1918)

¨La misión del artista (…) es expresar el elemento eterno de la naturaleza, la belleza, de revelar lo esencial…¨ Ferdinand Hodler

La energía plástica de Ferdinand Hodler radica en la unión con su tierra, con el paisaje de su país, con su historia y con el alma helvética. Hodler fija su mirada, a veces obsesiva, en el mismo paisaje, en el entorno cercano, entorno que puede ser externo o subjetivo, y ahonda en ello buscando los secretos de la luz, el color, la forma y un anhelo de infinito.

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Adriana Bianco Museo Rath Ginebra

Nacido en Berna el 14 de marzo de 1853, su modesta familia murió casi toda víctima de la tuberculosis, y esa proximidad con la muerte marco su vida. A los 18 años se fue a pie a Ginebra visitando distintos lugares suizos. Vivió en Ginebra hasta su muerte el 19 de mayo de 1918. Aunque en sus comienzos siguió las huellas del realisno, después de un viaje a España en 1878, buscó su propia voz. Gran parte de su concepción del arte la plasmó en su cuaderno y en notas, material recogido y conservado en instituciones suizas que actualmente celebran su aniversario, con importantes exposiciones en todo el país.

Su vida artística tuvo escándalos como también su vida amorosa. Casado, tuvo varias amantes, algunas sus propias modelos, y un amor apasionado y trágico con Valentine Gode Darel, a quien pintó en varias ocasiones y en la Serie de la muerte.

Su obra comenzó a ser reconocida después del triunfo en París, con La Nuit, presentada en el Salon du Champ de Mars en 1891, con la aprobación del pintor francés Puvis de Chavannes, a quien Hodler admiraba. En esta tela de gran tamaño, Hodler define su estética de paralelismos y penetra en el mundo del Simbolismo plástico, dejandonos ver sus obsesiones, el conflicto entre Eros y Thanatos.

Hodler es un pintor de varias facetas, representa lo épico en grandes murales, por eso es considerado el pintor suizo por excelencia con sus cuadros de batallas, sus personajes, los leñadores y hombres de la tierra, la imagen legendaria de Guillermo Tell; es, además, el pintor del paisaje suizo: las montañas, los lagos, los árboles y las praderas: En esos paisajes Holder va descubriendo la unión mística con la naturaleza, desprendiéndose de la materialidad para llegar a juegos de luz y esencia visual, cuadros casi abstractos de su última etapa. En sus pinturas: La Primavera, El Deseo, El Canto lejano, La Hora sagrada, nos muestra otra vertiente, temas donde el artista entra en un mundo simbólico, transfigurando los conceptos y los símbolos en visiones plásticas, captando un universo de ideas a través de imágenes donde lo filosófico deviene en visión pictórica.

El simbolismo fue un movimiento literario, opuesto al realismo y al naturalismo consecuencia del progreso, el racionalismo y el apogeo de la ciencia y la maquinaria. El Simbolismo, en cambio, aboga por aspectos irracionales, intuitivos del hombre, por aspectos místicos o intangibles donde la imaginación y el sueño tienen predominio.

Si bien Hodler nunca se unió a ningún movimiento de manera explicita, hay afinidades espirituales con Odilon Redon, Gustav Klimt, Gustave Moreu, Heinrich Fussli, Pubis de Chavanes. Son algunos de estos artistas quienes lo invitan a exponer tanto en Paris, como en la exposición de la Secesión de Vienna en 1904, que significará su consagración internacional. A raíz de este triunfo, Zurich le dedica una gran retrospectiva y en 1918 se inauguará en Ginebra una gran exposición en la Galeria Moos, a pocos días de su muerte. Extrañamente, con el éxito alcanzado despues de su muerte, su obra entre en un largo eclipse que solo a partir de los sesenta se disipa, apreciando sus logros artísticos.

Hodler fue a su vez un teórico del arte, y en sus escritos expresa su estética. La misión del artista es comunicar aspectos profundos de una situación, revelar la esencia del paisaje, dilucidar los secretos de la luz, o motivar a través de la pintura, una reflexión. Pero Hodler es suizo y no puede escaper de una imperiosa necesidad de regular su propia obra, de ahí que los diez mandamientos aprendidos con su maestro Barthelemy Menn reaparezcan. Hodler concibe el cuadro como una superficie que puede dividirse matematicamente, dejando sentado su principio de composición, y su estética centrada en el concepto de ¨Paralelismo¨, teoría de la cual se consideraba precursor.

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Para Holder, en el ¨Paralelismo¨ hay una ley universal, que ordena, una armonía cósmica. Otro concepto importante en su estética es la noción de la igualdad entre los hombres, sin duda, derivada de la Constitución Federal Helvética que garantiza, en su artículo 4, la igualdad de todos frente a la Ley, el artista busca esa unidad, ese universalismo que excede la estética para convertirse en una filosofía existencial.

Aunque Holder tiene presente frente a la obra su teoría artística, racional y geométrica, es consciente de que la fuerza motivadora de la creación es la emoción. Una emoción reflejada según ese paralelismo, que organiza y armoniza la composición de sus cuadros. Las regulaciones en arte pueden ser transformadas cuando el soplo del viento inspirador nos envuelve, y muchos cuadros de Holder, especialmente sus paisajes, vibran de una extraña manera ante nuestros ojos, son visiones de una naturaleza mutada en profunda espiritualidad. Las montañas, el cielo y el lago, ese que el viera antes de morir desde su ventana en el apartamento de Mont Blanc, trascienden la mera representación y en su desmaterialización pictórica, nos trasmiten una secreta energía, la energía de la vida, del cosmos, del infinito.

La bella exposición en el Museo Rath de Ginebra, ¨Holder Paralelismo¨, organizada por el Kunstmuseum de Berna y el Museo de Arte e Historia de la ciudad de Ginebra, pone de relieve la identificación del artista con su tierra natal, el descubrimiento del paisaje suizo, la relación mística con la naturaleza, la epopeya de la Confederación, la lucha entre razón y emoción, y el ahondamiento en los senderos del arte como energía e inmortalidad.

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