Primera mujer con Nobel en 1945
Chile tiene grandes voces que lo nombran y sus ecos se extienden desde el sur más lejano hasta el desierto, allá en el norte. A lo mejor esa extraña manera de vivir entre la Cordillera y el mar, como habitando entre dos inmensidades, ha hecho posible que ciertas voces hayan aprendido a levantar vuelo, tal vez para conversar con las estrellas.
Xulio Formoso: Gabriela MistralDaniela Saidman
Neruda, Allende, Violeta y Gabriela, son algunos de los nombres de ese sur mineral que cantaba el argentino César Isella en «Canción con todos», aquel poema de Armando Tejada Gómez que describe el transitar largo de esta América Nuestra.
Gabriela, la de Chile, la primera mujer latinoamericana en recibir el Nobel de Literatura, eligió su nombre cuando presentó en 1914 su poemario «Sonetos de la muerte», en los Juegos Florales que se habían organizado por aquel año, y que por cierto ganó. El seudónimo rendía tributo al italiano Gabriele D’Annunzio y al francés Frédéric Mistral, dos escritores que ella admiraba desde la juventud.
Así, Lucila Godoy Alcayaga (Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957) quedó para siempre en sus versos como Gabriela Mistral, la Gabriela de Chile, la que supo quedarse para siempre prendida a su oficio de poeta, de educadora para la libertad, de feminista adelantada a su tiempo.
Su poesía está colmada de los paisajes de su infancia y de los olores de la tierra.
Se dedicó a la docencia cuando en 1904 comenzó a trabajar como profesora ayudante en una escuelita en La Serena y por esos años empezó a mandar colaboraciones al diario El Coquimbo, y luego a La Voz de Elqui.
Aunque las estrecheces económicas no le permitieron estudiar para maestra, en 1910 convalidó sus conocimientos ante la Escuela Normal № 1 de Santiago, donde obtuvo el título oficial de profesora de Estado, lo que le permitió ejercer la docencia en el nivel secundario. Y es que Gabriela tuvo una larga y rica formación autodidacta.
Su experiencia como maestra en distintos pueblos de Chile dejó una honda mirada que imprimió en sus palabras, desde los versos hasta en los artículos en que reflexionaba sobre la mujer y la educación.
En 1922 el Instituto de las Américas de Nueva York publicó su primer libro, «Desolación». Sus versos, a diferencia del modernismo aristocratizante de aquellos años, sabían bien de la textura de la geografía americana.
Ese mismo año fue invitada a México a colaborar con la reforma educativa de ese país. A partir de entonces, Gabriela inició una vida errante que la llevó, primero, a Estados Unidos y luego a Europa, en un largo viaje en el que exorcizó sus dolores en la docencia y en la poesía, dictando conferencias en diversas universidades.
También culminó un periplo por América Latina. En 1931 estuvo en Puerto Rico. Y, en Nicaragua, el general Augusto Sandino la nombró “Benemérita del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional”. Además, pronunció discursos en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, en Santo Domingo, en Cuba, y en otros países de América Central. Justamente la noticia de que había ganado el Nobel la recibió en 1945 en Petrópolis, ciudad brasileña donde desempeñaba la labor de cónsul desde 1941.
Gabriela Mistral fue designada por su país para ocupar cargos importantes en España, Portugal y Francia. Durante su ir y venir sintió cómo las raíces de su historia personal, ligadas profundamente a su país, fueron tejiendo una red que creció en la distancia.
A finales de 1945 regresó a Estados Unidos, por cuarta vez, entonces como cónsul en Los Ángeles. Con el importe del premio, se compró una casa en Santa Bárbara. Y, en 1953, fue nombrada cónsul en Nueva York.
Precisamente esa nostalgia que recuperó en la imagen honda de América se vio reflejada en sus libros «Tala» y «Lagar», y luego en su gran «Poema de Chile», publicado una década después de su muerte, en el que trabajó como una orfebre de la palabra durante los últimos años de su vida.
Ella, quien enseñó a ser libre y amar en sus versos, se quedó sembrada en el paisaje austral de su infancia, donde estipuló en su testamento que se donara el dinero producido por la venta de sus libros. La poeta quiso así quedarse en los niños del valle del Elqui, donde está el recuerdo de su infancia.
Gabriela Mistral, la poeta chilena, es memoria encendida de la palabra que nombra a esta América que empieza allá en México y se extiende en su largo transitar por la esperanza, hasta el sur de La Patagonia.
¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las excelencias mayores!
Gabriela Mistral
El Grito. Santiago de Chile, 1922
Me emociono con este artículo sobre la Gran Gabriela y la inspiración poética que emerge de la «loca geografía» chilena (B. Subercaseaux) y me queda como sonando esa frase de la redactora «de extraña manera de vivir de los chilenos entre la cordillera y el mar». Es que se trata de una CORDILLERA (la segunda más elevada y maciza del mundo) y del Océano Pacífico, el más inmenso del globo, que encuadran a un país larguísimo (unos 4.300 kms.) y angosto (350 kms. en su parte más ancha, 90 kms. en su zona más angosta, pero con zonas de amplio desierto, de mesetas salpicadas de otras sierras y montañas y cerrillos, o de extensas áreas de fiordos y canales hacia su extremo más austral). Y un extremo austral de austral, al final de Sudamérica y del mundo terráqueo, que sigue en el mar Antártico y se extiende hacia la Antártida misma y el Polo Sur según su historia y su propia autodefinición territorial.
En gran parte de su extensión longitudinal, el territorio «humano» de Chile es una especie de cornisa colgada de la cordillera de los Andes que termina en el mar. En algunos grandes tramos, una segunda cordillera (de la costa) va al lado y paralelo al mar. Geológicamente es un área joven, en formación, de pronto cataclística. Los terremotos son una cuasi cotidaniedad, se alternan de una zona a otra del país. En los andes, hay numerosos volcanes del «Cordón de Fuego» del Pacífico.
Yo resido en la zona sur-austral del país, 840 kms. al sur de Santiago de Chile, zona de selva fría, de lluvias abundantes en gran parte del año (2.000 mm. anuales promedio, aunque actualmente hay sequía), donde el paisaje de hermosos lagos (juveniles) y valles, ha sido modelado por los procesos volcánicos. Cada lago de esta zona (hay varios y son hermosísimos) parten de la falda de uno o más volcanes. Esos volcanes, en el pasado, con sus efluvios magmáticos abundantes represaron cursos de ríos y cauces y dieron lugar a la formación lacustre como un proceso de «embalse» natural. Y esos volcanes nos están recordando continuamente que lo son, aunque estén «dormidos» por décadas algunos y otros humeando discretamente día a día.
Gabriela Mistral conoció eso, porque ejerció la docencia en distintas partes de Chile. Ella era originaria de Montegrande, Valle de Elqui, zona árida, desértica, con fertilidad en la parte baja del valle, clima templado subtropical o parecido. Estuvo en la entrada de la zona sur-austral, la de los lagos «volcánicos», en la ciudad de Temuco, cerca de volcanes como el Llaima, Villarrica, Quetrupillán. Igualmente en Punta Arenas (junto al Estrecho de Magallanes, cercanías del Cabo de Hornos). Igualmente en la zona de Santiago de Chile, donde ejerció la docencia en escuelas humildes de Las Barrancas, hasta hoy (comuna de Pudahuel) sector de pobreza y marginalidad.
Sobre todo sí, Gabriela Mistral se quedó en el corazón de los chilenos y especialmente de las chilenas. Gran poetisa, gran mujer, gran luchadora, gran ejemplo de autodidactismo. Y parece que también se fijó en las almas de personas de nuestra América Latina.
Su tumba, humilde como ella misma, está en Montegrande (una pequeña aldea del interior del Valle de Elqui) en un altito sobre el pequeño poblado, porque así fue su voluntad.Una ciudad cercana y más abajo, la proclama a los «cuatro vientos», es Vicuña; existe un Museo y otros «vínculos». Pero, en verdad (entrevistas en Ercilla y otras) Gabriela siempre afirmó que allí no tenía nada de enlace, que era algo creado y ajeno a la realidad misma de su vida. Su vínculo material y místico era con Montegrande.
Gabriela sufrió desaires en su existencia (desde luego obtuvo el Premio Nobel y algo así como 10 años más tarde o más, en Chile se le concedió el Premio Nacional de Literatura, ¿¿¿???). En Temuco se rumorearon acerca de ella aspectos que le dolieron. En un viaje a Chile, a poco del final de su vida, según Neruda («Confieso que he vivido», memorias), viajando en tren por el sur del país, la poetisa se las ingenió para que el ferrocarril pasara por allí en la más plena noche y madrugada, para que a lo más hubiera detención pero ningún contacto mayor.
Es que Gabriela era efectivamente grande…era humana.